martes, 22 de enero de 2019

La verdad sobre el mito de Jesucristo 1ª parte: los antiguos orígenes de una leyenda

 Hombre Verde pintado sobre un techo


¿Cuál es el origen de la leyenda de Cristo, el hijo de Dios nacido de una virgen un 25 de diciembre? Estoy seguro de que están ustedes familiarizados con su historia, según la cual nació en un pesebre rodeado de pastores y a continuación creció para ser Uno con su Padre en los Cielos. Y sin lugar a dudas podrán traer a la memoria la secuencia de acontecimientos que se produjo cuando este Cristo, Hijo de Dios reunió a sus principales discípulos antes de soportar ser torturado hasta la muerte y resucitar tres días más tarde. Finalmente, tenemos la escena hacia el final de su tiempo en la Tierra, en la que profetiza su retorno y a continuación asciende a los Cielos.

Ahora la pregunta que les hago es la siguiente: ¿Quién entre ustedes está en este momento murmurando entre dientes “Sólo puede ser la leyenda cristiana de Jesucristo”? Bien, para el resto, me permito informarles de que muchos años antes del nacimiento de Jesús, una leyenda idéntica a la suya fue la historia comúnmente aceptada de la vida del Hijo de Dios persa, Mitra. Y antes que Mitra, una leyenda muy similar ya había sido adscrita a muchos otros Hijos de Dios de todo el mundo, entre ellos el dios griego Dionisos, el egipcio Osiris, el sumerio Dumuzi y el hindú Murugan. De hecho, si seguimos remontándonos en el tiempo muchos miles de años atrás, descubriremos que esta leyenda universal surgió en realidad con el Hombre Verde, hijo divino de una diosa virgen que nació, murió y finalmente resucitó, en un ciclo cuya secuencia se repite todos los años.

De este modo, ¿cómo fue posible que esta leyenda tan común acabara finalmente siendo ‘escogida’ para convertirse en la leyenda de Jesús? Empecemos en el momento en el que aún era el mito del antiguo Hombre Verde, y sigamos adelante hasta la época del Hijo de Dios cristiano. 

El antiguo Hombre Verde

En la época neolítica, en la que según dicen algunos “Dios era una Mujer,” la Diosa y su Hijo, el Hombre Verde, eran venerados por gentes de todo el mundo para renovar anualmente la abundancia material de los frutos de la Tierra. Surgió una leyenda universal acerca de ellos, dando comienzo la fecundación anual de la “virgen” Diosa Tierra por parte del Sol, el “Padre del Cielo,” con el consecuente nacimiento de su Hijo, el Hombre Verde. Este importante acontecimiento tenía lugar anualmente en torno al solsticio de invierno, cuando el espíritu del Hombre Verde, que llevaba un tiempo adormecido bajo tierra en el inframundo, era traído de nuevo a la vida. Pero aunque su espíritu durmiente había sido ya animado, el Hombre Verde aún no había despertado por completo. Esto no ocurría hasta algunos días más tarde, el 25 de diciembre, cuando el Sol o Espíritu Solar invertía definitivamente su camino descendente y empezaba a dar pasos de manera ostensible en dirección norte.

Éste era un importante ritual del tipo “como es arriba, es abajo.” Se creía que el Espíritu Solar renovado y revitalizado en las alturas celestiales había despertado de nuevo y revitalizado el espíritu de su hijo, que habitaba más abajo, en el interior de la Tierra. Y ahora, el futuro Hombre Verde podía comenzar su período anual de gestación en el útero de su madre, la Tierra virginal, antes de recibir un nuevo y resucitado cuerpo con la llegada de la primavera.

Escultura del Hombre Verde en un festival pagano.
La leyenda de la Diosa y el Hombre Verde salta entonces al equinoccio vernal o de primavera, cuando el Hombre Verde está finalmente listo para emerger del útero de su madre. Este es el momento del año en el que la luz “masculina” es equivalente a la oscuridad “femenina”, y su polaridad masculino/femenino se unifican plenamente para producir una renovada inyección de energía vital que cubre y fertiliza la tierra. El cuerpo fetal del Hombre Verde está ahora listo para nacer del útero de la Madre Tierra bajo la forma de nuevos y tiernos brotes primaverales. Muy pronto, su resurrección anual será plena. Esto ocurrirá alrededor del mismo día que nuestra Pascua, una festividad religiosa moderna asociada con la resurrección mucho más reciente de otro Hijo de una virgen.

La leyenda del Hombre Verde recorre entonces los cálidos meses de verano, en los que el Hijo madura rápidamente al igual que crece y madura la vegetación en la naturaleza. Madura de hecho tan rápido, que el Hombre Verde no sólo se hace Uno con su Padre Celestial, sino que consigue aparearse e inseminar a su propia madre. Esta cohabitación produce un segundo influjo de fructífera energía vital sobre la Tierra, que se manifiesta como una segunda proliferación vegetal y acompaña a la cosecha. En último término, este hecho acaba acelerando el final del Hombre Verde, que poco después acaba muriendo con la decadencia de la vegetación y la caída de las hojas que se producen en otoño. ¿La causa de su muerte? Los sacerdotes que interpretaron su leyenda milenios más tarde aseguraban que moría por los pecados de la humanidad. Se creía en el pasado que a causa del pecado original no sólo la humanidad perdió su propio derecho de alcanzar la vida eterna, sino también el de toda la vida sobre la Tierra. 

En las postrimerías de la era neolítica, cuando surgieron las civilizaciones para sustituir a otras culturas puramente agrícolas, la antigua leyenda de la Diosa y el Hombre Verde se extendió y adoptó tintes religiosos. Se convirtió de este modo en un mito oficial que era recitado anualmente y escenificado de forma dramática en templos y escuelas mistéricas de las nuevas e incipientes ciudades, naciones e imperios. Una de las características de esta línea de evolución del mito fue que el Hombre Verde adoptaba ahora el papel adicional de Rey del Mundo, gobernando a éste bajo la autoridad de su madre, la Tierra. Y en algunas versiones de la leyenda se decía que el Hijo encontraba la muerte al llegar el otoño a manos de su hermano sin escrúpulos, o de un dios oscuro y maligno.

Ishtar y Tammuz

En las ciudades de la antigua Mesopotamia, la leyenda neolítica se transformó en la historia de diosas como Inanna o Ishtar, que cada año daban a luz al Hijo, el Hombre Verde, futuro rey bajo el nombre de Dumuzi o Tammuz. Se decía entonces que Dumuzi/Tammuz crecía para aparearse con su propia madre, al tiempo que gobernaba la Tierra para ella. A fin de reflejar esta antigua leyenda en su cultura, los habitantes del Creciente Fértil coronaban a aquellos individuos de sus ciudades-estado reconocidos como encarnación de Dumuzi/Tammuz y siervos reales de la Diosa Inanna/Ishtar.

Grabado desenterrado en la sala principal del palacio de Arad. Representa dos imágenes casi idénticas de un hombre con la cabeza en forma de gavilla o rama, uno de ellos de pie y el otro tumbado en el suelo. La escena podría representar al dios de la fertilidad Tammuz o a una deidad similar, que moriría en otoño para resucitar en primavera. Museo de Israel
Esto también se cumplía en Egipto, donde los poderosos faraones eran considerados encarnaciones de Horus, el hijo de la diosa Isis, y gobernaban bajo la autoridad de ésta. Pero en la tierra de Kemet, aunque el espíritu del faraón que ocupaba el trono era Horus, su cuerpo físico estaba formado por Seth, el dios que regía la cristalización de la energía en carne física. Juntos, Horus y Seth eran los “gemelos” divinos que formaban el cuerpo físico y el espíritu del faraón, convirtiendo de este modo a los monarcas egipcios en representantes del primer y más grande rey, Osiris, el Hombre Verde.

Osiris, el dios egipcio equivalente al antiguo Hombre Verde del Neolítico.
Como el antiguo Hombre Verde, también Osiris moría y resucitaba anualmente de forma acorde con la vida y la muerte de la vegetación de la naturaleza. La ceremonia anual de la resurrección de Osiris tenía lugar en la época del año en que se producía la crecida del Nilo, cuando los primeros y tiernos brotes verdes de la naturaleza asomaban tímidamente sus frágiles cabezas sobre la superficie de la Tierra.

Sémele y Dionisos

En una de las versiones del popular mito egipcio de Osiris, el dios era asesinado por su celoso y maléfico hermano Seth cada año al llegar el otoño. Este acontecimiento se veía reflejado en la leyenda del equivalente griego de Osiris, el Hombre Verde Dionisos, a quien daban muerte cada año sus parientes los maléficos Titanes, pero que resucitaba más tarde. De forma parecida a como ocurría con el Hombre Verde Osiris, la madre de Dionisos era una diosa de la Tierra llamada Sémele, que significa “Tierra”, mientras que su padre era Zeus, el Padre Celestial.

Dionisos representado como Hombre Verde.
A fin de despertar a Dionisos de su sueño al llegar el solsticio de invierno, las representantes femeninas de la diosa golpeaban ruidosamente ollas y cacharros mientras danzaban a lo largo de su procesión ritual hasta la cima nevada del monte Parnaso. Y tras recibir sus nuevos ropajes en el siguiente equinoccio de primavera, el Hijo Divino se regocijaba en la naturaleza junto con su reflejo y alter-ego, Pan, un nombre que significa “el Todo,” como en “Toda la Naturaleza.”

Como Osiris, Dionisos se convertía en Dios del Mundo, y al igual que su equivalente egipcio, Dionisos era reconocido por haber recorrido el mundo entero mientras enseñaba a sus muchos súbditos el arte de elaborar y beber ritualmente vino.

Un joven Dionisos. 
El vino procedente de la uva era considerado la sangre de la naturaleza, y al ser Dionisos la encarnación de la naturaleza, era también su propia sangre. De este modo dio comienzo el ritual de la sagrada comunión a través del consumo del cuerpo y la sangre del Hijo Divino.



Fuente: www.ancient-origins.es

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