Los misterios más secretos escondidos en las mayores obras
de arte del Mundo.
La última cena, de
Leonardo da Vinci
Una pintura que
muestra a Jesús en la última cena con sus apóstoles y que se cree esconde
claves sobre el fin del mundo. Mediante un puzle matemático oculto, es posible
descifrar que, según Da Vinci, el fin del mundo se dará en el año 4406.
Muy bien, lo que estamos a punto de contarles es
endemoniadamente raro.
Miguel Ángel no era el único que se divertía ocultando cosas
en sus obras. Y quien más podría realizar algo así, más que otro genio del
mismo calibre que Miguel Ángel, les presentamos, por supuesto, a Leonardo Da
Vinci.
No, Da Vinci no ocultó nada parecido a la verdadera historia
de la descendencia de Cristo en criptogramas, rompecabezas o lo que sea.
Simplemente ocultó una canción en su obra La Última Cena.
Tal vez esos deliciosos rollos de canela esparcidos por la
mesa, sean en realidad notas musicales ocultas.
De hecho, no sólo los panes, sino también las manos de Cristo
y de sus apóstoles. Un músico descubrió que, dibujando un pentagrama a través
de la pintura, las manos y los panes parecían alinearse perfectamente como las
notas de una pequeña composición. Asumiendo, por supuesto, que las notas se
lean de derecha a izquierda, que era como Da Vinci escribía. ¿No nos creen?
Escuchen:
Incluso los escépticos reconocen que la armonía de la
melodía es demasiado perfecta como para tratarse de una simple coincidencia.
Después de todo, Da Vinci fue la máxima expresión de lo que llamaríamos un
‘Hombre del Renacimiento’, y uno de sus muchos, muchos talentos, era la música.
Pero esta locura no termina ahí. La misma persona que
descubrió la música, asegura que la pintura contiene pistas para determinar el
ritmo, e incluso la duración de cada una de las notas. Así que técnicamente el
primer álbum que contenía mensajes ocultos en su música, fue: La Última Cena.
Bien hecho Leonardo… bien hecho.
El pequeño Mozart, de Pietro Antonio Lorenzoni
Un retrato que nos muestra a Mozart a los 6 años parece bastante inocente, pero quienes lo analizaron creen ver allí signos que apuntan a la masonería, como las manos escondidas. Mozart, que tenía amigos cercanos dentro de la masonería, también habría sido parte de esta orden de privilegiados y que podrían considerarse entre los illuminati de la historia.
La Madonna con San
Giovannino, de Domenico Ghirlandaio
Una pintura que retrata a María con un Jesús bebé en su
regazo y un ángel detrás, es de las más controvertidas y no desde un aspecto
religioso. No son pocos los que han notado que, por sobre el hombro de María en
que se supone hay un paisaje, se puede ver un ovni muy detallado e iluminado
por el sol.
La anatomía oculta en las obras de Miguel Ángel
En La creación de
Adán, de Miguel Ángel, Dios está representado como un hombre mayor, de barba
blanca y vestido con una túnica vaporosa; a su lado aparecen, presumiblemente,
ángeles, y con su brazo izquierdo rodea a una figura femenina, probablemente Eva,
quien espera su turno para ser dotada de la divinidad de Dios.
Adán, el primer hombre sobre la Tierra, aparece recostado,
estático, mientras su brazo izquierdo se extiende para conectar con el dedo de
Dios, y recibir con ello la chispa de la vida.
Esta pintura al fresco que el renacentista Miguel Ángel
realizó entre 1508 y 1512 como parte de las obras de la Capilla Sixtina,
representa el episodio del Génesis, el primer libro conocido en el Antiguo
Testamento en el que se describe la creación del mundo y del hombre por obra de
Dios.
Como coetáneo de Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel tuvo
especial interés en la anatomía humana y los desnudos. Diseccionó cadáveres
para estudiar el cuerpo y su estructura, y los conocimientos obtenidos los
llevó a sus obras, un ejemplo es el David y, en general, su perfección para
modelar la piedra, como el mármol, y la arcilla. Su experiencia como escultor
le otorgó un entendimiento absoluto de la figura humana, el que trasladó a La
creación de Adán, en la Capilla Sixtina. Dios y Adán aparecen en la misma
postura en alusión a la sentencia en el Génesis que anuncia que “Dios creó al
hombre a su imagen y semejanza”, sin embargo sus posiciones espaciales son
distintas en representación del lugar que cada uno ocupa en el imaginario: Dios
flota y se ubica ligeramente arriba de Adán, quien está recostado sobre la
Tierra.
Esta primera lectura de una de las obras de arte
fundamentales y mayormente reconocidas en el mundo es resultado de los
conocimientos que se tienen del contexto en el que el renacentista llevó a cabo
el fresco, además de sus estudios en anatomía y la representación del libro del
Génesis. No obstante existen diversas teorías que apuntan a un simbolismo
escondido en la pintura, específicamente sobre la figura de Dios. La más
popular es la que el médico Frank Meshberger publicó, en 1990, en la Revista de
la Asociación Médica Norteamericana. Meshberger especula que la especie de
cúpula que cubre a Dios y sus ángeles es en realidad la representación del cerebro
humano, lo que significaría que Miguel Ángel interpretó a Dios no sólo como
dador de vida, sino que entregó al hombre una inteligencia suprema. Esta
hipótesis la fundamenta en la faceta de Miguel Ángel como anatomista.
Dos décadas después de la teoría de Meshberger, los expertos
en Neuroanatomía, Ian Suk y Rafael Tamargo, publicaron en la edición de mayo de
2010 de la revista científica Neurosurgery, nuevos hallazgos que desmenuzan la
obra de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, específicamente sobre el primer
fresco de la serie Génesis: La separación de la luz y las tinieblas.
La separación de la luz y las tinieblas es la primera de las
nueve escenas del Génesis representadas en la bóveda de la capilla. El fresco
alude al primer día de la creación cuando Dios “hizo la luz” y la llamó día por
considerarla “buena”; la apartó entonces de la oscuridad, a la que llamó noche.
Miguel Ángel pintó a Dios visto desde abajo, en escorzo y
con los brazos levantados. Sobre él parece que el cielo se abre y las nubes
dejan pasar la luz, aunque ésta sólo apunta a una dirección, dejando una zona
en penumbra. Suk y Tamargo descubrieron que justo en el cuello, en la extensión
de la garganta, se puede ver la representación precisa de la médula espinal y
un aparente cerebro humano.
Para los neuroanatomistas Miguel Ángel encriptó en el cuello
de Dios un cerebro en el que se identifican un quiasma óptico, el puente
troncoencefálico, llamado puente de Varolio, el lóbulo temporal, las pirámides
del bulbo raquídeo y un pedúnculo cerebral. Esto justificaría las
irregularidades anatómicas en la creación del cuello de Dios, pues no concuerda
que siendo Miguel Ángel un experto en anatomía y en el manejo de la luz, haya
pintado con tal deformidad la sección que conecta la cabeza con el torso. Suk y
Tamargo sostienen que es esto un mensaje oculto que el renacentista plasmó en
las protuberancias sobre el cuello de Dios, el que además, iluminó de forma
determinante para convertirlo en el centro de atención.
Pero no sólo es la identificación de un cerebro lo que este
par de investigadores, señalan, se descubre en el fresco. En el manto que viste
Dios y cae sobre su torso se aprecia lo que parece la médula espinal, misma que
asciende hacia su cuello y se conecta con el cerebro.
Estas aportaciones acuñadas por Suk y Tamargo continúan los
supuestos que Meshberger identificó en La creación de Adán sobre un cerebro
humano que envuelve la figura de Dios. Meshberger señaló el cerebelo, la
glándula pituitaria, la arteria vertebral, la médula espinal y la cisura de
Silvio.
El debate surge por sobre si Miguel Ángel pintó de manera
consciente estas representaciones de la anatomía humana ancladas a su profundo
conocimiento de las mismas, o si sólo son las abstracciones de tres individuos
que, empeñados en dotar de simbolismos las obras renacentistas, intentan
confrontar el conocimiento (en la figura de Miguel Ángel) con la autoridad de
la iglesia. Además, siempre existe la posibilidad de que estos se hayan
aventurado a hacer teorías sobre la identificación de cerebros por su formación
como neuroanatomistas.
Sobre si Miguel Ángel hizo una declaración visual de que no
es gracias a Dios que el hombre es poseedor de razón e inteligencia, sino es
por la estructura regida por el cerebro, eso sólo lo supo el artista. Las
especulaciones dan paso a un sinfín de interpretaciones, pero, indudablemente,
la capacidad magistral de Miguel Ángel para combinar las esferas de la
religión, la ciencia y la fe lo convierten en uno de los mejores artistas de su
tiempo.
Mona Lisa, de Leonardo Da Vinci
Un genio no solo en el arte, sino que en la ciencia,
Leonardo Da Vinci fue una de las mentes más privilegiadas de la historia y en
La Gioconda, más conocida como la Mona Lisa, hay mucho más que una sonrisa
difícil de describir. Quienes analizaron la obra ven números escondidos así
como también iniciales. Se cree que Da Vinci dejó pistas de un código secreto
en varias de sus obras.
Con sede en el Museo del Louvre en París, Francia, números y
letras aparecen en toda la pintura, desde las iniciales del pintor en el ojo
derecho con el número 72 en el arco del puente en la parte posterior. Algunos
también argumentan que la pintura se pudo haber hecho en la década de 1490,
debido al número 149 en la parte posterior de la imagen, con un cuarto dígito
borrado.
De acuerdo con los científicos, Da Vinci hizo ‘inalcanzable’
la sonrisa de las mujeres de sus pinturas tras mezclar hábilmente los colores y
explotando de esta manera la visión periférica del espectador. Gracias a esta
técnica, bautizada ‘sfumato’, la forma de la boca del sujeto parece cambiar
según el ángulo y punto de vista.
Así, si se observa la pintura directamente, la inclinación
de la boca mira hacia abajo, mientras que a medida que el ojo se mueve hacia
otro lugar la boca parece tomar un giro hacia arriba, creando una sonrisa que
solo puede ser vista indirectamente, al igual que la de la Mona Lisa.
Los investigadores señalan que muchos artistas intentaron
imitar el truco creado por Da Vinci, pero ninguno logró repetir el éxito de ‘La
Gioconda’.
Da Vinci utilizó una técnica que refleja una ilusión óptica,
fue denominada la 'sonrisa intocable''.
El profeta Zacarías,
de Michelangelo
Uno de los frescos
que adornan la Capilla Sixtina y que guarda varias obras, algunas de ellas
dedicadas a profetas. Pese a no ser una de las más destacadas, la del Profeta
Zacarías es tan importante como curiosa. En esta obra, el autor no habría
pensado en el profeta Zacarías, sino que en el Papa Julio II, con el cual tenía
una pésima relación, y los ángeles que se ven detrás del personaje, estarían
insultándolo con el clásico gesto del dedo medio levantado. Un mensaje sutil
que seguramente le causo placer a Michelangelo.
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