Si hasta ahora no nos ha quedado nada claro el cuándo,
cómo y quién construyó la Gran Pirámide, el tratar de hablar de para qué uso se
destinó, resulta totalmente gratuito por faltarnos las referencias suficientes
que nos puedan dar alguna pista medianamente fiable. Existe una larga lista de
posibles aplicaciones, aunque la que prevalece, como no podía ser de otra
manera, es la de su utilización como monumento funerario o como teoría más
atrevida entre los círculos oficiales, la de estar destinada a ritos y celebraciones religiosas de carácter especial.
Para investigadores como Pedro Guirao, la Gran Pirámide
fue diseñada según los principios de la Geometría Hermética de Hermes-Toth.
Constaría de una parte energética positiva y de otra negativa para facilitar la
comunicación entre nuestra dimensión y otras.
A nosotros particularmente se nos antoja un tanto difícil
y extraño, el paso de una pomposa comitiva de sacerdotes medio arrastras por
los tortuosos pasajes y galerías que recorren la Gran Pirámide, pasillos de un
metro de ancho y poco más de altura, no resultan los más apropiados para ningún
tipo de rito o celebración.
Incluso el paso del difunto faraón por estos exiguos
corredores se aproxima más a una película de los hermanos Marx que a cualquier
ceremonia que podamos imaginarnos, pongamos por ejemplo, en el grandioso Templo
de Karnak.
Con la técnica y perfección demostrada por los
arquitectos egipcios, ¿qué más les hubiera dado hacer las galerías de mayor
tamaño, más acordes con la grandeza de su faraón o de los dioses a los que
adoraban?.
Nada de lo realizado en la Gran Pirámide parece escapar a
un diseño premeditado por parte de sus constructores. Alineaciones y medidas
parecen estar milimétricamente dispuestas, obedeciendo a un plan maestro
totalmente desconocido para nosotros.
Si los antiguos egipcios eran capaces de mover moles de
800 toneladas, ¿qué dificultad habrían tenido en hacer pasajes más holgados y
solemnes para el paso de sus comitivas funerarias o religiosas? ¿Por qué la
Gran Galería tiene una altura desproporcionada respecto al resto de los pasajes?
Y los muertos ¿Dónde
están?
Esta pregunta nos la tenemos que plantear por la sencilla
razón de que jamás se ha encontrado ningún difunto en el interior de una
Pirámide. La solución a esta incógnita ha sido siempre resuelta culpando a los
ladrones de tumbas, que no sólo robaban las joyas y demás riquezas, sino que
extraían el cadáver para ultrajar su memoria.
Esta teoría no deja de tener gran parte de lógica. Son
muchos los años transcurridos para haber dado la oportunidad a diferentes
generaciones de ladrones y saqueadores de barrer con todas las riquezas
depositadas en el interior de tumbas y pirámides. Ahora bien, como toda teoría
tiene un pero.
Al igual que ha habido tumbas que han sido descubiertas
intactas, sin señal alguna de saqueo, como sería el famoso caso de la Tumba de
Tutankhamón en el Valle de los Reyes, también han aparecido pirámides en las
mismas condiciones de inviolabilidad.
Para otros investigadores, como es el caso de Alan F.
Alford, la Gran Pirámide no es más que un gigantesco generador energético a
modo de central nuclear.
Sekhemjet, otra
pieza que no encaja
Sekhemjet, fue uno de los últimos faraones de la III
Dinastía, que siguiendo la moda impuesta por Zoser, hizo construir su pirámide
en la necrópolis de Sakkara, allá por el año 2.600 a.C. Se desconoce
exactamente si llegó a finalizar la estructura completa de la pirámide o bien
si ésta fue reutilizada posteriormente por sus sucesores, sirviendo sus bloques
para nuevas construcciones.
Sarcófago de Sekhemjet
|
El caso es que la cámara funeraria subterránea quedó en
el más completo de los olvidos durante miles de años hasta que en 1.951, el arqueólogo Zakaria Goneim descubrió entre
los cascotes de la pirámide, la puerta de entrada. Para poder acceder a la
cámara funeraria, fueron necesarios casi tres años de limpiezas de escombros
acumulados en el corredor de bajada, lo que nos dará una idea de la dificultad
que hubieran encontrado posibles ladrones.
La flor y nata de la egiptología, política, medios de
comunicación y curiosos, se dieron cita el día 8 de marzo de 1.954, para poder
ver por fin el cadáver de un faraón en el interior de una pirámide, la prueba
definitiva con la que callar de una vez por todas a aquellos “intrusos” y
“alucinados”, que habían osado poner en duda las afirmaciones de la egiptología
oficial.
El mismísimo señor Ministro de Cultura de Egipto, tuvo el
honor de dar el último mazazo sobre el muro que daba acceso a la cámara
funeraria, donde se encontró un imponente sarcófago de alabastro rodeado de
joyas y otros restos del ajuar funerario, y un sorprendente ramo de flores, que
aún marchitas por el paso de miles de años, yacían sobre la parte superior del féretro.
El perfecto estado del sarcófago, realizado en un sola
pieza de un gran grosor, con una puerta corredera, provoco retrasar la
operación de apertura de éste, hasta el 26 de julio. Este retraso aumentó más
el interés entre los medios de comunicación y la opinión pública, que siguieron
expectantes el gran acontecimiento.
En el día señalado, los más modernos equipos de
conservación para recibir a tan importante invitado de 4.600 años de
antigüedad, se quedaron mudos de sorpresa cuando el propio Zakaria Goneim, tras
introducir su cabeza en el interior del sarcófago, aseguraba desconsolado que,
no había nada ni nadie en el interior del féretro. Posteriores análisis
químicos reafirmaron categóricamente la total ausencia de restos orgánicos.
Entonces…, ¿dónde estaba el muerto?.
Y de nuevo volvemos al terreno de la especulación
(¿cuántas veces van ya?), al tratar de averiguar el verdadero uso de las
pirámides, y más concretamente el de la Gran Pirámide.
A menudo se asegura (no deja de ser una huida hacia
adelante) que las pirámides sólo eran las tumbas de las almas de los difuntos
faraones, y que sus cuerpos eran depositados en otro lugar. Parece que el
sentido pragmático de los antiguos egipcios era totalmente nulo, y que el
sustento diario les venía regalado del cielo, porque sino, no se entiende una
tumba de 2.500.000 de bloques de piedra, y la ruina de un estado y toda una
dinastía real como una y otra vez nos aseguran que sucedió con la locura de
Keops y compañía.
Conclusiones
Tumba, templo, biblioteca en clave del saber humano,
reactor nuclear, baliza para naves espaciales, generador de energías
desconocidas o simple montón de piedras producto de la locura del hombre, la
Gran Pirámide, sea cual sea su función o funciones sigue constituyendo uno de
los enigmas de mayor envergadura al que el hombre se puede enfrentar. Lo es
ahora y lo fue también en tiempos de Heródoto, Diodoro de Sicilia o Napoleón.
Su inmensa figura recortada por el cielo de la meseta de
Giza, desafía la lógica humana y se burla siglo tras siglo de todas las
conclusiones precipitadas de aquellos que tratan de amoldar sus formas e
historia a su conveniencia, conocimientos y prejuicios de cada época.
Y nosotros…, ¿no nos mojamos?, ¿no damos nuestra
opinión?, ¿preferimos seguir criticando a diestro y siniestro sin aventurarnos
a formalizar una teoría como el que más?.
Sólo podemos asegurar:
- Que existen suficientes indicios que señalan a la Gran Pirámide, como la primera y más antigua pirámide de Egipto.
- Que Keops no fue su constructor, por lo que su datación en la IV Dinastía es totalmente errónea.
- Que su diseño, al igual que otros monumentos asociados al Antiguo Imperio, nada tienen que ver con el resto de los existentes en Egipto, y que denuncian el uso de unos conocimientos y una tecnología, que nos llevan a sospechar cualquiera de los tres siguientes puntos, y que son parte de la filosofía de organizaciones como la Ancient Astronaut Society, fundada a mediados de los años setenta por Gene M. Phillips:
- Existió en la antigüedad una civilización totalmente desconocida para nosotros, con un alto desarrollo cultural y tecnológico.
- Hace miles de años, la Tierra fue visitada por alguna civilización exterior a nuestro planeta. Su paso dejo huella en distintas civilizaciones antiguas en forma de tecnología y conocimientos que fueron involucionando progresivamente, tras la marcha de estos visitantes.
- La combinación de ambos puntos anteriores.
El uso y la utilización de la Gran Pirámide, vendrían
pues determinados por las necesidades de esta civilización desconocida y que
nuestra lógica, factor determinante para la creación de nuestros parámetros
técnicos y culturales de enjuiciamiento, no son capaces de asimilar.
Creemos pues, que sólo una revisión en toda regla de
nuestra historia y de sus enclaves arqueológicos más importantes, serían
capaces de arrojar algo de luz a nuestro pasado, y por qué no, también a
nuestro futuro.
Sabemos que por infinidad de lastres religiosos,
políticos, económicos y demás intereses que nuestra sociedad mantiene, hoy por
hoy, cualquier tentativa revisionista, no deja de ser más que una utopía.
¿Era la gran pirámide
un reactor termonuclear?
Es difícil encontrar sobre la faz de la Tierra un
monumento que concentre en torno a él tantas incógnitas. Ya los viajeros de la
época clásica se confesaban incapaces de interpretar la escritura grabada en la
Gran Pirámide. El correr de los siglos no hizo más que incrementar los intentos
por descifrar sus enigmas: quién la levantó y con qué finalidad, si fue o no
una tumba, si sus aristas apuntaban a una determinada constelación planetaria…
Las últimas investigaciones señalan que fue construida mediante una tecnología
inimaginable hoy en día. Sus muros se trazaron de forma que ninguna fisura
pudiera dejar escapar nada al exterior. ¿Qué experimentos se realizaron allí?.
Según diferentes investigadores, en la Gran pirámide se trabajaba con energía
nuclear y se utilizaba para ello un complejo sistema de canales de ventilación
que servirían para evacuar la presión y evitar una explosión en cadena. La
energía producida podría servir como combustible para determinado tipo de
naves. Por otra parte, las medidas de otro de los enigmas más inquietantes de
la historia, el Arca de la Alianza, construida por Moisés siguiendo las
indicaciones de Yahvéh y muy parecida a otro tipo de arcas egipcias, encajan
con asombrosa exactitud en el tanque de granito de la Cámara del Rey.
¿Tecnología nuclear en el Egipto predinástico? ¿Cómo y para qué?
Gran Pirámide de Giza |
Afrontando el desafió
La Gran Pirámide alberga el legado de antiguos
conocimientos que se desarrollaron en las riberas del Nilo mucho antes de la
existencia del propio Egipto. Como en ningún otro lugar del planeta, los
hombres, generación tras generación, han buscado allí tesoros materiales o
intelectuales, afrontando un desafío descomunal: descubrir el propósito del
arquitecto de la Gran Pirámide; todo esto a pesar de que los arqueólogos menos
imaginativos han clasificado el monumento como una tumba y nada más.
En la meseta de Giza, entre un paisaje monocromático de
tonos ocres, emergiendo de la arena del desierto, se levantan orgullosos casi
tres millones de bloques de piedra que pesan cada uno entre dos y sesenta
toneladas. Y pese a tan colosales proporciones, sus errores de nivel,
angulación, orientación y simetría se cuentan sólo por milímetros. Para los
historiadores griegos y romanos, y también para la arqueología oficial, fue una
ostentación de locura y riqueza realizada sin máquinas, por medio de la fuerza
bruta, y su perfecto acabado se logró por mera casualidad, aduciendo para ello
que la ciencia matemática se inició en Grecia, mientras que en Egipto sólo
existía una geometría incipiente comparable a un nivel de enseñanza primaria.
Una escritura
desconocida
El interior de la pirámide parece encontrarse en el mismo
estado en que lo hallaron los árabes en e laño 820. Aunque el cofre de granito
rojo es su único elemento decorativo, la ausencia de ornamentos no hace sino
engrandecer su interior. Nada queda de todo lo que pudieran haber contenido la
Cámara del Rey, la de la Reina y la del Caos. Uniendo las tres, hay canales
diminutos de significado ignoto, pasajes estrechos que humillan más que
dignifican al hombre que los recorre. La Gran Galería, impresionante de tamaño,
empequeñece el orgullo cuando uno se enfrenta a lo solemne en la más absoluta
soledad. Cuarenta y seis interminables metros de muros, perfectamente
paralelos, constituyen la obra magna de la ingeniería pétrea. Todo un entramado
que no guarda ni un solo jeroglífico, ni una sola inscripción, ni el más mínimo
relieve realizado por la mano de los constructores en ninguno de los 2.800.000
bloques de piedra, en los casi tres millones de metros cúbicos de roca, en los
siete millones de toneladas de piedra erigidos como homenaje a la mística, a la
ciencia o a la locura.Sin embargo, Abd-al-Latif, historiador árabe del siglo
XIII, dijo que en los bloques de revestimiento estuvieron grabados, con
caracteres ininteligibles, un gran número de inscripciones. Herodoto, quien
contempló la pirámide hacia el año 440 a.C., comenta los mismos signos, cuya
interpretación era para él tan desconocida como para el guía que le acompañaba.
Y resulta raro que el significado de las inscripciones fuese un misterio, pues
en la época de Herodoto aún se traducían jeroglíficos, como pudo comprobar ese
historiador cuando se introdujo en los ritos isíacos de la mano de los
sacerdotes de Sais, quienes dominaban los caracteres escritos del Egipto
milenario, como demuestra la piedra Roseta, escrita en hierático, demótico y
griego. Por tanto, la escritura que recubría los bloques de revestimiento de la
Gran Pirámide era desconocida para los egipcios.
El templo de Isis
Una antigua inscripción jeroglífica denominada «La Estela
del Inventario» narra cómo la Gran Pirámide estaba ya edificada en tiempo de
Keops y era llamada «Templo de Isis». Los grandes dignatarios extranjeros
visitaban el «monumento de los antepasados». La idea generalizada de que la
Gran Pirámide es la tumba de Keops puede ser cierta, ya que la misma estela
cuenta que el faraón se hizo enterrar junto a ella o dentro de ella. Además,
existen pruebas que avalan la teoría de que el monumento fue habilitado por
Keops con fines propios. A este respecto, hay que tener en cuenta algunas
consideraciones. En primer lugar, se aprecian en la pirámide las manos de dos
maestros de obras: uno de ellos, el arquitecto original, que trabajaba a la
milésima de milímetro; el otro, menos minucioso, ha dejado su impronta en lo
que bien pudiéramos considerar los trabajos de Keops dentro de la pirámide.
Entre sus obras se encuentran las 28 entalladuras que recorren la Gran Galería,
realizadas de un modo imperfecto, con prisas, apartándose de la meticulosidad
con que está construido el monumento. Este número de entalladuras ha despertado
la atención de los egiptólogos, ya que Keops era, precisamente, el
vigesimoctavo rey después de Menes, según la correlación de dinastías de
Manetón. Se desprende de ello que la Gran Galería sería un homenaje a los
antepasados del faraón.
Este argumento está avalado por dos antiguos autores
árabes. Abu Ya’kub escribió que «allí se encuentran pinturas y estatuas
yacentes o de pie y otras muchas cosas, de las que no se conoce el
significado». Ibrahim Uasif Sha relató que en la pirámide oriental se habían
guardado las estatuas de los abuelos de Keops. Las huellas de martillos a todo
lo largo de la Gran Galería y situadas sobre el tercer saledizo pueden cubrir
alguna antigua inscripción o los nombres de reyes pasados.
Quizás fuese éste el motivo por el que el faraón Keops
fue odiado por su pueblo -según narraron a Herodoto- por haber utilizado este
antiguo «Templo de lsis» como lugar donde construir su tumba. En dinastías
posteriores, posiblemente durante la VI, la Gran Pirámide fue saqueada por un
pueblo dirigido por los sacerdotes, que destruyeron todo lo que Keops hizo en
el interior del monumento, intentando incluso que su nombre desapareciera de
los anales del imperio. Por eso el faraón resulta para la arqueología un
perfecto desconocido, del que sólo ha subsistido una pequeña estatua de nueve
centímetros de alto que se conserva en el Museo de El Cairo. La Gran Pirámide
quedó destripada y desierta durante más de 2.000 años, hasta el advenimiento de
Ramsés II. Una inscripción grabada en la roca, frente a la cara norte de la
pirámide de Kefrén, nos dice que el Superintendente de los Trabajos, Mai,
«Grande del Templo de Maat», y el Intendente de los Trabajos del Templo de Amón
en Tebas, Seanj-Pa, trabajaron en la reparación de las dos grandes pirámides de
Giza. Bajo la inscripción se encuentra el mismo signo misterioso que se puede
observar en el techo de la Cámara del Caos. Es decir, que en tiempos de Ramsés
II se emprendieron trabajos en la Gran Pirámide con objeto de poner a punto su
interior y de seguir celebrando allí las iniciaciones isíacas.
Ramsés II reestableció un colegio de sacerdotes destinado
a las tres pirámides, haciendo que recobraran su papel de templo solar. Así
parece indicarlo la inscripción descubierta por Reisner en la mastaba de Pen
Meruu, en Giza, que utiliza el determinativo de los templos solares para
referirse a la Gran Pirámide. Los autores árabes relatan las peregrinaciones
que llegaban hasta la meseta de Giza desde todos los países de la Tierra, en
especial desde la Arabia Yemení, ya que los sabeos eran adoradores del Sol. Los
sacerdotes de Ramsés II limpiaron todas las estancias destruidas en anteriores
expoliaciones. La Gran Pirámide debió conservarse intacta hasta los siglos XII
o XIII. Por aquel tiempo se sucedieron en Egipto enormes terremotos que
asolaron el país. Los árabes construyeron su nueva capital, Al Kaherah, que
significa «La Victoriosa». Durante muchos años, se fue retirando el
revestimiento que cubría la pirámide. La noticia de la ausencia de tesoros se
extendió entre los expoliadores y la Gran Pirámide quedó abandonada. Las
expoliaciones del revestimiento de los siglos XII y XIII y la arena del
desierto acumularon grandes montañas de escombros de más de treinta metros. Fue
en el Renacimiento cuando se avivó el interés por la ciencia y las cámaras y
pasadizos fueron limpiados. La Gran Pirámide empezó a mostrar sus misterios.
¿Quién levanto la
gran pirámide?
Los viajeros de la época clásica ya manifestaron su
sorpresa ante la ausencia total de dispositivos tecnológicos relacionados con
la construcción de las pirámides. La arqueología, desconocedora a veces de la
física, la geometría o las matemáticas, ha intentado, con poco acierto,
explicar los cómos y los porqués de tan ciclópea construcción. Y desde que en
el siglo XIX se descubrieran las relaciones de la Gran Pirámide con los números
Pi y Fi se inició una frenética carrera hacia la interpretación de sus medidas,
dando como resultado las más insólitas explicaciones. En pulgadas, en yardas,
en metros, en litros o en varas, las mediciones conducían a la explicación del
presente, del pasado y del futuro, no faltando quien achacaba a errores de
construcción los datos que fallaban en su teoría. Otros, incluso, no dudaron en
limar alguna arista para que sus elucubraciones resultasen refrendadas con
mayor precisión.
Entre la fantasía y la realidad, muchos autores crearon
escuela. Fueron tratados como auténticos iluminados, pues pretendieron haber
accedido a los secretos herméticos y hasta divinos que encerraría esta «biblia
de piedra». Otros les tacharon, simplemente, de majaderos. Y todo este asunto
es de lamentar, especialmente porque pueden hacer dudar, o provocar el
descrédito, sobre teorías infinitamente más serias acerca de uno de los mayores
misterios del pasado.
El pensamiento científico adquiere formas ajenas a la
lógica e, inclusive, contrarias al sentido común. La ausencia total de
referencias a la ciencia y la tecnología en las excavaciones, inscripciones y
textos egipcios ha sido interpretada como prueba de que aquel pueblo no poseyó
ningún género de tecnología y vivió en una ignorancia científica total. Y es
una conclusión obligada si se tiene en cuenta que la primera rueda encontrada
pertenece a la XII dinastía, la primera plomada a la XVIII, los primeros textos
astronómicos aparecen en sarcófagos de la XI dinastía, el Papiro Rhind, de la
dinastía XIII, tiene un nivel científico correspondiente a la escuela elemental
y los primeros cuchillos de hierro corresponden a la XXVI dinastía.
En términos concretos, la documentación arqueológica nos
muestra una civilización que avanzaba dificultosamente por el camino de la
ciencia y que al cabo de 3.000 años de evolución todavía necesitaba importar de
Grecia los pocos conocimientos que llegó a poseer Si admitimos que la Gran
Pirámide no pudo ser construida por los egipcios de la IV dinastía, nos tenemos
que plantear entonces otro tipo de hipótesis que puedan explicar la tecnología
empleada y el uso que se le dio a la misma.
Un recinto herméticamente
cerrado
Están contabilizadas más de cien pirámides a lo larga del
Nilo, situadas siempre en su ribera occidental, pero una destaca por tamaño,
proporciones, conservación y perfección. Es la Gran Pirámide, la única gran
maravilla del mundo antiguo que se conserva.
Con las 114 pirámides censadas en Egipto se pueden hacer
dos grupos: las cinco de la IV Dinastía (tres en Giza y dos en Dashur) y todas
las demás. Estas 109 pirámides restantes no ofrecen problemas tecnológicos y no
cabe duda de que fueron erigidas por la cultura faraónica, ansiosa de emular a
las otras cinco, las que se encontraron los primeros egipcios que llegaron a
las riberas del Nilo.
Las cinco pirámides atribuidas a Snefru, Keops, Kefrén y
Micerinos no sólo hay que separarlas del conjunto a causa de su envergadura y
perfección, sino también porque no contienen en su interior la más leve pista
de cuándo fueron edificadas, ni por quién, ni con qué motivos. Por el
contrario, todas las demás pirámides e incluso las tumbas de la IV Dinastía
están repletas de jeroglíficos, esculturas y relieves que hacen fácil su
datación. Y si ello es así, también su utilidad puede ser diferente. Se han
barajado teorías para todos los gustos, según la particular visión de cada
investigador. Como posibles funciones de las pirámides estarían el de servir
como antenas emisoras-receptoras, como hitos geodésicos, como almanaque de
tiempos pasados y futuros, como templo de iniciación, como archivo de
conocimientos de civilizaciones desaparecidas o como observatorio astronómico.
Tal vez no sean nada de ello, o quizás sean todo eso a la vez. Pero hay más,
porque si convenimos en que la Gran Pirámide no fue edificada por los egipcios,
tendríamos que considerar a los constructores como poseedores de una tecnología
desconocida incluso en nuestra moderna era espacial.
Uno de los problemas que plantea la Gran Pirámide es el
hecho de que vulnera el principio de economía en cuanto al trabajo empleado.
Esto se comprende fácilmente observando nuestro alrededor. Nuestra actual
industria es capaz de realizar losas anguladas perfectas y nuestros albañiles
están capacitados para unirlas en íntimo contacto, pero el principio de
economía señala que tal alarde sería una completa tontería, ya que
multiplicaría por diez las horas trabajadas, con el consiguiente aumento de
tiempo y dinero invertidos. Por tanto, el resultado es el que podemos ver, por
ejemplo, en todos nuestros modernos cuartos de baño: después de alicatada la
pared se aprecia que entre azulejo y azulejo hay a veces una separación de
hasta, varios milímetros, que luego se tapa con una lechada de cemento que
simula una junta perfecta. Es decir, poseemos una técnica que nos permite rozar
la perfección, pero no interesa emplearla. Distinto es que se revista con
cerámica una nave espacial; entonces sí es necesario el íntimo contacto de las
piezas para evitar el calor producido por el rozamiento cuando la nave choca
contra la atmósfera. En la Gran Pirámide trabajaron sin que importara el
principio de economía. y, además, sin motivo aparente, ya que para una tumba no
hacía falta tal derroche de técnica. La única respuesta coherente es que si en
las juntas de los bloques de revestimiento de los corredores y de las cámaras
no cabe ni el filo de una cuchilla de afeitar, es porque el constructor
necesitaba que el conjunto fuera hermético.
Tecnología de alta
precisión
Los pocos bloques de revestimiento que aún se encuentran
en la cara norte delatan su estampa inicial. Hoy sólo quedan en su lugar tres o
cuatro. En su origen tuvo 27.000, perfectamente encajados y pulidos. Como
realización tecnológica de alta precisión no existe nada en el mundo entero que
iguale este revestimiento calcáreo. La tarea parece imposible. No existen sobre
el pavimento huellas de arrastre, ni tampoco puntos de engarce para grúas o
cuerdas. Además, para mayor asombro, colocaron en las juntas yeso de rápido
fraguado, que obligaba a colocar el bloque al primer intento, sin posibilidad
de efectuar posteriores movimientos.
En la actualidad, para las mejores «escuadras
normalizadas» por la industria moderna, norma DIN875, se admiten errores de más
o menos 0,03 mm por metro, cantidad algo superior a los errores de angulación y
paralelismo de la obra egipcia. Como los mejores instrumentos no ópticos miden
con errores de más de 300″, se demuestra que los egipcios debieron poseer
instrumentos ópticos y, además, de alta precisión, ya que el anteojo de
autocolimación corriente, por ejemplo, da errores del orden de los 5″.
La construcción de cada uno de los bloques de
revestimiento, de 20 metros cuadrados de superficie, es una tarea equivalente
al pulido del espejo del telescopio de Monte Palomar. Para comprender la
magnitud de la obra egipcia bastará observar que SE fabricaron 27 000 de estos
bloques. Lograron, hace miles de años, producir en masa lo que la industria
moderna sólo produce a escala artesanal.
La agrimensura moderna, conducida por teodolitos,
cronómetros y tablas astronómicas, admite para el cierre de polígonos un error
del 0,3 %, que corresponde a un error de 10′ traducido en error angular Ningún
procedimiento propuesto ha logrado explicar cómo consiguieron los egipcios tal
exactitud. La pirámide de Kefrén tiene el mismo error de orientación que la
Gran Pirámide, es decir, 5′ 31″. Y cabe preguntarse por qué orientaron a ambas
con la misma desviación, cosa no imputable a la casualidad, Los antiguos
egipcios tuvieron el equipamiento necesario para edificar una base de 53.000
metros cuadrados con una orientación de 0° 0′ 0″.
Es evidente, entonces, la completa disociación entre una
ciencia avanzada y lo que aparece en sus pinturas y escritos. La diferencia
entre el análisis arqueológico y el análisis tecnológico llega al extremo de
mostrarnos dos mundos heterogéneos que marchar en sentido inverso: uno que
aprende con lentitud otro que olvida rápidamente. Lo que supuestamente surge en
los inicios de la civilización egipcia pudiera no ser el producto de una
generación espontánea sino el final de una trayectoria de tradición. Y como
esto no es posible, pues la tecnología de las tribus nilóticas sólo llegaba a
producir puntas de flechas de sílex, hay que pensar en otra civilización más
desarrollada incluso que la nuestra, de origen atlante o, quizás,
extraterrestre.
La cámara del rey:
¿laboratorio geotérmico?
Cámara del Rey y cofre de granito |
No cabe duda de que la meseta de Giza está edificada y
dispuesta de tal modo que sigue a la perfección un plan preciso. Pese a que
algunos arqueólogos piensen que cada faraón situó su pirámide al libre
albedrío, las relaciones geométricas entre todos los monumentos de Giza
corresponden a un intrincado proyecto que aún está por descubrir. Pero si las
nueve pirámides de Giza fueron construidas por el mismo arquitecto, debemos
pensar que a la Gran Pirámide la dotó de una particular técnica que dejó
absolutamente aislado su interior del exterior. Porque, según todos los
indicios, tan colosal monumento sirvió como factoría de una energía muy
especial.
El tanque de granito es más grande que los corredores que
llegan hasta la Cámara del Rey. Los violadores de tumbas pudieron llevarse todo
el ajuar que encontraron (momia incluida, oro y riquezas en abundancia), pero
el supuesto sarcófago no. El ingeniero que diseñó la pirámide le concedió una
importancia inusual, por ser el centro donde se acumulaba la energía
suministrada por la máquina piramidal.
El doctor argentino José Alvarez López mantiene la tesis
de que en la Gran Pirámide se realizaban experimentos nucleares. Según este
profesor, no existe en el entramado de cámaras y pasajes del monumento ningún
elemento que sobre o que falte para la consecución de tales propósitos. La Gran
Pirámide, como todas las centrales nucleares, funcionaría como una máquina de
vapor. En primer lugar, el átomo de uranio se transforma en plutonio y produce
energía térmica (calor) que calienta agua a alta presión. Normalmente, se
utiliza agua pesada que calienta la caldera de una máquina de vapor. Las
cámaras inferiores de la Gran Pirámide serían la caldera, mientras que la
Cámara del Rey contendría el equivalente al reactor atómico.
Canal sur “de ventilación” de la Cámara de la Reina |
Se ha hablado mucho, demasiado, de la utilidad de los
llamados «canales de ventilación» de las cámaras del Rey y de la Reina. Los
investigadores Bauval y Gilbert, tras enrevesados cálculos donde no falta la
manipulación de los datos angulares obtenidos por el robot del ingeniero alemán
Rudolf Gantenbrink en el interior de los canales, aventuraron su hipótesis de
que los cuatro canales apuntaban con «toda exactitud» a cuatro estrellas
situadas en los hemisferios norte y sur, elaborando así la llamada teoría de
Orión. El problema es que el canal sur de la Cámara del Rey, el que apunta
precisamente a la constelación de Orión, recorre toda la pirámide con un ángulo
de 45°, es decir, con la diagonal resultante de avanzar un metro hacia el sur
mientras que se sube un metro hacia arriba. El canal norte tiene un ángulo de
algo más de 39° como resultado de llegar desde la propia Cámara del Rey hasta, exactamente,
la misma hilada de bloques donde desemboca el canal sur igual ocurre con los
canales que parten de la Cámara de la Reina, que iban a dar a la misma hilada
antes de taponarse desde el exterior. Extraño procedimiento de apuntar a unas
estrellas con unos canales que están acodados incluso hasta dos veces. Según el
profesor Alvarez López, la Cámara del Rey, esta supuesta cámara de energía
nuclear, debía disponer para su perfecto funcionamiento de dos canales o
toberas que la comunicaran con el exterior. Uno para la salida del vapor y otro
para la adición del refrigerante. Los sistemas de seguridad implantados en el
proyecto justifican el enigma de por qué los canales de ventilación de la
Cámara de la Reina estaban cerrados. La respuesta la encontramos en los motores
de explosión de nuestros automóviles. En caso de un exceso de presión o de
temperatura, en lugar de estallar o rajarse el bloque del motor, los tapones de
seguridad saltan para evacuar la presión, evitando el peligro de explosión. En
caso de que en la pirámide se produjera un exceso de presión, los tapones de la
Cámara de la Reina saltarían y el vapor recorrería los canales hasta llegar al
exterior. En algún momento, estos canales se cerraron con unos tapones que
fueron los que descubrió el robot de Gantenbrink.
Precisamente para entrar en la Cámara de la Reina hay que
descender un escalón. La sala se encuentra más baja que el canal horizontal por
el que se accede a ella, posiblemente para permitirle almacenar líquidos. El
corredor tiene sus paredes impregnadas de una solución de base salada. Tanto en
las cámaras de descarga como en el pozo existen todavía restos de unas extrañas
estalactitas. Su sabor es también salado. Se suele explicar, con poco éxito,
que los bloques de la pirámide provienen de la calcificación de un lecho
marino, por lo que todas las piedras contienen gran cantidad de fósiles y es
por ello que rezuman sal. Pero las estalactitas llegan a medir 10 centímetros
de largo y surgen de las grietas entre los bloques. Su goteo ha producido
extrañas formas y su profusión hace pensar en los experimentos que se podrían
haber realizado en el interior del monumento.
Pilas en la
antiguedad
Este tipo de energía, por increible que parezca, era
conocido ya en el pasado, al igual que la producción de fenómenos eléctricos de
diversos tipos, siendo todo ello atribuido a la divinidad. Esta fuerza era
llamada akasha por los antiguos brahmanes, «fuego principio» por los magos de
Caldea, «agente mágico» por los cabalistas de la Edad Media y «energía celeste»
por algunos alquimistas. Hoy, algunos científicos la llaman «fuerza etérea» y
puede producirse si se conocen los mecanismos de la energía magnética.
Bombillas de Dendera |
En la Antigüedad se conocían diversos sistemas de pilas y
acumuladores eléctricos, y se aplicaban en ciertos procesos electrolíticos para
recubrir los ídolos con láminas de oro. Se han encontrado pilas en Bagdag y en
Macchu Pichu. Y también en Egipto. En una representación de la tumba de Ramsés
VI en el Valle de los Reyes (Luxor) se aprecia claramente cómo dos símbolos
sagrados del Antiguo Egipto, el pilar Djet y el signo Tit, se unían para
conformar una linterna. También vemos en el templo de Dendera, posiblemente el
mejor conservado de Egipto, cómo una columna de sacerdotes sube por los oscuros
pasadizos hasta la terraza, llevando grandes pilas y regalos a los dioses, y
cómo luego descienden por el otro lado con las pilas cargadas. Precisamente en
la terraza del templo de Dendera aparecen signos inequívocos de que toda la superficie
estuvo salpicada de placas de plomo, cobre y zinc, a semejanza de una
gigantesca placa electrónica, que hace aún más verosímil la posibilidad del
contacto con los «dioses».
El secreto de Moisés
La similitud de estas pilas con el Arca de la Alianza
hebrea surge inevitablemente. Entre los babilonios y los egipcios ya habían
existido objetos de culto análogos o afines a ésta. El arca babilonia se le
asemeja poco, pues su forma era más bien de asiento o trono. El arca egipcia se
le parecía más: consistía en un cofre o templete de dimensiones aproximadas a
las de la judía, y tenía figuras de genios con las alas desplegadas. También
era llevada procesionalmente por los sacerdotes, mediante barras, como los
levitas llevaban la de lsrael (Dt. 37,9-25).Moisés, gran iniciado en los
misterios de Egipto, tuvo acceso a los secretos de pirámides y templos y,
siguiendo las indicaciones de Yahveh, alentó a los judíos para que se
apropiaran de todo el oro posible con el fin de hacer el Arca de la Alianza,
que serviría como condensador eléctrico y que trabajabaría, estudios
realizados, con de potencial de 100.000 V pudiendo recargarse con la
electricidad atmosférica del desierto, lo mismo que ocurre con la estática de
los coches. Pero lo más curioso es que las medidas del arca encajan con pasmosa
exactitud en el tanque de granito de la Cámara del Rey de la Gran Pirámide,
siendo esta sala de similares dimensiones a la que Salomón construyó para
guardar el Arca en el primer templo, en Jerusalén.
Al sondear los misterios de las pirámides o del Arca de
la Alianza nos acercamos todavía más a una desconocida tecnología, más propia
de los dioses que de los hombres.
Unos dioses de extraños comportamientos que dejaron en la
meseta de Giza o en el desierto del Sinaí señales de su paso, aunque estuviesen
escondidos tras una nube o imponiendo su criterio bajo las amenazas de su
poder. Unos dioses que pudieron hacer algunas colosales obras que encontramos
en Egipto y que incluso las pusieron en funcionamiento, aunque los materiales
que pudieron emplearse, como el uranio enriquecido o el plutonio, se camuflaran
bajo palabras tan enigmáticas como «el testimonio». Nuestros alcances
científicos ya nos permiten evaluar la tecnología aplicada en la Gran Pirámide
y comprender el significado de algunas extrañas frases de los libros sagrados:
«En el Arca pondrás el Testimonio que yo te voy a dar» (Éxodo2S, 16).
Solo queda ya salvar las limitaciones mentales.
Fuente: Un
surco en la sombra
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