domingo, 21 de agosto de 2011

El Jinete

El jinete se plantó frente a la muralla del castillo con el caballo resoplando y relinchando sobre sus piernas traseras. Bajo su montura, portaba un bulto maloliente y recalentado por el Sol que una estela de moscas golosas codiciaban en incordiante revuelo.
¿Quién vive?: bramó el centinela desde lo alto de la torre.
¡Abridme perros!: ordenó el jinete¡Soy Goas, y traigo la cabeza de ni hermano!
El pesado portón, sustentado por sólidas cadenas, comenzó a descender, abriendo paso al jinete que entró franqueando las dos hileras de guardias armados que habían formado improvisadamente a su llegada. Recorrió galopando todo el castillo y a su paso intempestivo, iban apartándose los transeúntes hacia los lados de la estrecha calle, algunos comerciantes resignados, veían volcarse sus frágiles tenderetes junto con toda su mercancía. El jinete prosiguió su rumbo indiferente hasta llegar a la residencia real, ante cuya entrada tensó las riendas, parando en seco, descendió de un salto y recogió el bulto que portaba. Los dos soldados que montaban guardia apostados frente a la puerta, retiraron sus picas para cederle el paso y el visitante entró en el palacio con apresurada soberbia. Recorrió largos pasillos y amplios salones y cuando llegó a la sala de recepción, el rey le esperaba reclinado en su trono junto con varios de sus consejeros y asistentes. Cuando estuvo frente a ellos, arrojó su mercancía maloliente dejándola rodar por el suelo. La cabeza putrefacta que portaba quedó mirando hacia el techo a través de sus cuencas vacías y su imagen provocó el rechazo disimulado de todos los presentes. Uno de los consejeros extrajo un pañuelo del bolsillo y se cubrió las fosas nasales mientras retrocedía, visiblemente mareado.
¿Y ahora qué?: apremió el recién llegado con expectaciónYa he cumplido mi palabra; cumplid vos con la vuestra.
Lo prometido es deuda: dictaminó el rey. El oro es vuestro.
Uno de los asistentes se acercó hasta el visitante con aire solícito para entregarle una abultada bolsa de cuero que este tomó con un gesto brusco de su mano, la abrió y la puso boca abajo tomando algunas monedas en la palma de su mano, cogió una al azar y la mordió para comprobar su autenticidad. Sonrió satisfecho y dijo:
Ahora que se ha consumado el pacto que ha unido mi codicia con vuestra ambición, decidme: ¿Qué grave ofensa profirió mi hermano contra vos para que desearais su muerte?
Ninguna: respondió el rey secamente.
¿Temíais alguna conjura?: insistió el visitante¿Acaso ambicionaba vuestro trono?
De ser así, no me consta: atajó el rey.
¿Deshonró a una de vuestras hijas, se saltó el protocolo, levantó falsos testimonios contra vos? ¿Qué fue lo que hizo?
Tras unos segundos de silencio y expectación, un rey ligeramente incomodado, pero burlón en sus ademanes, se levantó de su asiento y comenzó a caminar por la sala ante los ojos atentos del visitante que le miraban con estupor.
Ya que tanto insistís en conocer la verdad, os la voy a confesar: Ovlas, vuestro hermano, al igual que vos: ha dilapidado su herencia entregado a una vida de placeres mundanos; yo también tengo mis propios pasatiempos, por eso, cuando le convoqué ante mi presencia, le propuse una especie de trato: traerme la cabeza de su hermano a cambio de dinero…y él aceptó mi proposición sin reservas.
Escrito por barna13

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