Los antiguos orígenes de las celebraciones de Año Nuevo
El primer día de enero muchos países de todo el mundo
celebran el comienzo de un nuevo año. Pero las fiestas y celebraciones que
marcan el comienzo del calendario llevan existiendo desde hace muchos miles de
años. Mientras que algunas de ellas sólo constituían una excusa para beber y
estar alegres, muchas otras sí que se vinculaban a determinados acontecimientos
agrícolas o astronómicos. En Egipto, por ejemplo, el año comenzaba con la
inundación anual del Nilo, que coincidía con la aparición en el horizonte de la
estrella Sirio. Los fenicios y los persas empezaban su año nuevo con el
equinoccio de primavera, mientras que los griegos lo celebraban en el solsticio
invernal. Por su parte, el primer día del año nuevo chino coincidía con la
segunda luna nueva tras el solsticio invernal.
La primera festividad del año nuevo de la que tenemos
constancia se remonta hasta la Babilonia de hace 4.000 años, y se
interrelacionaba con la religión y la mitología. Para los babilonios de la
Antigua Mesopotamia, la primera luna nueva después del equinoccio vernal o
primaveral, día con idéntica cantidad de horas de luz y de oscuridad que tiene
lugar en el hemisferio norte a finales de marzo, anunciaba el comienzo de un
nuevo año, y representaba el renacimiento del mundo natural. Los babilonios
aprovechaban la ocasión para celebrar un fastuoso festival religioso llamado
Akitu, (nombre derivado de la palabra sumeria para la cebada, que se cosechaba
en la primavera) que desarrollaba un ritual distinto para cada uno de los 11
días de festejos. Durante el Akitu, se paseaba a las estatuas de los dioses en
procesión por las calles de la ciudad, y los diversos ritos simbolizaban su
victoria sobre las fuerzas del caos. Los babilonios creían que gracias a los
dioses el mundo se limpiaba simbólicamente y quedaba listo para el regreso de
la primavera.
Además del nuevo año, en el Akitu se celebraba la victoria
mística de Marduk, dios babilonio de los cielos, sobre Tiamat, diosa del mar.
Por otro lado, los festejos tenían también un trasfondo político: durante este
tiempo el nuevo rey era coronado o se renovaba el mandato del soberano que
ocupara el trono en ese momento. Un aspecto fascinante del Akitu era la
humillación ritual que se infligía al rey babilonio. Con esta tradición tan
peculiar el rey se situaba delante de la estatua del dios Marduk, era despojado
de sus vestiduras reales y a continuación se le abofeteaba y tiraba de las
orejas con la esperanza de hacerle llorar. El llanto real era señal de que Marduk
se sentía satisfecho y de que prolongaba de forma simbólica el reinado del
monarca.
La antigua celebración romana de Jano
El nuevo año romano también se celebraba en un principio en
el equinoccio vernal. El calendario romano tenía en su origen 10 meses y 304
días, y cada año nuevo empezaba con el equinoccio de primavera. Según la
tradición, este calendario fue creado por Rómulo, el fundador de Roma, en el
siglo VIII a. C. Sin embargo, con el paso de los siglos, el calendario dejó de
estar sincronizado con el año solar astronómico, y en el año 46 a. C. el
emperador Julio Cesar decidió solucionar el problema consultando con los más
importantes astrónomos y matemáticos de la época. Tras estas consultas,
introdujo el calendario juliano: un calendario basado en el sol que parece más
moderno que la mayoría de los utilizados hoy en día.
Estatua de Jano Bifronte. Museos Vaticanos |
Como parte de su reforma, Cesar estableció el 1 de enero
como primer día del año, en parte para honrar a Jano, la deidad consagrada a
dicho mes y de cuyo nombre derivó posteriormente la palabra “enero”. Jano era
el dios romano del cambio y los comienzos, cuyas dos caras le permitían mirar
simultáneamente hacia atrás, al pasado y hacia delante, al futuro. Esta idea se
vinculaba con el concepto de transición del año nuevo.
Los romanos celebraban el 1 enero ofreciendo sacrificios a
Jano con la esperanza de obtener buena fortuna para el año nuevo, decorando sus
casas con ramas de laurel y asistiendo a fiestas muy bulliciosas. Este día se
vivía como si fuera el punto de partida de los siguientes doce meses y era
común que los amigos y vecinos se desearan la mejor de las fortunas al tiempo
que intercambiaban higos y miel.
Edad Media: queda abolido el 1 de enero
En la Europa medieval, no obstante, las celebraciones que
acompañaban a la llegada del nuevo año se consideraban paganas e impropias de
cristianos, y en el año 567 d. C., el Concilio de Tours abolió el primero de
enero como día del comienzo del año reemplazándolo por otras fechas con un
significado más religioso, como por ejemplo, el 25 diciembre, Navidad, o el 25
de marzo, en el que se celebra la fiesta de la Anunciación de María, también
llamada “Salutación angélica.”
Además, a la fecha del 1 enero se le dio también un
significado cristiano, pasando a ser conocida como la Fiesta de la
Circuncisión, considerando que se trataba del octavo día de la vida de Cristo
(contando a partir del 25 diciembre) y recordando que, de acuerdo con la
tradición judaica, ocho días después de su nacimiento el niño recibía
oficialmente su nombre en la ceremonia de su circuncisión. Sin embargo, el 25 diciembre como fecha del nacimiento de Jesús también es
discutible .
Calendario gregoriano: queda restaurado el 1 de enero
En 1582, tras la reforma del calendario gregoriano, el Papa
Gregorio XIII restableció el primero de enero como día del Año Nuevo. Aunque
los países católicos adoptaron en su mayoría el calendario gregoriano de manera
casi inmediata, los países protestantes solo lo hicieron de forma gradual. Los
británicos, por ejemplo, no lo adoptaron hasta 1752. Hasta entonces, el
imperio británico -incluidas sus colonias americanas-, todavía celebraban el
Año Nuevo en marzo.
Retrato de Gregorio XIII obra de Lavinia Fontana |
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