Un
conservatorio de los conocimientos matemáticos
La más gigantesca construcción de la
Antigüedad, clasificada por los griegos entre las Siete Maravillas del inundo,
¿es acaso la simple sepultura de un faraón imbuido de grandeza o se debe ver en
ella la obra hermética de los astrónomos y matemáticos egipcios?
Desde su ascensión al trono, el faraón
Keops (o Khufu) lanza la más colosal empresa de construcción de todos los
tiempos su tumba tendrá la forma de una gigantesca pirámide. Escoge la meseta
de Gizeh, al abrigo de las crecidas del Nilo, pero lo suficientemente cerca del
río para que los bloques de piedra puedan ser transportados en balsas, y confía
la obra a los arquitectos reales; el príncipeHemiunu y el príncipe Wepenmofret.
El
Egipto de Keops
Cuando Keops sube al trono en 2696 antes
de Cristo, los dos grandes reinos que, desde hace mil años ya forman Egipto
están hace poco unificados. Representante de la IV dinastía, Keops traslada la
capital a Maidum en Gizeh, cerca de Menfis. Faraón ambicioso y voluntarioso,
secundado por un visir eficiente, Keops lanza numerosas y fructíferas
incursiones en Libia y Nubia, donde explota las minas. Además, las campañas en
Sudán permiten traer importantes botines en hombres, ganado y metales. Al este,
el Sinaí se valoriza y expediciones regulares traen madera preciosa del Líbano.
Pero Egipto sigue siendo un país
mayoritariamente agrícola, ubicado en un largo corredor al borde del Nilo,
cuyas crecidas fertilizan la tierra. Igualmente el río facilita los
desplazamientos: Egipto es un reino centralizado, organizado alrededor de una
administración sumamente jerarquizada. Gracias al aparato burocrático, el
faraón dispone plenamente de los recursos del país. El reino de Keops y de sus
sucesores puede interpretarse como la primera edad de oro de Egipto antiguo.
Una
obra formidable
"Más de cien mil hombres trabajaron
durante veinte años", nos dice el historiador griego Heródoto. Seguramente
exagera. En realidad, cinco mil hombres trabajan permanentemente en la cantera:
se trata de trabajadores especializados, arquitectos, contramaestres y
talladores de piedra, profesionales de la construcción y de la decoración.
Durante el periodo de las crecidas del Nilo, es decir alrededor de tres a
cuatro meses, el rey recluta campesinos por miles. Estos, obligados por el río
a abandonar las tareas agrícolas, van a realizar el trabajo más pesado,
particularmente el transporte de las piedras. Contrariamente a lo que muy a
menudo se cree, no se trata de esclavos, puesto que se les remunera por su
trabajo.
La mayoría de las piedras necesarias
para la construcción de la pirámide son extraídas de afloramientos sobre la
propia meseta; la técnica es simple: se insertan cuñas de madera en las fallas
de las vetas calcáreas y se empapan de agua. Al hincharse la madera, hace
estallar la piedra. Los bloques son tallados y después llevados en trineos
hasta los pies del monumento. Los obreros disponen de herramientas de cobre y
piedra dura, utilizan grandes cantidades de palancas, de cuerdas de caña
trenzada y rampas de tierra que permiten llevar las piedras a la altura
deseada.
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La exploración de la pirámide de Keops no ha agotado los misterios del imponente monumento, al contrario. |
Según las pinturas de la tumba de
Dehutihotep, se sabe que de esta manera bastan 172 hombres para transportar una
estatua de sesenta toneladas y ocho hombres solamente son necesarios para un
bloque normal de dos toneladas y media.
Para el revestimiento final, Keops hace
traer por barco piedra calcárea blanca, brillante y fina de Troyu y granito de
Assuán. Las piedras son perfectamente calzadas, no se puede insertar entre dos
bloques ni la hoja de un cuchillo, La pirámide, blanca y lisa, es finalmente
recubierta en la cima por láminas de oro que reflejan los rayos del Sol.
Lamentablemente, este revestimiento no
consiguió llegar hasta nuestros tiempos: en 1400, un sultán "‘guiado por
el profeta" destruyó esta obra maestra, reliquia de los "tiempos de
ignorancia". Para el Islam, este monumento dedicado a "dioses
falsos" no merece más que desprecio. La pirámide es profanada, la momia de
Keops es despedazada para despojarla de su oro y los últimos tesoros saqueados.
El
misterio de los números
El primer occidental en penetrar en la
gran pirámide es el coronel inglés Howard Vyse, quien, en 1830, despeja los
pasillos obstruidos a golpes de dinamita. Sus apuntes interesan a un editor
londinense, John Taylor.
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La pirámide de Keops, una de las Siete Maravillas del mundo antiguo, medía originalmente 147 m de altura y 230 m de lado, su base cabría más de 5 hectáreas. |
Este, a partir de las cifras entregadas
por el oficial (y sin nunca haber visto la pirámide), elabora extrañas teorías
sobre la simbología matemática contenida en el monumento. Primero, utiliza como
unidad de medida el codo real vigente en los tiempos de Keops. Junto a su
amigo, el astrónomo Charles Piazzi Smyth, establece que, dividiendo la suma de
los cuatro lados por el doble de la altura de la pirámide, se obtiene 3,14, o
sea el número p . Por otra parte, dividiendo la superficie de la base por la
superficie lateral y la superficie lateral por la superficie total, se obtiene
1,618, es decir, el número áureo evocado por el filósofo griego Pitágoras.
El número áureo equivale a
Estos datos incontestables no tienen
nada de sorprendente. Les egipcios, desde el Antiguo Imperio, poseen
conocimientos matemáticos elementales, que aplican manifiestamente a la gran
pirámide. Las deducciones anteriores son el simple resultado de sus admirables
cualidades estéticas y del equilibrio buscado por sus arquitectos.
Los trabajos de Taylor y Smyth se
vuelven más confusos cuando, cansados de no establecer descubrimientos
extraordinarios inventan el codo piramidal. Logran entonces una serie de
conclusiones asombrosas: el perímetro de base es cien veces el número de días
del año, la altura de la pirámide es una milmillonésima de la distancia de la
Tierra al Sol.
A pesar del aspecto estrafalario de sus
cálculos, Taylor y Smyth suman adeptos: a finales del siglo XIX, la meseta de
Gizeh es invadida de iluminados que, regla en mano, toman toda suerte de
medidas. El reconocido arqueólogo sir Flinders Petrie sorprende en el vestíbulo
de la cámara mortuoria, a un individuo rebajando un bloque de granito para
darle una dimensión conforme a su teoría. Para algunos, la pirámide es el
evidente sostén de profecías. Anuncian, "gracias a la sabiduría de los
sabios antiguos", una gran guerra para 1928, la segunda venida de Cristo
en 1936 y el fin del mundo en 1953...
La
admirable orientación de la pirámide
La orientación de la pirámide es
igualmente admirable, pero sin que sea necesario explicarlo con hipótesis
fantasiosas, las cuatro fachadas están orientadas hacia los cuatro puntos
cardinales con una precisión sorprendente: la distorsión es sólo de 3' 6"
de arco. La civilización de Egipto antiguo desarrolló numerosos conocimientos
precisos, especialmente en matemáticas y astronomía. Los egipcios,
acostumbrados a observar las estrellas para determinar el ritmo de las crecidas
del Nilo, utilizaron un método simple pero efectivo: marcaban sobre un muro la
ubicación de la salida y puesta de una estrella situada al norte y la bisectriz
de la proyección de estas marcas sobre el suelo les indicaba el norte exacto.
Además, el pasillo descendiente de la pirámide se inscribe un el ángulo exacto
que hace la Tierra con la estrella polar. ¿Habría que deducir que la pirámide
no es sino un observatorio?
Ciertamente no. Notemos solamente que
con ocasión de la edificación de una tumba real, los arquitectos, así como se
pinta un fresco o una decoración, adornan el monumento con todos sus
conocimientos. Así, el faraón que pasa a la otra vida con todos sus bienes, se
lleva además la sabiduría de su época.
La
función de la pirámide
Desde la Antigüedad, la gran pirámide
sorprende y los autores se suceden para tratar de explicar la razón de ser del
impresionante monumento.
Interpretaciones antiguas y medievales. Según
Aristóteles, fue erigida para manifestar el poderío real. Para el historiador
latino Ammiano Marcelino era una enorme biblioteca; sus cámaras estaban
destinadas a conservar los archivos de los sabios. Según el cronista y viajero
del siglo XII, Benjamín de Tudela, era un silo gigantesco que José (hijo del
patriarca Jaboc y ministro del faraón Keops) mandó construir para conservar el
trigo para los siete años de vacas flacas.
Desde el siglo XIX. Esotéricos y
excéntricos se oponen a las explicaciones, demasiado prosaicas para ellos, de los
arqueólogos: la gran pirámide no podría ser otra cosa que un hito para que el
arca de Noé reencontrara su camino, o un observatorio donde se conservarían las
«grandes ecuaciones del Universo». El sarcófago de granito rojo encontrado al
interior de la cámara real no seria sino el Arca de la Alianza de Moisés. En
cuanto a los partidarios de la teoría de la Tierra hueca, ven en la gran
pirámide una puerta de acceso a un universo interior...
En nuestros días. Médiums
pretenden que la gran pirámide emite una fuerza magnética intensa: concluyen,
con una aparente lógica, que los bloques de piedra fueron trasladados por
extraterrestres gracias a una poderosa fuerza anti-gravitacional. El objetivo de
estos seres sería esconder un reactor nuclear. El escéptico no tendría más que
buscar bajo la arena de la meseta de Gizeh; encontraría los restos de una nave
espacial... Finalmente, la esfinge, símbolo de una raza superior venida del
espacio, habría sido construida al mismo tiempo que la gran pirámide por unos
atlantes descendientes de extraterrestres que habrían escapado de la
desaparición de su continente.
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