martes, 21 de febrero de 2017

El sillón del Diablo


Lo que aparenta ser una silla de brazos de roble con asiento y respaldo de cuero trabajados con dibujos geométricos tiene una leyenda detrás de él.
Actualmente se encuentra expuesto en el Museo Provincial de Valladolid como un exponente más del mobiliario del siglo XVI. Pero con una pequeña salvedad, aquel que se sienta en el y no sea médico, morirá en tres días… al menos eso cuenta la leyenda.

Nos remontamos a 1550, el reputado cirujano Alfonso Rodríguez de Guevara establece en Valladolid la primera cátedra de anatomía de España, impartiendo lecciones de disección y estudio anatómico de cadáveres procedentes del Hospital de Corte y de Resurrección. La reputación del cirujano granadino atrajo a Valladolid a Andrés de Proaza, un médico reputado de origen portugués con prestigio profesional en aquella época.

De Andrés de Proaza, interesado y asiduo a sus clases, se comenzó a murmurar que ejercitaba practicas nigromantes clandestinas en el sótano de su casa (actual calle Solanillo). Los vecinos denunciaron que habían oído llantos, lamentos y gemidos así como restos de sangre en los desagües.

Cuando las autoridades se personaron en la casa, fueron testigos de un espectáculo dantesco. Allí, sobre un mesa de madera, estaban los restos de un niño que días antes había desaparecido de la zona y que había sido objeto de mutilaciones y disecciones en vivo (vivisección) como confesaría más tarde. Los restos del niño se entremezclaban con restos de perros y gatos igualmente diseccionados.


Fue detenido, acusado de brujería y llevado a prisión. Durante el juicio Andres de Proaza aseguro que no había practicado brujería ni hechicería pero si aseguro  tener un pacto con el diablo y utilizar como médium el sillón de su escritorio que un nigromante de Navarra se lo había regalado. Aseguraba que a través del sillón recibía toda la sabiduría de la medicina, advirtiendo lo que hoy se ha convertido en leyenda: Solo aquellos que tengan altos conocimientos medicinales podrán sentarse en el sillón, si no, morirán en tres días. Si intentan destruirlo, correrán la misma suerte.

Condenado a la horca, sus bienes se subastaron. Nadie pujo por sus enseres y pertenencias por miedo a la macabra aura que les rodeaba y fueron a parar al trastero de la universidad. Alli encontró el sillón un bedel de la universidad que utilizo para descansar entre clase y clase. Pasado tres días, fue hallado muerto sentado en el. El bedel que lo sustituyo corrió la misma suerte a los tres días y en el propio sillón.

Las palabras de Andrés, tomaron más fuerza entonces. La decisión fue colgar el sillón boca abajo el techo de la capilla de la antigua Universidad de Valladolid para impedir que nadie pudiese sentarse.

Allí permaneció casi 350 años, hasta que el edificio fue derribado y fue trasladado al que hoy es su actual ubicación, el Museo de Valladolid en el Palacio de Fabio Nelli.


Fuente: Fenomeno.es

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