La morgue estaba repleta. Cubiertos por
sábanas algunos, dentro de bolsas plásticas otros, los cadáveres cubrían casi
toda la superficie de la sala. También había uno en la mesa de autopsias, y el
doctor López se disponía a examinarlo, pero algo que divisó de reojo lo hizo
girar rápidamente la cabeza. Una sábana se iba elevando a medida que un cuerpo
se erguía hasta quedar sentado.
López quedó inmóvil. Muchas veces vio un
cuerpo moverse, pero no de aquella forma. Después de un instante de
azoramiento, fue hasta el cadáver que se había sentado de pronto y le quitó la
sábana. Era el cuerpo de un hombre, tenía los ojos abiertos y ya lucían opacos.
Los primeros signos de descomposición comenzaban a evidenciarse, por lo tanto
López descartó que estuviera vivo.
De pronto el cadáver pareció aflojarse y
cayó hacia atrás quedando nuevamente tendido.
Aquello sí que era raro. El doctor lo
volvió a cubrir. “Que espasmo muscular tan particular”, pensó “Si estuviera
aquí algún practicante se llevaría un buen susto”. pero un instante después el
que se llevó un susto fue él. El cuerpo que estaba en la mesa de autopsias
había levantado levemente la cabeza y lo miraba. Luego de un instante la cabeza
cayó pesadamente sobre la mesa.
López se acercó con prudencia y dudó
varias veces antes de examinarlo. Sin dudas estaba muerto. ¿Qué pasaba allí? Al
observar la sala notó que otro cuerpo se movía. Nuevamente, tras un momento de
actividad inusual quedó inerte, como si la energía que lo animaba lo abandonara
de golpe.
Ahora López miraba hacia todos lados
¿Qué muerto se movería ahora? Detuvo su mirada en una especie de humo que
formaba un contorno humano no muy bien definido. La figura espectral avanzaba
entre los muertos y desapareció al atravesar una pared, dejando en la sala a un
López terriblemente asustado.
Al reponerse un poco, se quitó los
guantes, los arrojó descuidadamente y se lavó apresuradamente las maños
mientras miraba sobre su hombro. Tenía que marcharse de allí lo antes posible.
Las piernas le temblaban. Salió al corredor caminando lo más rápido que podía
y, en su apuro casi chocó con un hombre que se iba prendiendo la camisa. El
hombre lo miró y sonrió extrañamente, para luego saludarlo con un gesto y
seguir su camino. Detrás del tipo corría un doctor, y al ver que no lo iba a
alcanzar se detuvo y gritó:
- ¡Señor! ¡No se vaya aún! ¡Tenemos que
hacerle algunas pruebas…! -pero era inútil, el sujeto se marchó sin voltear-.
Increíble, se fue -dijo el doctor dirigiéndose a López, y seguidamente le preguntó-.
¿Usted lo conoce? Vi que el tipo lo saludó.
- No… no lo conozco -contestó algo
inseguro López, pues aunque no recordaba la cara del tipo, de alguna forma
sentía que lo había visto antes.
- Ingresó con un paro cardíaco -le
informó el colega-. Intentamos reanimarlo pero no pudimos, y cuando lo iba a
declarar muerto, se levantó como si nada y ya ves, se marchó.
Al escuchar aquello, conjeturó
rápidamente, recordando detalles de lo que acababa de sucederle en la morgue y
en aquel pasillo, que lo que andaba recorriendo la morgue buscaba un cuerpo
fresco, sólo logrando reanimar a medias a los que no lo estaban, pero al buscar
en otro lugar halló a uno, y al marcharse en su cuerpo nuevo cruzó por él y le
sonrió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario