La
duda atroz de los Estados Unidos
Los norteamericanos han logrado
exorcizar lo que fue para ellos "la guerra sucia” de Vietnam. Pero algunos
demonios permanecen aún en el inconsciente nacional, y uno de los más
insidiosos es la idea que algunos soldados podrían seguir como prisioneros en
el sudeste asiático.
Diecisiete años después de finalizada la
guerra de Vietnam, el 30 de abril de 1975, el Pentágono estimaba que aún
faltaba por encontrar el rastro de alrededor de 2.273 de sus muchachos, De este
número, 1.101 habían sido dados por muertos en combate y 1.172 son considerados
como perdidos en acción ( Missing in Action, MIA ), desaparecidos en el combate
sin que se pudiera comprobar fehacientemente su muerte. En 1990, una fotografía
proveniente de Asia y fechada el 25 de abril, mostraba a tres hombres de unos
sesenta años que fueron reconocidos por sus familiares como antiguos MIA.
Un
testimonio
La Liga nacional de familiares de
prisioneros de guerra y perdidos en acción, que realiza investigaciones para
encontrar a los norteamericanos prisioneros de guerra o desaparecidos, ha
recabado numerosos testimonios de refugiados que afirman haber visto o haber
oído hablar de soldados estadounidenses cautivos en el sudeste asiático, uno de
estos testigos, miembro de las fuerzas especiales entrenadas por la CIA, hizo
el siguiente relato, al regresar después de quince años pasados en las
prisiones de Vietnam del Norte.
"Mientras estuve prisionero en
Hanoi, oí hablar de un cierto número de prisioneros de guerra norteamericanos.
Escuché sus voces y oí a los oficiales decir que se trataba de pilotos derribados
a quienes se intentaba reeducar. Los mantenían separados del resto de los
detenidos"
Transferido en 1978 desde Hanoi a Thank
Hoa, junto con ciento treinta prisioneros norteamericanas el testigo afirmó
haber visto a una treintena de prisioneros de guerra encerrados en tres campos
distintos, pero cercanos unos de otros. Los describió así: "Los
prisioneros que yo vi estaban flacos y cubiertos de sarna. Caminaban con
dificultad, pero se les obligaba a recoger madera en la selva. A menudo se
caían y, a veces, los guardias los golpeaban".
Los
fantasmas de la selva
En 1987, ciento diecinueve casos de MIA
fueron presentados a las autoridades vietnamitas como los más conflictivos. En
los años siguientes, con la apertura proclamada por ese régimen, Vietnam trató,
con cierto grado de buena voluntad, de solucionar el problema, puesto que la
sospecha que algunos norteamericanos pudieran seguir prisioneros ahí constituía
el principal obstáculo en el proceso de acercamiento tan deseado con los
Estados Unidos.
De hecho, la opinión pública y el
Pentágono difieren radicalmente en su apreciación sobre este tema. Algunos
oficiales norteamericanos piensan que, en el peor de los casos, una decena de
compatriotas pudieron haber permanecido en el teatro de las operaciones
(Vietnam, Laos y Camboya) después de 1975, y que murieron a manos de sus
carceleros. Sin embargo, en 1979, después de terminada la guerra, reapareció un
soldado, pero el enemigo lo había convencido de colaborar. Por el contrario,
una encuesta realizada por la cadena Time-CNN en 1991 mostró que un 60% de las
personas interrogadas pensaban que algunos soldados norteamericanos todavía
estaban cautivos en Vietnam o en los países fronterizos. La foto de 1990
permitió dar algunos nombres, al identificar a los tres hombres como el coronel
J. L Robertson, el mayor A. L. Lundy Jr. y el teniente L. Stevens,
desaparecidos entre 1966 y 1970.
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Una fotografía que despertó esperanzas. De izquierda a derecha, J. Robertson, A. Lundy Jr y Larry Stevens que habrían sido reconocidos por sus familiares. |
Durante el verano de 1991, otra
fotografía, supuestamente reciente, de un MIA, el capitán Donald G, Carr, cuyo
avión fue abatido en 1971 en Laos, publicada en la primera plana de los
diarios, obligó al Ministerio de Defensa a prestar ayudas a la organización
privada de búsqueda llamada Operación Rescate, que la había difundido, Pero el
coronel Jack Bailey, responsable de la Operación Rescate no pudo proporcionar
ninguna prueba adicional, ni siquiera un informante. Sin embargo, este asunto
provocó una reacción de la comisión del Senado encargada de los prisioneros de
guerra la que ordenó efectuar una investigación definitiva sobre el tema.
Un
comercio rentable
Como una nueva variante en el mercado
del dolor humano, la industria de los MIA, como la llamó el propio Time, es un
asunto beneficioso para los Estados Unidos. Esta se alimenta con La producción
periódica de fotografías que dicen representar a hombres blancos o negros
prisioneros de tribus de la selva o en campos secretos de los vietnamitas.
Hasta ahora, nadie ha podido probar que estas instantáneas correspondan a unos
MIA y, en cambio, la mayoría han resultado ser fotografías trucadas o retocadas
de nativos con un aire vagamente europeo o retratos de consejeros soviéticos
sacados de antiguas revistas o, por último, montajes realizados a partir de
folletos distribuidos en el sudeste asiático por las familias de los
desaparecidos.
![]() |
El piloto norteamericano J. Robertson desaparecido a la edad de 36 años, ¿vivirá cautivo en algún lugar de Asia? |
En los Estados Unidos, el escaso celo
mostrado por el gobierno por efectuar investigaciones serias ha provocado la
proliferación de organizaciones privadas, financiadas con donaciones de las
familias de los MIA y cuya confiabilidad no ha sido, lamentablemente, siempre
muy clara. Catorce de ellas fueron acusadas en 1989 de entregar información
falsa o deformada, a fin de presionar a las familias para obtener más dinero.
Finalmente, el cine se ha beneficiado con la explotación de lo que podría
considerarse un mito, obteniendo ganancias de la idea del " Regreso del
infierno "; filmada en 1983, o de la búsqueda de los “Reportados
Desaparecidos" de 1984.
Los
prisioneros perdidos
Antes de las convenciones do Ginebra,
establecidas sucesivamente en 1864. 1906, 1929 y 1949 por la Cruz Roja, la
suerte de los heridos y de los prisioneros de guerra era tal que la noción
misma de "prisioneros perdidos” no tenía sentido alguno.
Desde la Antigüedad al siglo XIX.
Durante mucho tiempo, la suerte de los cautivos era la esclavitud o la muerte
en el lugar mismo o durante sacrificios. El soldado capturado por el enemigo
perdía de hecho su condición de ser humano, ya que el vencedor tenía derecho de
vida y de muerte sobre él y podía disponer de él a su antojo. Sólo los
personales importantes podían esperar ser rescatados por un precio. En algunas
culturas, como en la japonesa, entregarse al enemigo en vez de suicidarse sólo
podía acarrear infamia, lo que explica en parte el tratamiento infligido por
los japoneses a los prisioneros occidentales durante la Segunda Guerra Mundial.
Las guerras modernas. La aplicación de
las convenciones de Ginebra ha modificado esta situación al poner fuera de la
ley el secuestro voluntario de prisioneros una vez terminado el conflicto, a
excepción de los condenados por crímenes de guerra. Los países comunistas
totalitarios no tardaron en ser los principales acusados de estos cargos. Pero,
si bien los hechos no han quedado muy claros en la mayoría de ellos, incluyendo
a Vietnam, no han podido ser negados en lo que respecta a la Unión Soviética
después de la Segunda Guerra Mundial. En efecto, bajo la cubierta del castigo
de los criminales de guerra, el gobierno de Stalin deportó en esa ocasión a
miles de soldados alemanes. Ahora bien, si la noción de criminales de guerra
es, evidentemente, válida, especialmente en el caso de los miembros de las SS,
los demás casos de reclusión no tuvieron otro fin que el de vengarse de los
excesos cometidos por los nazis durante la campaña de Rusia.
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