Así pues, ¿cómo acabó la tan conocida leyenda del Hombre
Verde convirtiéndose finalmente en la leyenda de Jesús? Empecemos repasando el
mito del antiguo Hombre Verde y sigamos adelante en el tiempo hasta la época
del Hijo de Dios cristiano.
El Hijo de Dios hindú
Cuando el conquistador macedonio Alejandro Magno llegó a la
India, observó una gran cantidad de rituales en los que se veneraba la efigie
de un Hijo Divino que le recordaba a su amado Dionisos. Esta semejanza
resultaba tan evidente que Alejandro y sus hombres se sintieron finalmente en
la obligación de exclamar: “Conocemos a vuestro Hijo Divino, también es el
nuestro. Nosotros le llamamos Dionisos.”
La figura central de esta vasija decorada representa a Dionisos empuñando un Tirso. |
De hecho, resultaba tan parecido el Hijo Divino hindú a
Dionisos que surgió la leyenda de que el Hijo de Dios griego habría nacido en
la India o pasado gran parte de sus primeros años siendo criado allí antes de
viajar hasta Grecia. Además, se descubrió una ciudad llamada Nisa en la India,
el mismo nombre de la ciudad en la que nació Dionisos en Occidente según la
tradición, con lo que los ‘Hijos Divinos’ de griegos e hindúes se convirtieron
en sinónimos. El nombre Dionisos significa “el Dios de Nisa.”
Al igual que su equivalente griego, el siempre joven y
afeminado Dionisos, el Hijo Divino de los hindúes era a menudo representado por
la figura de un prepúber: Murugan, que significa “el bello.”
Sanat Kumara |
Entre sus otros nombres están los de Sanat Kumara y
Kartikeya, título que significa “Hijo de las Pléyades.” Tanto el dios griego
Dionisos como el hindú Kartikeya estaban íntimamente relacionados con las
“Siete Hermanas” (las Pléyades), que siendo ellos niños se manifestaron
físicamente como sus niñeras. Y al igual que Dionisos, Kartikeya/Murugan habría
nacido de la Madre Tierra, la Shakti hindú, nombre que significa “Energía”, al
aparearse ésta con el invisible Padre Celestial, Shiva.
Dionisos crucificado con las siete estrellas de las Pléyades brillando en el firmamento. |
Tanto Dionisos como Murugan se convirtieron en soberanos de
la Tierra, pero también fueron famosos como grandes guerreros que combatían
empuñando diferentes versiones de su arma favorita: la lanza. Dionisos portaba
el Tirso, y Murugan se enfrentaba a sus enemigos en el campo de batalla
utilizando su lanza “Vel”. Tanto Dionisos como Murugan se convirtieron finalmente
en comandantes de grandes ejércitos de nobles soldados, que luchaban por Zeus o
por Shiva, el Padre Celestial.
Joven Dionisos empuñando el Tirso. |
Murugan con la lanza Vel. |
La herencia solar de Mitra
En la misma época en la que Alejandro y sus hombres se daban
cuenta de las similitudes existentes entre Kartikeya y Dionisos, otro
equivalente de estos dos Hijos Divinos era venerado tanto en la India como poco
tiempo después en Persia. Se trataba de Mitra, el Hijo de Dios. El nombre de
Mitra sugiere etimológicamente amistad, contratos, mediación y equilibrio.
El dios solar Mitra. |
Mitra guarda relación con el equilibrio que nace de la unión
de la polaridad universal masculino-femenino. Como Kartikeya y Dionisos, Mitra
era el resultado de la polaridad universal. Su madre era la Tierra, y su Padre
Solar Celestial era conocido por el nombre de Ahura Mazda. Tanto Murugan como
Mitra mostraban de forma explícita su ascendencia solar por medio de sus
característicos estandartes solares, así como teniendo entre sus animales más
sagrados al colorido gallo. Reconocido en todo el mundo como el animal solar
por excelencia, el gallo canta todas los días para garantizar el nacimiento del
sol cada mañana.
Mitra (izquierda) en un relieve de investidura del siglo IV d. C., Taq-e Bostan, Irán Occidental. |
Mitra fue finalmente adoptado por los persas convirtiéndose
en Mithras, el adorado monarca-guerrero-general de las legiones romanas. Mitra
o Mithras se identificaba con el espíritu encarnado por los muchos emperadores
romanos que ocupaban el trono del mundo y se proclamaban reyes universales. Por
otro de sus nombres Mithras era el Sol Invictus , un epíteto sinónimo de Padre
Solar Celestial. A fin de honrar a su adorado Mithras, el emperador Carlomagno
eligió el domingo, día del sol, como el día sagrado de la semana por
excelencia.
Jesús, encarnación del Hombre Verde
Ahora es el momento de abordar la leyenda de Jesús, de quien
creen los cristianos que es el Hijo de Dios y que sigue siendo a día de hoy una
de las últimas versiones del antiguo Hombre Verde. Su ascenso a la fama dio
comienzo en la cumbre de la popularidad de Mithras, cuando un futuro soldado
romano de nombre Saulo nació en Tarso de Cilicia, el gran bastión de la fe mitraica
en Oriente Medio. Desde una edad muy temprana, Saulo o Pablo fue adoctrinado en
los misterios de Mithras por los soldados romanos, a quienes servía a diario
tejiendo sus tiendas. Mientras se criaba en Tarso, Pablo aprendió de estos
soldados que Mithras había nacido en un pesebre de una madre virgen un 25 de
diciembre, rodeado de pastores. Aprendió que Mithras era Uno con Ahura Mazda,
su Padre Celestial, y que se había encarnado en la Tierra para realizar la
tarea de su Padre. Y también se le instruyó en que tras una batalla prolongada
con Ahrimán, el Maligno, Mithras reunió a doce discípulos para una Última Cena,
en el transcurso de la cual todos los presentes consumieron una comunión de pan
y vino, alimentos que simbolizaban respectivamente el cuerpo y la sangre del
dios. Mithras murió poco después de esta cena, pero resucitó de entre los
muertos tres días más tarde. A continuación, mientras se preparaba para su
Ascensión a los Cielos, Mithras profetizó su retorno en el Fin de los Tiempos
para librar su última batalla contra Ahrimán.
Cuando Pablo tuvo edad suficiente fue enviado a Jerusalén
con otros soldados romanos para hacer guardia en algunos de los templos judíos
de la ciudad. Según el historiador del cristianismo primitivo Epifanio, Pablo
no era judío cuando llegó a Jerusalén, pero se convirtió a la fe judía tras
enamorarse de la hija de un sacerdote judío y pretender su mano para casarse
con ella. Al ser rechazada su proposición, Pablo descargó su furia en numerosos
judíos, incluidos los Ebionitas, “Los Pobres,” una secta judía que defendía la
figura de un hombre santo fallecido recientemente de nombre Jeshua ben Josef.
Cuando Pablo tuvo conocimiento de toda su leyenda, muy pronto empezó a
relacionar a Jeshua con el Hijo de Dios persa. Sus sospechas sobre el vínculo
especial que unía a ambos personajes fue haciéndose cada vez más fuerte a
medida que recordaba una profecía persa: que Mithras volvería a la Tierra en el
Fin de los Tiempos para librar su última batalla contra Ahrimán. Según los
sacerdotes del Templo de Jerusalén, el mundo se encontraba al final de la Era
de Aries y el Fin de los Tiempos había llegado realmente, lo que encajaba
perfectamente con el hecho de que Mithras se hubiese encarnado en esa época
como Jeshua.
No obstante, la prueba más convincente a la hora de influir
en el pensamiento de Pablo aún estaba por llegar. Ocurrió en el transcurso de
su viaje a Damasco, cuando siendo aún soldado romano fue deslumbrado por una
luz cegadora y arrojado de su caballo. Como ferviente devoto de Mithras, Pablo
habría interpretado instantáneamente esta intensa luz como una manifestación de
su adorado dios solar. Y poco después, cuando una voz brotó de la luz diciendo
ser Jeshua y suplicándole que dejara de perseguir a sus seguidores, Pablo
habría sabido con certeza que Mithras sin duda era sinónimo de Jeshua.
Detalle, ‘La conversión de San Pablo’. Pablo y sus compañeros son arrojados al suelo por una luz cegadora. |
Cuando Pablo se retiró del ejército romano, muy poco después
viajó por todo Oriente Medio para comunicar a los gentiles su descubrimiento:
que el salvador del mundo había llegado y había resucitado. Y en el transcurso
de sus viajes creó la nueva religión que sería conocida como “cristianismo”. En
esta nueva fe, Mithras acababa por ser completamente asimilado por la figura de
Jesús, que a partir de entonces adoptaría la historia de la vida, los títulos y
las características adscritos originalmente al antiguo dios solar de los
persas. Entre estos títulos se encontraban los de “el que es Uno con el Padre”
y “Único Hijo de Dios.”
Gracias a San Pablo y a su mito de Cristo, el antiguo Hombre
Verde se vistió con nuevas galas. Bajo la forma de Jesús, el antiguo Hombre
Verde podía ahora recuperar su hegemonía como una de las figuras religiosas más
veneradas que ha habido jamás en todo el mundo.
Fuente:
www.ancient-origins.es
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