La doctrina del A-Himsa promovida por el libertador de la India, Mahatma Gandhi, es realmente una filosofía de vida. El significado literal de Himsa es querer matar, querer perjudicar, por lo que A-Himsa indica la renunciación a cualquier intención de violencia o daño e implica por lo tanto una conducta recta, entendida como un recto pensar, recto sentir y recto actuar. A-Himsa es una filosofía basada en el desarrollo del amor universal y la comprensión; puede asemejarse a la doctrina de amor enseñada por el Maestro Jesús cuando solicita al ser humano que debe aprender a amar hasta a los enemigos.
En estos tiempos la violencia se está convirtiendo en un tema común, está contagiando cada vez más las mentes humanas, especialmente de la juventud y está afectando en forma más profunda a la sociedad; por lo que es urgente y necesario promover filosofías que, aunque son de antaño, tienen el poder de cambiar y hacer la diferencia.
El amor como fuerza universal y cósmica, sustentador de la vida, puede y debe desarrollarse en el individuo. Desafortunadamente no es una fuerza que brote espontáneamente, ni es resultado de la fantasía y mucho menos puede imponerse a los demás o a sí mismo. El amor es una fuerza muy poderosa, que va más allá de sentimentalismos y emociones pasajeras; antiguos rituales caldeos afirman: “Amor es ley, pero amor consciente”.
Para que el amor pueda emanar del individuo es necesario realizar múltiples y constantes sacrificios, ya que el amor se encuentra prisionero, encerrado en una botella a semejanza del genio de Aladino dentro de la lámpara. A simple vista nadie puede percatarse de su majestuosidad y grandeza, porque está identificado con el exterior de esa lámpara. Esa lámpara que mantiene recluida la fuerza del amor está hecha de odio, rencor, ira, malicia, deseo, resentimiento, venganza, envidia, violencia. Resulta imposible que la fuerza del amor se libere sin antes destruir la lámpara en la que se encuentra, es por ello que muchas escuelas pseudo-esoteristas y pseudo-ocultistas, escuelas de metafísica y mentalistas yerran el camino creyendo que a base de auto sugestión, repetición de máximas, imposición de actitudes e inclusive con ejercicios de respiración o de relajamiento se pueda desarrollar el amor.
No son poses pietistas ni máximas lo que se requiere para desarrollar el amor, sino esfuerzos y super-esfuerzos; el amor no se demuestra con palabras dulces y frases deslumbrantes, sino con hechos concretos y definitivos. El poder que tiene el amor y el sacrificio que se requiere para conseguirlo lo demostró en vida Mahatma Gandhi, quien definió su doctrina de la siguiente manera: “La no-violencia no consiste en renunciar a toda lucha real contra el mal. La no-violencia tal como yo la concibo..., entabla, al revés, una campaña más activa y más real contra el mal que la ley del talión, cuya naturaleza misma da por resultado el desarrollo de la perversidad. Yo levanto frente a lo inmoral una oposición mental, y por consiguiente, moral. Trato de enmohecer la espada del tirano, no cruzándola con un acero mejor afilado, sino defraudando su esperanza al no ofrecer ninguna resistencia física. Él encontrará en mí una resistencia del alma que escapará a su asalto. Esta resistencia primeramente lo cegará y enseguida lo obligará a doblegarse. Y el hecho de doblegarse no humillará al agresor, sino que lo dignificará. Este podría llegar a ser un estado ideal. Y lo es”.
La templanza, la serenidad y dulzura de carácter, son más aplastantes que la ira. En una discusión entre dos personas, ambos suelen enojarse y después comenzar a gritar, como si fuera una competencia para ver quién grita más fuerte…, pero si alguno de los dos se tranquiliza y relaja su cuerpo, empieza a ser dueño de su respiración, después de sus emociones y palabras; entonces baja la voz y comienza a hablar con serenidad, apaciguando así la ira del otro.
Este ejercicio requiere auto observación, para darse cuenta de que cuando la personalidad se identifica con la situación y se deja llevar por la ira, entonces la ira toma el mando y controla las emociones y las palabras, ocasionando violencia en el acto de discusión. Sin embargo esto puede cambiar, ciertamente no es posible modificar las circunstancias desagradables, pero sí se puede alterar la reacción ante las mismas, a esto se le conoce como la revolución de la conciencia, la cual está basada en la doctrina el A-Himsa.
El odio, el resentimiento y la venganza también ocasionan violencia. La doctrina del A-Himsa enseña que es necesario enfrentar en sí mismo esos sentimientos y comprender sus causas, procesos y consecuencias a través de la meditación diaria para morir de instante en instante y de este modo ir desplazando esos sentimientos de violencia por altruismo, generosidad y amor. El A-Himsa es una filosofía de introspección que lleva al ser humano a reconocer los procesos equivocados del yo o agregado psicológico para liberar la conciencia y lograr que la cooperación desplace a la competencia, que la filantropía vaya desplazando a la envidia, que la buena voluntad vaya desplazando poco a poco la mala voluntad.
Es claro que este proceso implica dedicación y esfuerzo, además de sacrificios, pues deben ser sacrificados en forma consiente y premeditada cada uno de los defectos psicológicos internos que producen pensamientos, emociones y actos de violencia, siendo así que el A-Himsa implica una lucha interna, no externa, contra enemigos que viven adentro y no afuera.
Los hombres de buena voluntad aceptan y desarrollan en sí mismos la doctrina del A-Himsa, la no violencia, porque quieren alcanzar la felicidad en su vida; comienzan realizándola en sus hogares, pues no es necesario buscar circunstancias especiales alejándose del cotidiano gimnasio psicológico, sino que dentro de la vida práctica se puede llevar a cabo esta filosofía de comprensión, amor y respeto.
El amor como fuerza universal y cósmica, sustentador de la vida, puede y debe desarrollarse en el individuo. Desafortunadamente no es una fuerza que brote espontáneamente, ni es resultado de la fantasía y mucho menos puede imponerse a los demás o a sí mismo. El amor es una fuerza muy poderosa, que va más allá de sentimentalismos y emociones pasajeras; antiguos rituales caldeos afirman: “Amor es ley, pero amor consciente”.
Para que el amor pueda emanar del individuo es necesario realizar múltiples y constantes sacrificios, ya que el amor se encuentra prisionero, encerrado en una botella a semejanza del genio de Aladino dentro de la lámpara. A simple vista nadie puede percatarse de su majestuosidad y grandeza, porque está identificado con el exterior de esa lámpara. Esa lámpara que mantiene recluida la fuerza del amor está hecha de odio, rencor, ira, malicia, deseo, resentimiento, venganza, envidia, violencia. Resulta imposible que la fuerza del amor se libere sin antes destruir la lámpara en la que se encuentra, es por ello que muchas escuelas pseudo-esoteristas y pseudo-ocultistas, escuelas de metafísica y mentalistas yerran el camino creyendo que a base de auto sugestión, repetición de máximas, imposición de actitudes e inclusive con ejercicios de respiración o de relajamiento se pueda desarrollar el amor.
No son poses pietistas ni máximas lo que se requiere para desarrollar el amor, sino esfuerzos y super-esfuerzos; el amor no se demuestra con palabras dulces y frases deslumbrantes, sino con hechos concretos y definitivos. El poder que tiene el amor y el sacrificio que se requiere para conseguirlo lo demostró en vida Mahatma Gandhi, quien definió su doctrina de la siguiente manera: “La no-violencia no consiste en renunciar a toda lucha real contra el mal. La no-violencia tal como yo la concibo..., entabla, al revés, una campaña más activa y más real contra el mal que la ley del talión, cuya naturaleza misma da por resultado el desarrollo de la perversidad. Yo levanto frente a lo inmoral una oposición mental, y por consiguiente, moral. Trato de enmohecer la espada del tirano, no cruzándola con un acero mejor afilado, sino defraudando su esperanza al no ofrecer ninguna resistencia física. Él encontrará en mí una resistencia del alma que escapará a su asalto. Esta resistencia primeramente lo cegará y enseguida lo obligará a doblegarse. Y el hecho de doblegarse no humillará al agresor, sino que lo dignificará. Este podría llegar a ser un estado ideal. Y lo es”.
La templanza, la serenidad y dulzura de carácter, son más aplastantes que la ira. En una discusión entre dos personas, ambos suelen enojarse y después comenzar a gritar, como si fuera una competencia para ver quién grita más fuerte…, pero si alguno de los dos se tranquiliza y relaja su cuerpo, empieza a ser dueño de su respiración, después de sus emociones y palabras; entonces baja la voz y comienza a hablar con serenidad, apaciguando así la ira del otro.
Este ejercicio requiere auto observación, para darse cuenta de que cuando la personalidad se identifica con la situación y se deja llevar por la ira, entonces la ira toma el mando y controla las emociones y las palabras, ocasionando violencia en el acto de discusión. Sin embargo esto puede cambiar, ciertamente no es posible modificar las circunstancias desagradables, pero sí se puede alterar la reacción ante las mismas, a esto se le conoce como la revolución de la conciencia, la cual está basada en la doctrina el A-Himsa.
El odio, el resentimiento y la venganza también ocasionan violencia. La doctrina del A-Himsa enseña que es necesario enfrentar en sí mismo esos sentimientos y comprender sus causas, procesos y consecuencias a través de la meditación diaria para morir de instante en instante y de este modo ir desplazando esos sentimientos de violencia por altruismo, generosidad y amor. El A-Himsa es una filosofía de introspección que lleva al ser humano a reconocer los procesos equivocados del yo o agregado psicológico para liberar la conciencia y lograr que la cooperación desplace a la competencia, que la filantropía vaya desplazando a la envidia, que la buena voluntad vaya desplazando poco a poco la mala voluntad.
Es claro que este proceso implica dedicación y esfuerzo, además de sacrificios, pues deben ser sacrificados en forma consiente y premeditada cada uno de los defectos psicológicos internos que producen pensamientos, emociones y actos de violencia, siendo así que el A-Himsa implica una lucha interna, no externa, contra enemigos que viven adentro y no afuera.
Los hombres de buena voluntad aceptan y desarrollan en sí mismos la doctrina del A-Himsa, la no violencia, porque quieren alcanzar la felicidad en su vida; comienzan realizándola en sus hogares, pues no es necesario buscar circunstancias especiales alejándose del cotidiano gimnasio psicológico, sino que dentro de la vida práctica se puede llevar a cabo esta filosofía de comprensión, amor y respeto.
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