En este museo único en el mundo lo que cuelga de las paredes
no son cuadros, sino difuntos
Momias en una de las galerías de las Catacumbas de los
Capuchinos de Palermo, un obituario sin fin, una religiosidad marcada por innumerables
citas del Nuevo Testamento en sus muros y un encuentro cara a cara con 8.000
cadáveres momificados es lo que ofrecen las Catacumbas de los Capuchinos de
Palermo (Sicilia), un museo único en el mundo.
«Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí no
morirá eternamente», es la cita del Evangelio de San Juan que en grandes letras
negras sobre muro blanco recibe a los visitantes de esta particular galería en
la que el arte son los propios difuntos.
Al bajar la docena de peldaños que separan la entrada principal
de las seis cámaras que lo componen se observa que lo que cuelga de las paredes
de este museo no son cuadros sino muertos, momias y más momias que constituyen
una abrumadora oda funeraria colectiva.
«Mucha gente se sorprende, saben que vienen a unas
catacumbas perono esperan ver los cadáveres así, colgados, tantos y tan bien
conservados», explicó en una entrevista con Efe Fabrizio Fernández, responsable
del sitio.
Fernández define el museo como un lugar de paz, donde
meditar y sentir la religiosidad y enfrentar una muerte inevitable pero que
entre las prisas de la vida diaria y el miedo que esta misma causa ha pasado
hoy a un lugar marginal.
Por ello, para atajar de raíz la posible conmoción del
momento, la cámara de los «Niños» es una de las que abre la visita, tras la de
los «Frailes», y a estas le siguen los «Varones», «Mujeres», «Profesionales»,
«Sacerdotes» y «Frailes».
«Hay quien viene por curiosidad pero también quien lo hace
con un sentido especial, para sentir la vida y la muerte», afirmó Fernández,
quien desdeñó la atracción por lo macabro como otra posible causa.
UNA HISTORIA QUE SE REMONTA A 1599
Muy diversos motivos deben llamar a los alrededor de 40.000
visitantes que se acercan a las catacumbas cada año y que comprueban a través
de los difuntos la vida de otra época no tan lejana.
Tal y como explica Fernández, el museo abrió sus puertas en
el año 1950 aunque su historia se remonta a 1599, cuando los capuchinos lo
establecieron como lugar de reposo para los frailes difuntos.
Ya en el siglo XVII y con el conocimiento de sus ideales
condiciones para la conservación de los cadáveres, el particular cementerio se
abrió a «hombres de bien» y poco a poco se fue extendiendo al resto de la
población hasta convertirse en una tradición palermitana.
«Se dividían no solo por sexos sino también por categorías
sociales y económicas. En cuanto a la momificación, en un principio los
cadáveres se secaban al sol, después el método de conservación se fue
refinando», argumentó Fernández.
LA MOMIA MEJOR CONSERVADA DEL MUNDO
Un refinamiento que llegó a su culmen con Rosalía Lombardo,
una de las últimas personas portadas a las catacumbas y conocida como la momia
mejor conservada del mundo.
Fallecida en 1920, esta niña de dos años y el doctor que se
encargó de su momificación, Alfredo Salafia, maravillan a estudiosos de todo el
mundo por su excelente estado de conservación, sin apenas daños y como si de un
maniquí se tratara.
Antes de cerrar la visita a las Catacumbas, mención especial
entre las cámaras tienen las «Mujeres vírgenes», quienes poseen un pequeño
hueco propio y que visten exquisitas prendas de un blanco inmaculado dañado
solo por el tiempo.
También cabe resaltar las celebridades locales del cuarto de
los «Profesores», entre los que se encuentran los escultores Felipe Pennino y
Lorenzo Marabitti, el cirujano Salvatore Manzella, el coronel Enea Diguiliano e
incluso, según cuenta la leyenda, el hijo de un rey de Túnez que se convirtió
al catolicismo.
Todos ellos portan distinguidos y a su vez didácticos
ropajes, unos vestidos que constituyen el principal signo de identidad de estos
individuos y familias que decidieron quedar expuestos para los ojos de sus
descendientes y de curiosos.
Fuente: http://www.unsurcoenlasombra.com
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