La mitología babilónica, sumeria y acadia comparte leyendas y dioses, epopeyas y héroes. Una de éstas nos narra una historia que tiene como protagonista a una divinidad lunar, la diosa del amor, el sexo y la guerra: El descenso de Ishtar a los infiernos.
Existen varias versiones del mito, sumerio, acadio o babilónico, pero ambas versiones comienzan con la muerte del amante de Ishtar: Inanna para los sumerios, llamado Tammuz por algunos y Dumuzi por otros, Dios de la floración de primavera. Tammuz murió durante una cacería en un desafortunado encuentro con un jabalí (símbolo de la lujuria) y Ereshkigal, diosa del infierno y hermana de Ishtar (de la cual Ereshkigal representa su sombra o parte negativa), hizo transportar sus restos a sus dominios antes de que ésta pudiese saberlo.
Ahogada en la ira y el dolor, Ishtar decidió descender al inframundo (lugar a donde los candidatos a la iniciación bajan para eliminar sus errores internos con la ayuda de la fuerza femenina) para reunirse con su amado, una idea que a la diosa infernal no le cayó muy bien, por lo que permitió la entrada de su hermana Ishtar con la condición de dejar una ofrenda en cada una de las siete puertas del tiempo.
En la primera puerta el demonio guardián obligó a la diosa a entregar sus sandalias, consideradas símbolo de la voluntad para luchar contra sí mismo. En la segunda puerta, debió dejar sus joyas, (cosas materiales). En la tercera puerta, entregó sus ropas, (el aspirante a la luz, tiene que despojarse de las cosas ilusorias de este mundo).
Necesitamos morir de instante en instante, de momento en momento, sólo con la muerte del Ego adviene lo nuevo.
Así como la vida representa un proceso de gradual y siempre de exteriorización o extraversión, igualmente la muerte del Yo es un proceso de interiorización graduativa, en el que la Conciencia individual, la Esencia, se despoja lentamente de sus inútiles vestimentas, al igual que Ishtar en su simbólico descenso, hasta quedar enteramente desnuda y despierta en sí misma ante la Gran Realidad de la vida libre en su movimiento.
En la cuarta, ofrenda los cuencos dorados que cubrían sus pechos, que significa renunciar a la sexualidad inferior para trabajar con una sexualidad superior.
En la quinta puerta, dejó su collar, éxtasis de la Iluminación. En la sexta puerta, sus pendientes y con ellos su magia. Y finalmente, en la séptima puerta, Ishtar se despojó de su corona de mil pétalos, que simbolizaba la divinidad.
Una vez completamente desnuda, símbolo de humildad, Ishtar pudo entrar en la Eternidad y rescatar a su amado, pero Ereshkigal (la que pone las pruebas) se arrepintió de haberle permitido el acceso y le prohibió la salida. Mientras tanto, en la tierra, la ausencia de Ishtar se sentía, las personas no se casaban y no nacían niños, por lo que los demás dioses tuvieron que intimar a Ereshkigal para que permitiese el regreso de la diosa del amor y la fertilidad Una vez que hubo recuperado todas sus pertenencias (virtudes), Ishtar regresó junto con su marido, ya purificado, y el mundo de los mortales volvió a la normalidad.
Otra versión nos cuenta que la ambiciosa diosa, ya desnuda (libre de las cosas ilusorias de este mundo) ante el trono de Ereshkigal, intentó ocuparlo, pero los siete jueces del mundo de los muertos le quitaron la vida y colgaron su inerte cuerpo de un gancho, (el aspirante debe vencer a los demonios de su inframundo aún a costa de su propia vida).
La muerte de la diosa significa pues, la muerte de su naturaleza errónea interior, pero luego fue rescatada por petición de los dioses (la divinidad siempre ayuda al estudiante en el trabajo de eliminación de su ego y su falsa personalidad).
En el mito del descenso de Ishtar a los infiernos, simboliza el curso de las estaciones y las etapas o eras por las que pasa el ser humano y se asemeja a los mitos griegos de Afrodita y Adonis y de Perséfone y Deméter
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