Muchos ufólogos aseguran que las sagradas
escrituras están repletas de evidencias y alusiones que demostrarían la
supuesta presencia de seres de otras civilizaciones en tiempos de Jesucristo.
Para los especialistas no son más que libres y fantasiosas interpretaciones de
los textos bíblicos.
Pero ¿qué son entonces la Estrella de
Belén, los tres enigmáticos Hombres Blancos, la nave que describe Ezequiel o el
Arca de la Alianza?
El debate entre creencia y escepticismo
está servido.
SE DICE QUE LOS ÁNGELES SON ENTIDADES
SUPERIORES, NO HUMANAS, PURAS Y PERFECTAS, QUE SIRVEN A UN PROPÓSITO SUPERIOR.
MÁS CONOCIDOS EN LA RELIGIÓN CRISTIANA POR SUS CONSTANTES APARICIONES EN LA
BIBLIA, AQUELLOS SERES SE MUESTRAN COMO MENSAJEROS DE DIOS E INTERVIENEN EN
ASUNTOS HUMANOS. SIN EMBARGO, ¿TODOS LO CASOS QUE SE MENCIONAN EN LAS
ESCRITURAS CORRESPONDEN A ENTIDADES NO FÍSICAS Y REALMENTE “DIVINAS”?
Los “malach”, o “mensajeros” en hebreo, el
lado oculto e incomprensible de Dios, serían en realidad seres inmateriales que
no tienen nada que ver con los tripulantes de los ovnis. Es notable que la
presencia de ambos, seres angélicos y extraterrestres, se entremezclen en los
relatos antiguos en diferentes episodios. Veamos, brevemente, algunos episodios
incómodos.
“Me llevaron a un lugar
donde los que están son como fuego
abrasador,
y cuando quieren, se aparecen como
hombres”.
Libro 1 de Enoch. 17,1
El texto en mención —escrito supuestamente
por Enoch, un personaje del Antiguo Testamento— forma parte de las tres copias
recuperadas por el famoso explorador James Bruce, cuando en 1773 retornó de su
trabajo de seis años en Abysinia. Esta información, misteriosamente, se había
perdido luego del denominado Concilio de Laodicea, en el Siglo III. Del “Libro
de Enoch” existen dos traducciones al inglés, hechas por R. Lawrence (1821) y
por R.H.Charles (1912). En los
siguientes años, salieron a la luz diversas partes del texto original en
griego, y más tarde, con el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en
Qumran, aparecieron siete copias fragmentarias en texto arameo, que se
encuentran actualmente en el Museo del Libro en Jerusalén, confirmando lo dicho
en las copias traducidas. Sus desconcertantes afirmaciones, hay que decirlo, ha
causado gran controversia entre los eruditos.
Y es que Enoch no sólo describe sus
“encuentros cercanos” con aquellos seres venidos del cielo, sino que aporta más
luces a un hecho perdido que se menciona en la mismísima Biblia, concretamente
en el Capítulo 6 del Génesis: la unión de los “Hijos de Dios” con “Las Hijas de
los Hombres”.
En el “Libro de los Vigilantes” de Enoch,
se afirma lo siguiente:
“En aquellos días, cuando se multiplicaron
los hijos de los hombres, sucedió que les nacieron hijas bellas y hermosas. Las
vieron los ángeles, los hijos de los cielos, las desearon y dijeron:
Escojámonos de entre los humanos y engendremos hijos.
Semyasa, su jefe, les dijo:
—Temo que no desean que tal acción llegue
a ejecutarse y sea yo quien pague por tamaño error.
Le respondieron todos:
—Juremos y comprometámonos, bajo anatema,
entre nosotros, a no cambiar esta decisión y a ejecutarla ciertamente.
Entonces juraron todos de consuno y se
comprometieron a ello bajo anatema. Eran doscientos lo que bajaron a Ardis, que
es la cima del monte Hermón, al que llamaron así porque en él juraron y se
comprometieron bajo anatema. Estos eran los nombres de sus jefes: Semyasa, el
jefe supremo; Urakiva, Rameel, Kokabiel, Tamiel, Ramiel, Daniel, Ezequiel,
Baraquiel, Ásael, Armaros, Batriel, Ananel, Zaquiel, Samsiel, Turiel, Yomiel y
Araziel”1
La escena del descenso de los 200
Vigilantes “venidos del cielo” es descrita detalladamente por Enoch. Y este
acontecimiento, en contra de la idea general de que sucedió hace unos pocos
miles de años, en realidad, ocurrió en tiempos más lejanos. Para tener una idea
de este extraño episodio, recordemos de que el Génesis bíblico cita al propio
Enoch como un patriarca longevo de una séptima generación después de Adán
(Génesis 5:18). Como recordamos, más tarde aparecerán hombres muy notables como
Matusalén y Lamec, este último padre del célebre Noe, quien acorde al
conocimiento que hemos recibido en la experiencia de contacto, era un
superviviente de la discutida Atlántida. Desde luego, el “Diluvio Universal”
alude al cataclismo que terminó con la isla de Platón, y que dicho sea de paso
muchas culturas del mundo recuerdan vivamente en sus leyendas. Por todo ello,
si Enoch pudo describir lo que pasó en el Monte Hermón -lugar enclavado entre
la actual Siria, Líbano e Israel-, es porque se trataba de un acontecimiento
antiguo: ¿la unión de seres extraterrestres con las hijas de los hombres de
Lemuria? ¿Acaso no eran “ángeles” los enviados del cielo?
Independientemente de la existencia real
de los ángeles —como seres de luz y enviados de Dios— cosmonautas de otros
mundos llegaron a la Tierra y se unieron a la raza humana. Para que ello
hubiese sido posible, teníamos que guardar cierta compatibilidad genética. Y
sin duda la tenemos con más de una civilización extraterrestre.
No sólo la Biblia y los mal llamados
“libros apócrifos”2 mencionan aquella “mezcla” entre seres humanos y visitantes
del cielo; diversas culturas del mundo atesoran indiscutibles referencias a
“los dioses” que se unieron a las mortales. Por si ello no fuese suficiente —al
menos para pensarlo— existen pinturas rupestres, con una antigüedad de miles de
años, que recrean aquel capítulo controvertido de nuestra historia. Un ejemplo
claro es el arte rupestre que se encontró en 1976 en el desierto de Tasili
(Argelia). Cuando la expedición de Rafael Brancas hizo este hallazgo de seguro
se llevó una gran sorpresa: un extraño ser humanoide, ataviado con lo que
parece ser un casco, lleva a tres mujeres de raza negra hacia un objeto
esférico que yace detrás de él. ¿Un hijo del cielo con las hijas de los
hombres? Estas uniones, por lo que hemos comprendido en nuestra experiencia de
contacto, no formaban parte del plan de visita extraterrestre a nuestro mundo,
una “misión” que procura la asistencia y observación permanente de nuestro
planeta. Se habría tratado de un error de los seres que tenían como encargo
cuidar nuestro mundo.
Como fuese, no es el único episodio que
revela la presencia de seres físicos que llegaron del “cielo”. También está el
testimonio de sus naves…
Los Carros de Fuego
Sentado junto al río Kebar, en Babilonia,
Ezequiel vio a lo lejos un “torbellino” aproximándose; aquel fenómeno
misterioso, de pronto, se convirtió en una nube de fuego que luego aterrizó con
gran estruendo. El personaje bíblico se encontraba ahora frente a un vehículo
deslumbrante que le parecía estar compuesto de ruedas, alas y criaturas
vivientes. También llevaba un trono, sobre el cual iba sentada una “silueta de
forma humana”. Para Josef F. Blumrich
—ex ingeniero de la NASA— Ezequiel estuvo frente a un vehículo concreto y real,
y no ante una visión. Si fue así, ¿a quiénes pertenecía aquel vehículo que
volaba ante los ojos del profeta?3 Y es que uno de los libros antiguos que
tendría mayores referencias a posibles visitas extraterrestres en el pasado es la
Biblia.
A pesar que oficialmente la Iglesia
Católica y diversas organizaciones cristianas niegan que los textos bíblicos
hagan referencias a encuentros cercanos con visitantes de otros mundos, lo
cierto es que las evidencias están allí, lejos de tratarse de una “mala
interpretación” de los acontecimientos. Lo preocupante de todo ello es que
muchas veces el fanatismo religioso ha tildado al fenómeno ovni como
“manifestaciones de demonios”. De hecho, en el proceso de contacto, aprendí que
es importante mantener una línea objetiva y equilibrada frente a las
experiencias y, más aún, ante las intensas informaciones recibidas. Claro que
hay de todo en el Universo; sin embargo, si los seres que nos visitan nos
hubiesen querido hacer daño, hace mucho tiempo lo hubiesen hecho, pues llegan a
la Tierra antes de que apareciera el ser humano. Sin ir muy lejos, llamar
“diabólico” a todo aquello que no entendemos nos coloca en un panorama similar
al de la Inquisición — ni qué decir de aquellos que terminaron en la hoguera— y
a la tristemente recordada “extirpación de idolatrías”, que tanto daño le hizo
a la humanidad al perderse valiosa información de culturas tan impresionantes
como los mayas e incas, de quienes se perdieron sus principales códices y
quipus. Pienso que la objetividad puede ir de la mano de una mente abierta, si
sabemos discernir y al mismo tiempo abrir nuestros ojos al bosque y no sólo al
árbol que tenemos al frente.
En todo caso, como una breve, citaré a
continuación las referencias más notables que nos ofrece la Biblia sobre
visitantes de otros mundos. Saquen sus propias conclusiones.
1. Un objeto volador acompaña al pueblo
hebreo, similar a las naves de forma tubular o “nodrizas” que han sido
fotografiadas desde los años 50.
“Se levantó el Ángel de Yahvé que marchaba
al frente del ejercito de Israel, y se puso detrás de ellos. Se levantó también
la columna de nube de delante de ellos y se colocó a la espalda, intercalándose
así entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelíes. Era
nube y tinieblas (por una parte), y (por la otra) iluminaba la noche, de modo
que no pudieron acercarse aquellos a estos en toda la noche” Éxodo14,19-20
2. La destrucción de dos ciudades bíblicas
es muy similar a la devastación atómica que sufrió Hiroshima y Nagasaki en la
Segunda Guerra Mundial.
“Entonces Yahvé hizo llover sobre Sodoma y
Gomorra azufre y fuego que venia de Yahvé, desde el cielo. Y destruyó aquellas
ciudades, y toda la llanura con todos los habitantes de las ciudades, hasta las
plantas del suelo. Mas la mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de
sal. Se levantó Abrahan muy de mañana y se fue al lugar donde había estado en
pie delante de Yahvé. Miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la región de la
llanura, y vio que de aquella tierra subía humo, como el humo de un horno”.
Génesis 19,24-28
3. Un vehículo volador lleva a los cielos
al profeta Elías.
“Mientras seguían andando y hablando, he
aquí que un carro de fuego y caballos de fuego separaron al uno del otro y
subió Elías en un torbellino al cielo. Eliseo miraba y clamaba: ¡Padre mío,
padre mío, carro de Israel y su caballería! Y no lo vio más”Reyes 2,11-12
4. El profeta Daniel describe a un ser
humanoide, cuyas características son muy similares a los modernos encuentros
cercanos, donde se ha aprecian trajes “brillantes” en los extraterrestres y
detalles metálicos que en algunas ocasiones recuerdan el brillo del oro.
“El día 24 del primer mes, estando yo a la
orilla del gran río, el tigres, alcé mis ojos y miré, y vi a un varón vestido
de lino blanco y ceñidos los lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como el
crisolito, su rostro parecía un relámpago, sus ojos eran como antorchas de
fuego, sus brazos y sus pies tenían el brillo de bronce bruñido y el rumor de
sus palabras era parecido al estruendo de un gran gentío”. Daniel 10,4-6
5. Una de las más polémicas: el ovni que
guía a los tres reyes magos al lugar de nacimiento de Jesús. Notar que aquella “estrella” se mueve, y
luego se detiene sobre el área donde estaba el niño. Un niño más que especial,
y que había concitado la atención de los visitantes de las estrellas…
“Cuando hubo nacido Jesús en Belén de
Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos del Oriente llegaron a Jerusalén,
y preguntaron: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos
visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo”.
“…Con estas palabras del rey, se pusieron
en marcha, y he aquí que la estrella, que habían visto en el Oriente, iba
delante de ellos, hasta que llegando se detuvo encima del lugar donde estaba el
niño. Al ver de nuevo la estrella experimentaron un gozo muy grande”. Mateo
2,1-2,2-104
Desde luego, hay mayores referencias en la
Biblia. Y cada una de ellas merece un estudio más profundo. Muchos autores se
han hecho eco de estos acontecimientos “extraños” y de otras “anomalías” en
nuestra historia antigua que alude a los no-identificados5. Desde luego, en
este artículo no procuro —tampoco podría— abarcar toda la documentación
existente de “ellos” a lo largo de nuestra historia. Pero al menos sí
reflexionar —de algún modo intentarlo— por qué estuvieron aquellos seres en
nuestro mundo, siguiendo nuestros pasos, observando todo de cerca, al punto de
asistir los momentos más extraordinarios y especiales de nuestro proceso,
incluyendo el nacimiento y la vida de Jesús, quien, dicho sea de paso, no era
un “extraterrestre”, sino un maravilloso ser humano.
Y debo añadir: los extraterrestres también
creen en Dios. En el mismo Dios en el que nosotros creemos.
¿Pueden ser los ángeles de la antigüedad?
Ahora bien, de acuerdo a la enseñanza
religiosa tradicional, los ángeles son sustancias completas e inteligentes,
dotados de alguna virtud o poder. Una declaración del IV Concilio de Letrán
sostiene: “Firmemente creemos y simplemente confesamos, que por su omnipotente
virtud, Dios creó de la nada a una y otra criatura: la espiritual y corporal;
es decir la angélica y la humana”. Y de
hecho es así. Mas hay una diferencia importante entre ángeles y
extraterrestres. En contraparte, los extraterrestres, al igual que los seres
humanos, no fueron creados “perfectos” como los ángeles, sino que a lo largo de
un camino de evolución pueden alcanzar esa perfección. Los ángeles existen como
mensajeros de Dios —aquella fuerza
creadora de lo visible e invisible— siendo sus portavoces en este Universo de la
materia. En otras palabras, los ángeles no pertenecen a nuestra realidad
física, sino a un plano superior, en cambio los seres extraterrestres se mueven
en una realidad física y material, independiente del tiempo del que provengan.
El problema es que cosmonautas de otros mundos fueron confundidos —y me imagino
que muchas veces— como “dioses” o “ángeles”. Esta afirmación puede resultar
chocante. Sin embargo, desde 1994, monseñor Corrado Balducci, un importante
prelado del Vaticano y amigo personal del Papa Juan Pablo II, demolió el
escepticismo religioso al sustentar que los ángeles en carros de fuego que se
mencionan en la Biblia podrían ser los ovnis que en la actualidad nos visitan.
Monseñor Balducci, fallecido en Roma en septiembre de 2008, fue uno de los más
importantes teólogos de la Iglesia Católica —al punto de haber formado parte de
la Comisión para revelar el Tercer Secreto de Fátima—. Incluso afirmó en su
momento la existencia de un comité del
Vaticano que estudia los encuentros con extraterrestres. Así como se lee… En
sus recordadas entrevistas televisivas, el prelado manifiesta a boca de jarro
de que los encuentros entre extraterrestres y seres humanos no son ni
diabólicos ni consecuencia de alucinaciones, y por tanto deben estudiarse con
rigor y seriedad. La repercusión de estas declaraciones —en la RAI italiana, la
televisión más católica y una de las más conservadoras—, dio la vuelta al
mundo. Debido a ello el propio Balducci fue ponente en numerosos Congresos
sobre el fenómeno ovni —y siempre con sotana—. Aunque Balducci no es el primero
en sugerir que cosmonautas de otros mundos fueron confundidos con ángeles en el
pasado, su aporte ha sido contundente por haber sido una autoridad respetada en
el Vaticano. Su análisis, simple y lógico, rompió estructuras mentales: una
cosa son seres inmateriales como mensajeros de Dios, y otra cosa seres físicos
que utilizan vehículos para desplazarse. A esta línea de pensamiento se ha
sumado recientemente el Director del Observatorio Vaticano, José Gabriel Funes,
al sostener que la vida inteligente extraterrestre no cuestiona el dogma de fe
y que “esos seres también serían hijos de Dios”. El propio Funes reconoce
intrínsicamente que una cosa son los ángeles y otra seres físicos procedentes
de otros mundos.
Dudo de que los ángeles necesiten de vehículos o tecnología para
llegar a la Tierra y ejecutar sus misiones divinas. He allí el primer contraste
con las apariciones de los ovnis y aquellas formas humanas que salían de ellos
en la prehistoria. Por otro lado, también resulta desconcertante cómo los
ángeles toman corporeidad, al punto de comer —como ocurrió con la familia de
Lot en el episodio de Sodoma y Gomorra— y hasta protagonizar una pelea “cuerpo
a cuerpo” con Jacob. Más allá de los símbolos, podríamos hallarnos ante hechos
reales perdidos en aquel tiempo, más humanos que divinos, como la unión de los
hijos de Dios con las hijas de los hombres que vimos anteriormente. ¿Los
ángeles engendran hijos? Al parecer —creo yo— los ángeles no se involucrarían
en esas cosas.
Los ángeles —miríadas de ellos según la
Biblia— están constituidos en jerarquías espirituales, entre ellas se mencionan
los tronos, dominaciones y potestades; luego siguen los serafines y querubines,
y finalmente los arcángeles y los ángeles. Según Santo Tomás, autor de la
documentada Suma Teológica, los ángeles son espíritus puros, que no están
viviendo en el mundo material como el ser humano. Ni como los extraterrestres.
Si estudiamos detenidamente las extrañas apariciones de la Biblia y otros
textos sagrados, comprenderemos que nos hallamos en realidad ante visitantes
físicos —no ángeles etéreos—, de aspecto humano, que llegan en vehículos
voladores e imparten conocimientos a los hombres.
La presencia extraterrestre —hay que
subrayarlo— no cuestiona las “funciones” de los ángeles o la propia existencia
de Dios. Sin duda, los extraterrestres son también mensajeros, cumpliendo otro
rol en medio de las jerarquías que sirven a Dios. Y aquí debo añadir que la
existencia de vida en otros mundos, lejos de cuestionar la fe humana, engrandece
la creación y la propia voluntad divina de que tengamos hermanos mayores en
otras regiones del cosmos.
Ya lo dijo Jesús: “En la casa de mi padre,
muchas moradas hay…”
Nota: este artículo es una adaptación del
libro “Nuestros Lazos Extraterrestres”, de Ricardo González.
1. “Apócrifos del Antiguo Testamento”.
Tomo IV. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1984.
2. Se le llama “apócrifo” a los textos que
no se han declarado como canónicos; es decir, que no forman parte del catálogo
de libros sagrados admitidos por la Iglesia Católica. El criterio que ha
empleado la Iglesia para “decidir” que libro es canónico y cuál no, no deja de
ser discutido. Diversos estudiosos concluyen que en los primeros tiempos de la
Iglesia se “temió” el contenido de aquellos libros porque podían cambiar
radicalmente el dogma enseñado por el catolicismo. Y había razones para temer,
pues además de las referencias a “seres del cielo”, se otorga, inclusive,
detalles ignorados de la vida de Jesús, desde su natividad, infancia y
predicación. Vale la pena leerlos.
3. Josef Blumrich, desde luego, no es un
“perico de los palotes”. Además de sus credenciales como ingeniero de la NASA,
desempeñó un papel importante en la creación del Skylab y el trasbordador
espacial. Por si ello fuera poco, tuvo la rara distinción de que en 1972 se le
concediera la medalla de servicios excepcionales de la NASA por su
extraordinaria aportación a los proyectos Saturno y Apolo. De ser en un
principio un escéptico, publicó más tarde su libro “The Spaceships of Ezekiel”
(1973).
4. La Santa Biblia
5. En verdad se ha escrito mucho sobre
“astroarqueología”. También, debo decir, se ha dicho de todo, al punto de
llamar “extraterrestre” a cualquier enigma. Pero al margen de ello hay textos y
teorías de diversos autores que merecen estudiarse, particularmente la obra del
filólogo Zecharia Sitchin. En el caso de apariciones extrañas en la Biblia, es
interesante la recopilación de datos que llevó a cabo el periodista español
J.J. Benítez en su libro “Los Astronautas de Yavé” (Editorial Planeta, 1996).
Fuente: http://misteriossinresolver.es/
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