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En 1524, Miguel Angel Buonarroti diseñó una serie de enigmáticas figuras geométricas para la decoración del piso de la Biblioteca Laurenciana. (Retrato de Miguel Angel atribuido a Marcello Venusti) |
El genio florentino del renacimiento, Miguel Ángel
Buonarroti (1475-1564 DC) escondió en
sus obras una serie de mensajes esotéricos y místicos, producto de su formación
en el epicentro de lo que hemos denominado “El otro renacimiento”, en la ciudad
de Florencia. Los Divulgadores proponemos que estos mensajes, en conjunto,
comunican una cosmovisión que podría ser resumida en una frase: “La mente es
Dios y existió antes que la materia”.
Las entregas anteriores de esta serie de artículos fueron
dedicadas a explorar las razones detrás de la decisión de Miguel Ángel de
colocarle un par de protuberancias en forma de cuernos a la escultura de Moisés
que realizó para la tumba del Papa Julio II.
Para Los Divulgadores, como explicamos anteriormente, los
cuernos del Moisés de Miguel Ángel representan, de manera simbólica, la
activación del órgano humano conocido como “tercer ojo” o “linterna de Osiris”
en el patriarca judío. Este órgano le permitió a Moisés entrar en contacto con
las entidades incorpóreas que habitan el mundo espiritual, como aquella que le
habló en la cima del Monte Sinaí.
Varias tradiciones mistéricas proponen una historia
alternativa de la evolución del ser humano en la que se contempla que, en la
antigüedad, existió una etapa evolutiva denominada la “humanidad vegetal”, en
la que el ser humano tenía partes vegetales en su organismo.
Según esta tradición, hacía miles de años atrás, este
órgano conocido como la “linterna de Osiris” sobresalía de ambos lados de la
cabeza de los humanos como un par de antenas. Estas “antenas” se redujeron de
tamaño con el paso del tiempo y se convirtieron en lo que hoy conocemos como la
glándula pineal, un órgano alojado en el centro del cráneo que está involucrado
en una serie de procesos bioquímicos relacionados con las experiencias
místicas.
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La Biblioteca de la familia Médicis, más conocida como la Biblioteca Laurenciana, ubicada en la Plaza de San Lorenzo en Florencia. |
La probable existencia de una “humanidad vegetal” y las
relaciones entre el DMT, la melatonina, las experiencias místicas o
alucinaciones y la glándula pineal son tan complejas que merecen un artículo
aparte. Es por esta razón que en la presente serie dejaremos de lado estos
conceptos para seguir indagando en los mensajes ocultos en la obra de Miguel
Ángel.
Geometría sagrada
En 1774 sucedió un afortunado accidente en la sala de
lectura de una de las bibliotecas más importantes del mundo. Un estante repleto
de libros sucumbió al peso y se desplomó dejando al descubierto el piso
original de la biblioteca decorado con intrincados diseños geométricos hechos
en terracota, que habían permanecido ocultos bajo un falso piso de madera.
Esto sucedió nada menos que en la célebre Biblioteca de
la familia Médicis, también conocida como la Biblioteca Laurenciana, diseñada
por Miguel Ángel en 1524 por encargo del Papa Clemente VII de Médicis.
Los arquitectos encargados de la restauración del escritorio,
a pesar de no lograr descifrar el contenido de los diseños geométricos le
informaron al director de la Biblioteca pues sabían que las figuras
representaban algo de suma importancia
Antonio Biscioni, quien en ese entonces era el director,
ordenó retirar todo los pisos falsos de madera que cubrían el piso original. Se
descubrió que existían quince paneles de terracota con diferentes diseños
geométricos, de aproximadamente dos metros de ancho, que cubrían el largo de
ambos lados de la Biblioteca a manera de pasadizos. Quince en el lado oeste y
quince en el lado este, similares en tamaño y diseño. Los diseños habían sido
realizados utilizando el color rojo y el color blanco y los paneles tenían la
forma de cuadrados encerrados dentro de rectángulos.
Los escritorios permanecieron en su lugar original
cubriendo los diseños pero Biscioni quedó tan impactado por el descubrimiento
que ordenó la construcción de trampillas en el piso falso de madera de cada uno
de los escritorio para que se pudiese observar las figuras.
Pese a todo, los diseños no fueron estudiados y
continuaron en el olvido.
Tuvieron que pasar más de cuatrocientos años para que
alguien se interesase en descifrar la función y el significado de los diseños
geométricos del piso de la Biblioteca Laurenciana.
En 1980, el reconocido arquitecto norteamericano Ben
Nicholson empezó a estudiar, junto con su equipo que agrupaba a especialistas
en geometría y teólogos, las complicadas figuras geométricas del piso
utilizando un método multidisciplinario que comprendió trabajo de campo
arqueológico, análisis de documentos, análisis matemáticos, investigación arquitectónica
y numerología.
Su estudio duró más de diez años culminando en 1996 con
la exposición titulada “Descubriendo la Geometría: Ben Nicholson en la
Biblioteca Laurenciana”. En esta muestra, Nicholson expuso reproducciones a
gran escala de los quince diseños geométricos y presentó las conclusiones de su
investigación sobre el significado de los mismos.
Según Nicholson, los paneles juntos son una enciclopedia
de los principios esenciales del conocimiento geométrico sagrado, o de la
teología de la aritmética, que fue el legado de los antiguos maestros como
Pitágoras de Samos (570-495 AC).
Lo sorprendente es que varios de estos paneles no se
limitan a establecer conceptos geométricos ancestrales y sagrados sino que
también guardan mensajes de carácter filosófico y teológico, que nos remontan a
los tiempos del filósofo Pitágoras, el profeta Zoroastro e incluso a los
grandes arquitectos del antiguo Egipto.
El panel de los Médicis
Uno de los paneles más interesante para Nicholson es el
panel número dos, conocido como el panel de los Médicis ya que en el centro se
puede apreciar el emblema de Cosimo I de Médicis. (ver figura de abajo).
A simple vista, el panel de los Médicis parece ser totalmente
simétrico y guarda mucha similitud con las antiguas rosetas que se encuentran
en muchos diseños del renacimiento. Pero, al analizarlo en profundidad,
Nicholson observó que el panel no era un cuadrado perfecto sino que era
ligeramente rectangular.
Luego de estudiar las proporciones del panel, Nicholson
encontró una serie de números que no parecían haber sido escogidos al azar. El
rectángulo que encierra al diseño del panel tiene una proporción de 12:13 y
esto, según Nicholson, representa los ciclos lunares y solares puesto que el
Sol recorre los doce signos del zodiaco en casi el mismo tiempo que la Luna
realiza trece vueltas alrededor de la Tierra.
Más aún, el tramado del diseño está compuesto por 96
círculos agrupados en la secuencia 1, 3+3, 6, 12, 24, 48. Esta secuencia
numérica que parece no tener ningún significado es uno de los elementos más
enigmáticos de los diseños geométricos del piso de la Biblioteca Laurenciana.
Como hemos visto, Miguel Ángel realizó los planos de esta
construcción alrededor del año 1524. Para ese entonces, aun se creía que el Sol
giraba alrededor de la Tierra y los únicos planetas conocidos eran Mercurio,
Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno.
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El panel clasificado con el número dos, denominado por el arquitecto Ben Nicholson como el panel de los Médicis. |
En 1768, más de doscientos años después de la
construcción de la Biblioteca Laurenciana, el astrónomo alemán Johann Elert
Bode (1747-1826) publicó un libro titulado “Manual de Instrucciones para el
Aprendizaje de los Cielos Estrellados” en el que determinaba la distancia entre
el Sol y cada uno los planetas conocidos hasta ese momento (Mercurio, Venus,
Tierra, Marte, Júpiter y Saturno) a través de una fórmula matemática.
Los avances tecnológicos de los siglos posteriores
permitieron comprobar que las distancias propuestas por Bode eran correctas.
Las distancias que propuso el astrónomo alemán, expresadas en unidades
astronómicas, son muy cercanas a las distancias reales entre el Sol y cada uno
de los planetas conocidos en esa época.
Es más, gracias a su fórmula matemática, Bode predijo que
entre Marte y Júpiter existía un planeta más:
“Después de Marte hay un espacio que es la suma de
4+24=28 partes (decimos de una unidad astronómica), pero hasta ahora no se ha
visto planeta alguno allí. Pero ¿podría haber dejado el Señor Arquitecto (del
Universo) ese espacio vacío? No, de ninguna manera. Entonces, asumamos que este
espacio, sin duda, pertenece a los aún no descubiertos satélites de Marte.”
En 1781, se descubrió el planeta Urano, justamente en la
posición que Bode había propuesto, años antes, utilizando su fórmula.
Lo sorprendente es que la secuencia numérica que
Nicholson encontró en el panel de los Médicis, es la misma secuencia numérica
que Bode utilizó para calcular la distancia entre el Sol y los planetas.
¿Cómo es que esa secuencia numérica fue introducida,
doscientos años antes, en el panel de la Biblioteca Laurenciana?
Hoy en día, la formula que utilizó Bode, conocida como la
ley de Titius-Bode, no es considerada como una ley científica fundamental ya
que falló al determinar la posición de los planetas Neptuno y Plutón.
La ley de Titius-Bode es clasificada como una ley
empírica y no fundamental pues Bode la desarrolló a partir de la observación de
las posiciones de los planetas y no a través de un entendimiento profundo de la
razón por la cual los planetas se encontraban en esa posición.
Al margen del origen de la secuencia numérica, no hay
como explicar la aparición de esta en los diseños de la Biblioteca Laurenciana,
menos aún si se tome en cuenta que cuando Miguel Ángel diseñó los planos,
alrededor de 1524, aún se creía que la Tierra era el centro del universo. El
modelo heliocéntrico de Copérnico, que plantea que la Tierra y los planetas
giran alrededor del Sol, empezó a hacerse conocido en algunos círculos de la
élite europea en 1536, doce años después del trazo de los planos de la
Biblioteca.
Esto no es todo, el arquitecto Nicholson descubrió que el
panel correspondiente, en el otro lado de la Biblioteca, no es perfectamente
idéntico sino que encierra una diferencia muy sutil. El otro panel no fue hecho
en un rectángulo con una proporción de 12:13, como el primero, sino en un
rectángulo con una proporción de 11:12. La interpretación de Nicholson es que
los números once y doce se refieren al número de discípulos de Jesús, con y sin
Judas.
Esta interpretación de Nicholson relacionada al numero de
discípulos de Jesús, a diferencia de las otras, es muy discutible ya que la
mayoría de paneles no hacen referencia a algún personaje en concreto sino que
presentan conceptos geométricos ancestrales relacionados con el orden del
universo.
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El panel número catorce, denominado por Nicholson como el panel del “Lambda de Platón”.
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El Lambda de Platón.
Uno de los diseños más estudiados por Nicholson es el panel número catorce (ver foto de abajo). Según las investigaciones de Nicholson, el diseño de este panel representa la versión de Platón (428-348 AC) sobre como es que Dios creó el alma cósmica del universo o, en otras palabras, como es que el universo adquirió vida. Esta descripción ha pasado a la historia como el “Lambda de Platón” y se encuentra en el dialogo platónico conocido como el “Timeo”.
En el “Timeo”, Platón no solo describe el Lambda sino que
sostiene que los elementos clásicos (aire, tierra, fuego, agua y éter) estaban
hechos a base de cinco sólidos: el cubo, el tetraedro, el octaedro, el
dodecaedro y el icosaedro. Estos sólidos pasaron a la historia como los
“sólidos platónicos”.
Puede sonar extraño que un filósofo como Platón haya
entrado en el terreno de la geometría al punto de plantear la existencia de
estos sólidos pero lo cierto es que Platón fue influenciado por las ideas del
famoso matemático griego, considerado por muchos como uno de los filósofos
occidentales más influyentes de todos los tiempos, Pitágoras de Samos.
Todos los historiadores de la filosofía griega concuerdan
en que Platón fue influenciado por Pitágoras en conceptos como el que define al
hombre como un ser dual constituido por un alma inmortal y un cuerpo sujeto a
la muerte.
Por otra parte, el ilustre filósofo Macedonio Aristóteles
(384-322 AC) sostenía que la filosofía de Platón seguía las enseñanzas de
Pitágoras; y el filósofo romano Marcos Tulio Cícero (106–43 AC) proclamaba que
“Platón aprendió todo de los Pitagóricos.”
“Los Pitagóricos” es un nombre que no solo se refiere al
grupo de filósofos que estudiaban las enseñanzas de Pitágoras sino también a
una sociedad secreta fundada por el mismo matemático conocida como la
“Hermandad Pitagórica”.
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Para Pitágoras de Samos y sus seguidores, los números eran sagrados puesto que constituían la base sobre la que había sido creada la realidad física. |
Esta sociedad secreta, fundamentalmente dedicada al
estudio de las matemáticas, tuvo una fuerte influencia en posteriores
tradiciones esotéricas. Para los Francmasones y los Rosacruces, las enseñanzas
de Pitágoras poseen cualidades místicas ocultas dentro de su aparente contenido
exclusivamente matemático.
Esto se confirma con ideas como la de Jámblico (250 – 330
DC), reconocido seguidor de Pitágoras quien sostenía que las matemáticas
revelaban los misterios divinos del descenso del alma y su retorno:
“Si queremos estudiar matemáticas de una manera
Pitagórica, tenemos que perseguir fanaticamente su proceso divino, anagógico,
catártico, e iniciático.
En Timeo, Platón sostuvo que Dios creó el “alma cósmica”
del universo, aquella de la que hablaban los filósofos del “otro renacimiento”,
a través de la siguiente secuencia de números: 1, 2, 3, 4, 9, 8, 27. Estos
números se despliegan en un diagrama en forma de V invertida que se asemeja a
la forma de la 11ava letra del alfabeto griego conocida como Lambda. Por esto,
este diagrama, a través del cual Platón explica la creación del universo, lleva
el nombre del ‘Lambda de Platón”. Es muy probable que el Lambda de Platón sea
parte del legado místico de Pitágoras de Samos.
Habría que decir que, de alguna manera, la aparición en
los diseños de Miguel Ángel de la idea pitagórica de un “alma cósmica” que se
desprende de una secuencia numérica no está muy lejos del concepto de una mente
creadora que es Dios y que existió antes que la materia.
Un detalle que vale la pena mencionar es que muchos de
los diseños geométricos del piso de la Biblioteca Laurenciana, como el del
panel de los Médicis, presentan la interacción entre círculos y cuadrados. Para
los antiguos maestros de la geometría, el círculo representaba lo desconocido o
la parte espiritual del universo; y el cuadrado representaba el mundo material
o la parte comprensible del universo.
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Según Nicholson, el panel cinco representa el “Tetractis” de Platón. |
El Tetractis de Platón
Según las investigaciones de Ben Nicholson, existe otro
panel que está hecho en base a la geometría sagrada que Platón aprendió de las
enseñanzas de Pitágoras de Samos: el panel número cinco que representa el
famoso “Tetractis” de Platón (ver figura de arriba).
El Tetractis de Platón representa el número 10 que para
los Pitagóricos es el número de la divinidad o la perfección.
Pitágoras y sus seguidores sostenían que lo esencial era
descubrir, con exactitud matemática, la forma en la que se estructura la
materia puesto que esto les permitiría comprender la Naturaleza.
En su filosofía, los números llegaron a tener un carácter
real. Estos no eran simples cantidades representativas o meros símbolos sino
las partículas indivisibles y sagradas que componían la realidad misma. Los
Pitagóricos sostenían que la realidad física está constituida por pequeñísimos
puntos geométricos que a su vez están compuestos por números.
Por lo tanto, para conocer la verdadera esencia de algo,
más allá de lo que se puede observar, era necesario conocer su número.
Dentro de esta visión, el Tetractis representa al 10 o
número perfecto. El número 10 nace de la suma de los números que crean la
realidad como son: el 1 que forma el punto, el 2 que forma la línea, el 3 que
forma la superficie y el 4 que forma el cuerpo. La suma de estos números (1+2+3+4)
nos da como resultado el número 10 o número divino también conocido como
Tetractis.
Este es el número sagrado por el cual juraban los
pitagóricos, tradición que luego adoptarían los Francmasones.
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El panel número once que según las investigaciones de Nicholson fue construido en base a la figura geométrica denominada la “estrella de Brunes”. |
La estrella de Brunes
Si bien el arquitecto Ben Nicholson y su equipo de
investigadores estudiaron por más de diez años los diseños del piso de la
Biblioteca de los Médicis, no se ha publicado una obra exhaustiva sobre sus
hallazgos.
La información que hemos presentado en este artículo
corresponde, fundamentalmente, a los tres paneles más estudiados por el equipo
de Nicholson.
Sin embargo, existen otros paneles que merecen una breve
mención como el panel número 11 que según Nicholson fue diseñado en base a la
figura geométrica conocida como la “Estrella de Brune” (ver imagen de arriba).
En el año 1967, el renombrado ingeniero danés Tons Brunes
publicó un libro titulado “Secretos de la geometría antigua y sus usos”. En
este libro que ha pasado a la historia como uno de los estudios de geometría
antigua más importantes de los últimos tiempos, Brunes sostiene que hasta el
año 1,400 DC existió una hermandad de sacerdotes, originaria del antiguo
Egipto, que conocía un sistema secreto de geometría que habría servido como
base para muchas de las estructuras más importantes de la antigüedad. Este
sistema geométrico se basaba en el uso de dos figuras geométricas que el mismo
denominó como: la “estrella de Brunes” y el “corte sagrado”.
En su libro, Brunes demostró que estas figuras se habían
utilizado para construir diferentes estructuras del mundo antiguo como las
pirámides de Egipto, el Partenón e incluso la mayoría de catedrales medievales.
Es más, utilizando estas figuras, Brunes fue capaz de
reconstruir los planos de estructuras como el Partenón, el templo de la diosa
Ceres y el templo de Poseidón.
Las preguntas son evidentes.
¿Quién le transmitió a Miguel Ángel el conocimiento sobre
la “estrella de Brunes”?
¿Miguel Ángel sabía de esta hermandad de sacerdotes que
guardaban conocimientos de geometría sagrada?
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Esta es la figura geométrica denominada la “estrella de Brunes” en honor al ingeniero Tons Brunes quién la descubrió como la base sobre la que se diseñaron muchas estructuras del mundo antiguo. |
El diseño original de Miguel Ángel
Aunque ahora los diseños geométricos del piso de la
Biblioteca Laurenciana no se encuentran a la vista pues están cubiertos por el
piso falso de madera, los paneles fueron realizados originalmente con la
intención de que fuesen vistos por los visitantes. El arquitecto Nicholson
sostiene que la idea era inspirar al lector con las bases de la geometría
sagrada mientras este caminaba por los pasadizos laterales de la sala de
lectura de la Biblioteca.
Pero, si fueron hechos para ser vistos ¿por qué
permanecieron ocultos por más de doscientos años?
La historia de la construcción de la Biblioteca
Laurenciana puede ayudarnos a entender este problema. Como se puede apreciar en
la foto de abajo, la Biblioteca Laurenciana tiene dos hileras de escritorios de
lectura, uno al lado oeste y otro al lado este. Los diseños geométricos de
terracota se encuentran justamente debajo del piso falso de madera de estas
hileras laterales de escritorios.
Sin embargo, la disposición actual de la Biblioteca no
corresponde con el plan de Miguel Ángel.
Según varios historiadores, la idea original de Miguel
Ángel era crear una sola hilera central de escritorios de lectura pero el Papa
Clemente VII la rechazó porque le pareció que una sola hilera no era suficiente
para albergar a la cantidad de lectores que calculaba recibir.
Es así, como posteriormente se modificó el plan original
de Miguel Ángel y se crearon dos hileras laterales de escritorios de lectura
para aumentar la capacidad de la Biblioteca. Esto, probablemente se hizo cuando
Miguel Ángel había abandonado la obra.
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Arriba, la sala de lectura de la Biblioteca Laurenciana con los escritorios a los lados. Arriba, la misma sala sin los escritorios que ocultaron los diseños geométricos hechos en terracota. |
Si bien la Biblioteca se empezó a construir en 1524, con
los planes originales de Miguel Ángel, esta no se inauguró hasta 1571, muchos
años después de la muerte del artista.
Los historiadores aún no están de acuerdo sobre si Miguel
Ángel fue realmente el autor de las figuras geométricas del piso de la
Biblioteca Laurenciana. Sin embargo, el hecho de que Miguel Ángel haya
propuesto una única hilera central de escritorios que permitía el lucimiento de
los quince diseños geométricos es un indicio importante.
Si Miguel Ángel propuso en sus planos una sola hilera
central de escritorios es, probablemente, porque quería lucir los diseños
geométricos de terracota a ambos lados de los escritorios. Esto implicaría que
los planos de Miguel Ángel sí contenían los complicados diseños geométricos.
Además, tomando en cuenta la atención al detalle que
comunica el diseño de la Biblioteca Laurenciana es muy improbable que el genio
florentino haya dejado sin diseñar los motivos del piso de estos dos pasadizos
laterales que atravesaban todo el largo de la sala de lectura y que tenían más
de dos metros de ancho.
A modo de conclusión
Hay que recordar que Miguel Ángel fue un extraordinario
arquitecto que sin duda tuvo un profundo conocimiento de los principios básicos
de la aritmética y el calculo pitagóricos así como de la geometría que de estos
se deriva. Probablemente Miguel Ángel escogió los paneles de terracota del piso
de la Biblioteca Laurenciana como el lugar apropiado para dejar plasmados los
elevados principios geométricos que guiaron sus creencias espirituales y que
sirvieron de base a sus obras artísticas.
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Para la exposición de Ben Nicholson titulada “Descubriendo la Geometría: Ben Nicholson en la Biblioteca Laurenciana” se realizaron copias a gran escala de los quince paneles. |
Que mejor lugar para legarle a la humanidad sus
conocimientos sobre el origen y la arquitectura del universo que en los diseños
que adornan una de las bibliotecas más valiosas del mundo.
Su mensaje es que los números generaron la creación de
los cuerpos sólidos, es decir, el universo. Una vez más nos damos con la idea
de que la mente creó la materia, como lo predicaban las escuelas mistéricas de
oriente.
La línea de transmisión de estos conocimientos
ancestrales de geometría sagrada del universo empieza con los sacerdotes de las
escuelas mistéricas de Egipto y con Zoroastro quien, según Porfirio en su “Vida
de Pitágoras”, fue uno de los maestros del legendario matemático. A su vez, las
ideas de Pitágoras influenciaron a Platón y los conceptos de este último fueron
los que se difundieron en la Florencia del renacimiento de la mano de
personajes como Gemisto Pletón y Marsilio Ficino.
El hecho de que los Médicis decidieran ocultar este
conocimiento, del cual sin duda estaban al tanto, bajo un falso piso de madera,
se debe probablemente a que cuando se inauguró la Biblioteca en 1571, la
iglesia aún luchaba contra la Reforma luterana. La poderosa familia italiana
sabía que aquellos involucrados en la creación de estos diseños y en la
difusión del conocimiento que se derivaba de los mismos habrían sido
investigados por la inquisición.
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Abajo, el panel número uno conocido como panel del Papa. Arriba el panel número ocho. |
En todo caso, los paneles de terracota, son un tema que
necesita un profundo estudio que nos podría ayudar a comprender mejor las ideas
y la obra del genio renacentista.
Los Divulgadores estamos seguros que nos llevaremos más
de una sorpresa cuando entendamos mejor el papel que han jugado las escuelas
mistéricas en la transmisión del conocimiento. No es una coincidencia que la
etapa de la evolución humana conocida por las escuelas mistéricas como
“humanidad vegetal”, que nos legó el órgano conocido como la “linterna de
Osiris” o el “tercer ojo”, haya sido
contemplada por los Pitagóricos. Según Eduard Zeller, uno de los más importantes
historiadores de la filosofía griega, los Pitagóricos sostenían que todos los
seres vivientes estaban interrelacionados:
“La idea de la total hermandad, que constituía la base de
la secta pitagórica, descansaba en la doctrina de la transmigración. Todos los
seres vivientes y orgánicos, incluyendo el mundo vegetal, se consideraban como
interrelacionados, puesto que representaban la personificación de las
almas-demonios.”
Como hemos visto en las entregas anteriores de esta
serie, Miguel Ángel,al ponerle cuernos al Moisés, dejó plasmada su creencia en
la “linterna de Osiris” o glándula pineal como medio para comunicarse con las
entidades incorpóreas que habitan en el universo; y en la Biblioteca
Laurenciana reafirmó que en la mente es Dios y que existió primero que la
materia. En la última entrega de esta serie analizaremos su mensaje final
oculto en el seno del Vaticano.
Fuente: Los divulgadores.com
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