Todo comenzó una tarde de mucho calor, en la que los pájaros se mojaban las alas
en las fuentes y los ciudadanos de a pie, se refrescaban en bares y terrazas.
Cuando lo que parecía ser una mujer, que se acercaba desde la distancia,
tambaleándose de un lado a otro, a un ritmo casi gracioso. Debía de medir unos
dos metros y medio por lo menos, era inmensa, tenía una larga melena negra, unos
brazos largos y musculosos, fuertes como los de un campeón de culturismo, unas
manos tan grandes que podían coger una cabeza y estrujarla como si fuera una
simple esponja, unas piernas tan largas, que de una zancada recorría varios
metros sin esfuerzo, sus ojos eran grandes y negros, inyectados en sangre, que
parecía estar poseídos por el mismo Satanás. Llevaba un hacha en una mano y una
cabeza cogida por los pelos en la otra.
Corría hacia la gente, asestando
hachazos a todo lo que se le ponía por delante, hombres, mujeres, niños, niñas,
le daba igual, su matanza no era discriminatoria. A unos les daba hachazos en la
cabeza, en el pecho, en la espalda o donde le pillara mejor. A otros los cogía
por los brazos, se los arrancaba, los cogía por la cabeza y les partía el cuello
con un simple movimiento de muñeca, los pisaba hasta reventarlos, como si fuesen
huevos que se caen de una mesa, a los que no alcazaba a darles un hachazo o no
podía agarrar porque estaba muy lejos, les lanzaba miembros seccionados de sus
víctimas, golpeándoles en partes vitales de su cuerpo, provocándole la muerte al
instante.
La muchedumbre corría sin rumbo alguno, intentado escapar de la
bestia que les perseguía, la gente corría como pollos sin cabeza, en círculos,
sin control, corrían gritando, chocándose unos contra otros, corrían para
escapar de los ataque mortales, que propinaba el monstruo que les estaba
atacando.
Un hombre con una escopeta de caza, le disparó un tiro en la
cabeza, arrancándole a la mujer del diablo casi toda la cabellera. La melena que
llevaba la mujer grande en la cabeza, parecían pelusas tiradas en el suelo. La
mujer con la cabeza medio pelada por el disparo, se dirigió hacia el hombre, le
cogió la escopeta y se la anudó al cuello, como si la escopeta fuera una
corbata.
Más personas se unieron en el fusilamiento de la carnicera,
hasta diez pude contar, de distinta edades, cada uno armado con una escopeta,
apuntándole a la cabeza y el corazón, a la señal de uno de ellos abrieron fuego,
y la dama de los infiernos gritando cayó al suelo, mientras los disparos
desmembraban su cuerpo. Una vez en el suelo, la loca medio calva, parecía
volatilizarse como gas de una botella, cuando su corazón endemoniado dejóo de
latir.
Escrito por Pedro Zambrano
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