sábado, 14 de septiembre de 2013

Telepatía onírica

El sueño, una puerta a la telepatía


Cuando dormimos y el filtro de nuestro cerebro no excluye impresiones y sensaciones inconexas y aparentemente ajenas a nosotros, ¿adquirimos la capacidad de percibir mensajes extrasensoriales y, particularmente, de ser receptores telepáticos?
La telepatía en medio de los sueños lúcidos representa una de las metas más ambiciosas a las que puede aspirar el ser humano, pues ello le abriría la puerta a diseñar su propia realidad y a hacer participar a otros de aquella ideación. Concretamente en lo que respecta a la telepatía en sueños (sean o no lúcidos), ésta ha sido investigada científicamente desde los 60. El experimento paradigmático se basaba en tomar 2 sujetos, emisor y receptor, siendo que el emisor debía concentrarse en enviar una imagen al receptor mientras éste dormía. Siguiendo esa dinámica, en 1953 el psicoterapeuta Wilfred Daim, participando en rol de emisor, logró transmitir, con un porcentaje de éxito del 75%, pares de símbolos geométricos y colores (una figura, un color), ambos seleccionados por un mecanismo de combinación aleatoria. Al parecer, un factor causal "oculto" se asomaba en los éxitos de Daim.

Refiriéndose a la naturaleza de la telepatía onírica, el Dr. Montague Ullman expresó que: ‹‹Una de las características del soñar es que escanea el pasado hacia depósitos de memorias remotas en el intento de vincular el impacto de una situación presente en una experiencia pasada. El resultado de esta búsqueda de información está organizado bajo un esquema de contigüidad emocional y no tanto en categorías espaciales o temporales. Los datos pertinentes de telepatía onírica y sueños precognitivos sugieren que el proceso de escaneo puede, en ocasiones, superar brechas emocionales y espaciales para proveer información independientemente de todo canal de comunicación conocido.››. Adicionalmente y partiendo de que el sueño REM antecede al sueño de ondas lentas, Ullman cree que: ‹‹la telepatía onírica puede concebirse como el medio original para mantener los lazos comunicacionales en los periodos simbióticos tempranos de todas las especies mamíferas, cuando los canales 'ordinarios' no logran cruzar la división temporal y espacial entre padres e hijos››.

Por su parte Sigmund Freud, padre del Psicoanálisis y algo conocido por tener, en contraposición a su discípulo Carl Jung, una postura escéptica y relativamente cerrada a lo paranormal, admitió la posibilidad de comunicación telepática en ciertos períodos de la vida, y hasta especuló que la telepatía podría haber sido una especie de proto-lenguaje en sociedades primitivas. No sorprende por ello la opinión que, en su libro de 1922 titulado El sueño y la telepatía, presentó a modo de conclusión en las últimas páginas: ‹‹De la vinculación entre la telepatía y el sueño, tan íntima en apariencia, sólo queda la innegable facilitación de la primera por el estado del reposo, aunque éste no sea una condición ineludible para que se den los procesos telepáticos, ya consistan éstos en mensajes o en producciones inconscientes (...). ¿Por ventura habré despertado la impresión de que quiero tomar partido a favor del carácter real de la telepatía en el sentido ocultista? Mucho lamentaría si realmente fuese tan difícil evitar semejante impresión, pues en realidad quise ser completamente imparcial.››

En la misma línea de Freud y Ullman, Jon Tolaas plantea que la telepatía onírica podría haber emergido en los procesos de vinculación madre-hijo: el hijo, al localizar una amenaza, la incorporaría al imaginario de sus sueños y podría, en algunas ocasiones, transmitir esa amenaza a la madre, borrando de alguna forma la barrera entre vigilia y sueño. Ahora, y hay que aclararlo, Tolaas sitúa su hipótesis en el marco de las primeras sociedades humanas, no de animales.

Sueños compartidos

Hornell Hart, en su obra de 1965, Towards a New Philosophical Basis for Parapsychological Phenomena, define a los sueños compartidos como ‹‹aquellos en los que dos o más soñadores se sueñan en una situación en común en el tiempo-espacio, e independientemente recuerdan sus alrededores, su conversación o sus interacciones dentro del sueño››.

Por su parte la máxima autoridad en el estudio de sueños lúcidos, el psicólogo de la Universidad de Stanford, Stephen LaBerge, escribe lo siguiente sobre esta particular forma de telepatía onírica que es el sueño compartido: ‹‹Recuentos de "sueños mutuos" sugieren que el mundo de los sueños en algunos casos puede ser tan objetivamente real como el mundo físico. Esto es debido a que el principal criterio para la "objetividad" es que una experiencia sea compartida por más de una persona, lo cual supuestamente ocurre en los sueños mutuos. En ese caso, ¿qué le sucedería a la tradicional dicotomía entre los sueños y la realidad?››. Un poco en la misma línea de ese cuestionamiento, los estudios de LaBerge con soñadores lúcidos, encontraron que muchos sueños suscitaban, en virtud de sus contenidos, las mismas reacciones fisiológicas que hubiesen suscitado esos hechos si en vez de sueños fueran realidades. Así, había erecciones en los sueños eróticos, se aceleraban los latidos en pesadillas de peligro, se reía en sueños donde algo cómico tenía lugar, se lloraba si, por ejemplo, el sueño era que tal o cual ser querido había muerto...

Los experimentos del Dr. Montague Ullman

Al psiquiatra neoyorquino Montague Ullman le inquietó el asunto de la telepatía onírica desde los años cuarenta. Le intrigó la frecuencia con que sus pacientes le contaban sueños que parecían referirse a cosas que le habían pasado a él, y de las que esos pacientes no podían tener conocimiento. ¿No sería, se cuestionaba Ullman, que él mismo estaba enviando inconscientemente mensajes telepáticos que sus pacientes receptaban en sueños?

En 1953, Ullman se determinó a probar su teoría. Con la colaboración de Laura A. Dale, de la Sociedad Americana de Investigaciones Psíquicas, llevó a cabo un experimento de dos años, en el que tanto él como Laura trataron de soñar telepáticamente con acontecimientos de la vida o los sueños del otro. El experimento no tenía suficiente rigor, pero sus resultados convencieron a Ullman de que allí había algo más que casualidad: y eso, aunque no probó nada, lo movió a investigar seriamente la telepatía onírica.

Afortunadamente, comezaban a surgir nuevos medios para realizar tales investigaciones. En el mismo año en que Ullman realizó sus experimentos iniciales sobre los sueños, los doctores Nathaniel Kleitman y Eugene Aserinsky, de la Universidad de Chicago, informaron que, cuando rastreaban las ondas cerebrales con un electroencefalógrafo, habían descubierto unos rápidos movimientos oculares (REM) que indicaban con exactitud los períodos en que el sujeto dormido estaba teniendo sueños, de modo que, si se lo despertaba en esas fases de rápidos movimientos oculares, diría que estaba soñando y recordaría con precisión lo soñado.


Gracias al descubrimiento de la fase REM, Ullman ideó un nuevo experimento de telepatía onírica. En dicho experimento un voluntario, unido por electrodos a un electroencelfalógrafo, se dormía en una sala del laboratorio; mientras, un observador situado en otra habitación, esperaba a que el sujeto dormido entrase en fase REM, y entonces telefoneba a un emisor situado a varios kilómetros, el cual abría un sobre sellado con imágenes dentro, y empezaba a concentrarse en la imagen que encontraba (para transmitirla telepáticamente). Desafortunadamente, la primera voluntaria de Ullman parecía incapaz de entrar en fase REM, aunque, tras una de las pocas veces en que lo logró, comunicó el sueño de unos caballos que subían una colina. Dos semanas después, Ullman supo que, una de las fotos del sobre de imágenes que servían de "estímulo", era curiosamente la de una carrera de carros tirados por caballos, aunque nunca esa imagen fue sacada del sobre...

En un experimento posterior, en el que el mismo Ullman hizo el papel de emisor, se le fue el pensamiento al libro Espartaco, cuando debía de concentrarse en una de las imágenes a transmitir. Poco después, el sujeto-receptor del experimento, informó que había soñado con la película (no el libro) Espartaco durante la misma sesión en la que Ullman pensó en el libro. Los resultados fueron inesperados, pero alentadores.

En 1962, Ullman logró montar un laboratorio de sueños a gran escala, en el Departamento de Psiquiatría del Centro Médico Maimónides de Brooklyn. En él comenzó en 1965, con la colaboración del Dr. Stanley Krippner, su más célebre serie de experimentos. Los jueces de los experimentos serían tres profesionales escogidos por su amplio saber en parapsicología y psicología. Las imágenes que iban a servir de "estímulo" se escogieron por su "intensidad emocional, viveza, color y sencillez", y todos los sujetos reclutados tenían una actitud positiva hacia la investigación parapsicológica. Las noches en que se efectuaban experimentos, un emisor se concentraba en una imagen que se escogía al azar, cada vez que el receptor entraba en fase REM, y posteriormente, cuando acababan de soñar y cada mañana, se les preguntaba a los receptores qué recordaban de sus sueños. Después los jueces comparaban las imágenes empleadas con cada una de las imágenes contenidas en lo que los perceptores informaban de sus sueños, calificando cada imagen desde 1 (máxima correspondencia) hasta 12 (mínima correspondencia). Gran parte de los resultados no fueron concluyentes, y en otros no había nada que sugiriese telepatía; pero también se dieron aciertos tan sugestivos que convencieron a Ullman de que la telepatía onírica existía.

Por ejemplo, cuando cierto emisor se concentró en una copia del cuadro de Millard Sheets, Noche mágica, que muestra a un grupo de mujeres efectuando un rito esotérico entre árboles y cimas verdeazuladas, el receptor, una mujer, tuvo sueños sucesivos en que reportó: "estar con un grupo de personas... participando en algo" (sueño uno); "muchas montañas y árboles" (sueño dos); "seguía viendo azul" (sueño tres); "otra vez árboles y verde, y campo" (sueño cuatro). Y después, por la mañana dijo que sintió "que había algo con un aire primitivo... una especie de rito tribal en la selva".

Cuando se empleó como "estímulo" el cuadro Dempsey y Firpo, que muestra una pelea en el Madison Square Garden de Nueva York, el sujeto perceptor dijo: "Tenía una impresión como de movimiento... algo del Madison Square Garden y un combate de boxeo..." Por su parte, el cuadro Interior de la Sinagoga, de Alex Katz, indujo esta descripción: "Una impresión como de una escuela... Algo como de una sinagoga..." Mientras, Violinista verde, un cuadro de Marc Chagall, suscitó esta otra descripción: "Tiene algo que ver con la música", y el cuadro Pantera atacada por un león, de Henri Rousseau, esta descripción: "Había dos cachorros... Parecía como si hubiesen estado peleándose. Tenían las mandíbulas abiertas y enseñaban los dientes".

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