En la mañana del 30 de junio de 1908 una gran bola de fuego
asoló la región siberiana de Tunguska,
el cual fue un acontecimiento tan excepcional que suscitó una
controversia que todavía prosigue.
Las explicaciones al respecto entran en el reino de lo extraño,
incluida la notable hipótesis según la cual el fenómeno fue causado nada menos
que por un aterrizaje de emergencia de una nave espacial movida por energía
nuclear, tal vez de origen extraterrestre.
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Recreación de la que pudo pasar en Tunguska. |
La zona en la que cayó el objeto, en el valle del río
Tunguska Pedregoso, estaba escasamente poblada por los tunguses, pueblo nómada
de origen mongol dedicado al pastoreo de renos. Cerca del centro de la
explosión, al norte de Vanavara, varios tunguses fueron lanzados al aire por la
explosión, y sus tiendas fueron arrebatadas por un viento violentísimo. A su
alrededor, el bosque empezó a arder.
Cuando los asombrados tunguses inspeccionaron cautelosamente
el lugar de la explosión, encontraron escenas de terrible devastación. En un
circulo de 30 kilómetros, los árboles habían sido derribados como cerillas de
madera y el calor intenso producido por la explosión había fundido objetos
metálicos, destruido almacenes y reducido varios renos a cenizas.
No quedaba en aquella zona ningún animal vivo, pero,
milagrosamente, ningún ser humano murió a consecuencias del desastre. Se dijo
también que había caído en aquellos lugares una misteriosa "lluvia
negra". Los efectos de la explosión de Tunguska fueron vistos y sentidos
en un radio de más de mil kilómetros, incluso se dice que en el resplandor de
la explosión se pudo observar desde la ciudad de Londres.
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Fotografía aérea de la zona. Los árboles caídos indican el sentido de la onda expansiva. |
Informes procedentes del distrito de Kansk, a 600 kilómetros
del punto en que se produjo el estallido, describieron sucesos tales como
barqueros precipitados al agua y caballos derribados por la onda expansiva,
mientras las casas temblaban y los objetos de loza se rompían en sus estantes.
El conductor del Transiberiano detuvo su tren temiendo un descarrilamiento, al
notar que vibraban los vagones y los rieles.
Otros efectos fueron percibidos en lugares muy distantes del
globo, pero su causa permaneció ignorada durante largo tiempo, ya que la
noticia de la bola de fuego y de su explosión no llegó a oídos del gran público
hasta pasados varios años. En toda Europa se registraron ondas sísmicas
parecidas a las de un terremoto, así como diversos trastornos en el campo
magnético terrestre. Más tarde, los meteorólogos hallaron en los registros de
sus microbarógrafos que las ondas atmosféricas producidas por la detonación
habían dado dos veces la vuelta a la Tierra.
En gran parte de Europa y Asia occidental la noche quedó
extrañamente iluminada después de la caída de la bola. Informes procedentes de
estos lugares hablan de noches cien veces más luminosas de lo normal, y de unas
tonalidades carmesíes en el cielo, semejantes al resplandor de un incendio,
hacia el norte. Estas extrañas luces no titilaban ni formaban arcos, como
ocurre con las auroras boreales; eran semejantes a las que se produjeron tras
la explosión del volcán Krakatoa, que inyectó inmensas nubes de polvo en la
atmósfera.
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Detalle de cómo quedaron los árboles después de la gran explosión. |
Cuando tuvo lugar el fenómeno de Tunguska, en Rusia se
iniciaba un periodo de grandes inquietudes políticas, y la prensa nacional no
dio ningún relieve a lo que se consideró como un hecho sin importancia en un
lugar remoto del imperio. A pesar de la naturaleza excepcional del suceso de
Tunguska, las noticias sobre el mismo permanecieron enterradas en las
redacciones de los diarios locales siberianos hasta 13 años después, cuando
recibió noticias de lo sucedido el minerólogo soviético Leonid Kulik. Después
de contemplar la zona de la explosión desde un risco, Kulik escribió:
"Desde nuestro punto de observación no se ven señales
de bosque, ya que todo ha sido devastado e incendiado, y alrededor del borde de
esta zona muerta la joven vegetación forestal de los últimos veinte años ha
avanzado impetuosamente, en busca de luz solar y de vida. Se experimenta una
extraña sensación al contemplar estos árboles gigantescos, de 50 a 75
centímetros de diámetro, quebrados como si fuesen ramitas, y sus copas
proyectadas a muchos metros de distancia en dirección sur".
Según la teoría más popular, un cometa se asemeja a una
especie de bola de nieve formada por gas y polvo helados. Los cometas antiguos
pierden el gas hasta convertirse simplemente en unas "bolsas" de
rocas de baja densidad. Semejante objeto bien puede convertirse en una bola
ardiente a causa de la fricción que experimenta al penetrar a gran velocidad en
la atmósfera terrestre, hasta disgregarse mediante una explosión cuando la
fuerza de esta acción de frenado supera su propia cohesión.
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Foto actual de la zona de Tunguska. Incluso a día de hoy se aprecian los efectos producidos hace más de 90 años. |
La explosión en pleno aire de este objeto explicaría la
ausencia de cráter y de fragmentos meteóricos en Tunguska. Sin embargo, los
críticos de la teoría del cometa argumentan que, antes de la explosión de
Tunguska, nadie había detectado cometa alguno en el firmamento.
Hubo incluso rumores de radiaciones mortíferas en el lugar.
Uno de los personajes del cuento de Alexander Kazantsev habla de un hombre que,
poco después de examinar la zona devastada de Tunguska, murió entre terribles
dolores, como si lo consumiera un fuego invisible. "Sólo podía tratarse de
radiactividad", explica el personaje de la obra.
En realidad, no existe ningún informe según el cual alguien
muriese a consecuencia de la explosión de Tunguska, pero los tunguses
explicaron que los renos de aquella zona presentaron costras en su piel, cosa
que ciertos escritores modernos, como Baxter, han atribuido a quemaduras
causadas por radiación.
Hoy día, aún sigue siendo un misterio...
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