¿Quién protege la tumba del faraón?
En 1922, el arqueólogo inglés Howard
Carter realiza un descubrimiento extraordinario al encontrar intacta la tumba
del faraón Tutankamón. Sin embargo, los obreros le advierten que pesa una
maldición sobre la sepultura y que los que la violen, morirán. Poco tiempo
después, la prensa anuncia que los miembros de la expedición son atacados, uno
tras otro, por extrañas enfermedades...
Joven diseñador y acuarelista inglés,
Howard Carter tiene diecisiete años cuando entra a trabajar en el Museo
Británico. Está encargado de hacer copias de los jeroglíficos y, en 1891, es
enviado a terreno y desembarca por primera vez en El Cairo.
Llega a ser ayudante del famoso
egiptólogo Flinders Petrie y, no contento con su trabajo, aprende rápidamente
la escritura jeroglífica y se transforma en un investigador y en un egiptólogo
competente. Lleva nueve años en Egipto, cuando Gastón Maspero, conservador del
museo de El Cairo, le confía el cargo de inspector de antigüedades. Sin
embargo, renuncia al año siguiente. Aunque está sin empleo, Carter no se decide
a regresar a Inglaterra.
El
descubrimiento de la tumba
...Cuando llegué a la obra un silencio
poco común me hizo comprender que algo acababa de suceder. Enseguida me
avisaron que bajo la primera choza que se había derribado, se acababa de
encontrar un escalón tallado en la roca. Era demasiado estupendo para ser
verdad. (...) Ahora avanzábamos más rápidamente y, al llegar el crepúsculo,
cuando habíamos desenterrado el decimosegundo escalón, vimos la parte superior
de una puerta sellada, bloqueada por piedras enyesadas. (...)
Al principio no vi nada, el aire
caliente que se escapaba de la cámara hacía temblar la llama de la vela. Luego,
a medida que mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, lentamente comenzaron a
aparecer formas de extraños animales y de estatuas y por todas partes el oro
relucía. Durante algunos segundos, que parecieron durar una eternidad a mis
acompañantes, permanecí mudo de estupor. Y, cuando lord Carnarvon preguntó
finalmente, usted ¿vio algo?', sólo pude responder ‘‘¡Sí, cosas maravillosas!”.
Entonces ensanché todavía más la abertura a fin que los dos pudiésemos ver.
Primero, justo frente a nosotros, se encontraban tres grandes lechos funerarios
dorados, que habíamos visto desde el principio sin poder dar crédito a nuestros
ojos... Luego, a la derecha, dos estatuas atrajeron nuestra atención. Dos
estatuas del rey, hechas de madera, de tamaño real, que se encontraban frente a
frente, cual centinelas, vestidas con un paño y sandalias de oro y armadas con
una maza y un largo bastón, llevando en la frente la cobra sagrada...
"Extracto de una entrevista a
Howard Carter, aparecida en el Times en 1922”
¿Qué
pasó con Tutankamón?
En 1906, Maspero le presenta a lord
Carnarvon, un hombre acaudalado apasionado por la egiptología. Carnarvon
consigue una concesión para realizar excavaciones y contrata a Carter. En la
primera temporada, los dos hombres y su equipo descubren la tumba de un
príncipe de la XVII dinastía. Aunque había sido saqueada, contiene todavía
algunos objetos interesantes.
Este primer descubrimiento aumenta el
entusiasmo del mecenas, al que Carter expone entonces su raciocinio; todos los
soberanos de la XVIII dinastía fueron enterrados en el Valle de los Reyes y
todas las sepulturas han sido encontradas, a excepción de una, la del joven rey
Tutankamón, quien sucedió por breve tiempo al célebre Akenatón, llamado también
Amenofis IV. Los arqueólogos piensan que debido a su escasa importancia y a la
brevedad de su reinado, Tutankamón está enterrado en otro lugar. Pero Caner
está convencido que no es así y cuando el americano Davis anuncia que ha
finalizado sus excavaciones en el Valle de los Reyes, Carter encarece a
Carnarvon que pida la concesión. Sus investigaciones y cálculos le permiten
circunscribir las excavaciones a un perímetro determinado, pero cuando ambos
están listos para lanzarse a la aventura, estalla la Primera Guerra Mundial.
Los dos hombres deben esperar hasta 1918 para retomar la tarea.
Miles de metros cúbicos de tierra deben
ser removidos a mano, ya que el lugar escogido por Carter está situado en una
zona que los demás arqueólogos habían utilizado para depositar sus escombros.
Pasan muchas temporadas de excavaciones y los investigadores encuentran algunos
objetos, pero no la tumba. Finalmente, en noviembre de 1922, los obreros
encuentran unos escalones que se hunden en la tierra y conducen hacia una
puerta: es una tumba y Carter avisa a Carnarvon, quien se encuentra en Londres.
La
advertencia del canario
Desde hace algún tiempo, Carter posee un
canario, con el cual su equipo se ha encariñado, ya que piensan que el
"pajarito de oro" trae buena suerte. Pero algunos días antes de la
apertura de la tumba, el canario sufre una tragedia: una cobra se desliza en su
jaula y se lo traga. La cobra es la serpiente de los faraones, símbolo de la
realeza. Los obreros ven en este asunto un mal presagio y, cuando Carter y Carnarvon
se preparan a abrir la primera puerta, un contramaestre les advierte que
morirán como el pájaro si violan el descanso de Tutankamón. Los arqueólogos no
toman en cuenta la advertencia y junto a Evelyn, la hija de Carnarvon, y el
egiptólogo Callender, quien realiza sus propias excavaciones a algunos
kilómetros del lugar, entran en la sepultura. Una primera cámara les revela un
tesoro fantástico: un trono, estatuas, muebles, carros, armas, todo reluce de
oro y piedras preciosas. En otro cuarto, recubierto de cerámica azul y oro,
están encerrados los tres sarcófagos, encajados uno dentro del otro, de
Tutankamón, y una última cámara contiene estatuas y cofres llenos de joyas.
Carter y Carnarvon acaban de realizar el descubrimiento arqueológico más
importante de todos los tiempos: la tumba intacta de un faraón, milagrosamente
preservada de los saqueos.
El año siguiente, después de ser picado
por unos mosquitos, lord Carnarvon contrae fiebre y su estado empeora
rápidamente. Es trasladado a El Cairo, donde muere el 5 de abril de 1923, a las
dos de la madrugada. En ese preciso instante, todas las luces de la ciudad se
apagan, la electricidad acaba de cortarse,
La prensa, que había oído los rumores
acerca de la advertencia hecha al momento de la apertura de la tumba, ve en
Carnarvon la primera víctima de la maldición. ¿Acaso no era el socio principal,
el verdadero responsable de haber violado el descanso real? Los acontecimientos
siguientes dejan felices a los periodistas, ávidos de sensacionalismo. Jorge
Benedite, egiptólogo que trabaja para el Louvre, muere después de haber
visitado la tumba y su homólogo norteamericano, Arturo Mace, sufre la misma
suerte; luego siguen el hermano y la enfermera de lord Carnarvon, el secretario
de Howard Carter... Se llega a contar hasta veintisiete muertes
"misteriosas", la mayor parte de ellas debido a enfermedades.
La apertura de la tumba de Tutankamón
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La
moda de la egiptología
Cuando Napoleón I desembarcó en Egipto
en 1798, además de los soldados, llevaba consigo numerosos eruditos. De allí
nació una ciencia nueva, la egiptología. El descubrimiento de la piedra
Rosetta, que tenía grabado un texto bilingüe, permitió a Champollion traducir
los jeroglíficos en 1822. Augusto Mariette descubrió en 1851 la necrópolis
subterránea de Menfis.
Durante todo el siglo XIX y hasta
principios del siglo XX, Egipto estuvo de moda. Europa y América se apasionaron
por el país y las expediciones arqueológicas se multiplicaron. Museos y
coleccionistas se peleaban los objetos antiguos a precio de oro y los viajeros
iban a admirar las pirámides y el Valle de los Reyes. En el Museo del Louvre,
nuevas salas acogían cada día más visitantes y, en 1831, el pachá Mehemet-Ali
regaló a Luis Felipe, dos obeliscos que adornaban la entrada del templo de
Luxor. Treinta y dos años más tarde, el jedive Ismael fundó el Museo de El
Cairo y Mariette fue su primer conservador; cuando éste falleció, Maspero ocupó
su lugar.
A partir de 1880, los ingleses
reemplazaron a los franceses, cuando Flinders Petries fundó la Sociedad de
Exploración de Egipto (Egypt Exploration Society). Después de la Primera Guerra
Mundial y durante la década de 1920, los investigadores retornaron a las
exploraciones con gran entusiasmo.
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