El
magnetismo animal ¿ficción o realidad?
En la segunda mitad del siglo XVIII,
París se apasionó por un nuevo procedimiento, el magnetismo, que parecía obrar
curaciones milagrosas. El método es rechazado por la medicina oficial, lo que
no le impide dar origen a un cierto número de descubrimientos científicos.
En 1779, Mesmer, fundador del
magnetismo, publica su Memoria sobre el descubrimiento del magnetismo animal.
En veintisiete artículos expone su doctrina y el texto se transforma en la
carta fundamental en la que se apoyan todos sus fieles.
Las
“cubetas” de Mesmer
Mesmer trata a sus pacientes alrededor
de las cubetas transformadas en una suerte de aparatos que distribuyen el
magnetismo. Para ello, se sumergen imanes y una mezcla de limaduras de fierro,
vidrio molido y azufre en recipientes de agua unidos entre sí por alambres. Los
pacientes deben hundir en ellas varillas de fierro articuladas, las que pueden
dirigir sobre sí mismos y sobre las parles enfermas de su cuerpo. Del mismo
modo deben tomarse de las manos para recibir las ondas de corriente magnética y
formar así una cadena. Es necesario que la sesión colectiva se realice en la
penumbra y en silencio, y todos deben permanecer inmóviles. Sólo Mesmer se
mueve en la habitación, imponiendo las manos sobre los pacientes o tocándolos
con una varilla. Sin embargo, algunas veces se permite que haya música.
El
magnetismo animal
Nacido en Alemania en 1734, Franz Anton
Mesmer estudió medicina en la Escuela de Viena y obtuvo su diploma en 1766. Por
esta época ya era doctor en filosofía. Abre su consulta en Viena y, en 1772,
comienza a experimentar con el método magnético en sus pacientes. Se apoya en
el postulado de que existe un fluido universal que interactúa con los cuerpos
celestes y otros cuerpos animados, Esta influencia mutua tiene como resultado
un flujo y un reflujo que actúan sobre los hombres, insinuándose en la
sustancia de los nervios. De acuerdo con esta teoría, todas las enfermedades
provienen de una mala repartición de este fluido al interior del cuerpo. Al ser
la unión entre el hombre y el universo del mismo tipo que aquella existente
entre los objetos imantados, sólo se necesita drenar dicho fluido por medio de
un imán (magnetismo mineral) para restablecer el equilibrio en el organismo.
El magnetismo animal. Sesión de grupo en torno a la cubeta. (Grabado de 1784, París) |
Mesmer trata a sus pacientes
aplicándoles, en primer lugar, imanes que hace fabricar por los obreros del
Observatorio de Viena, a fin de que se adecuen a las diferentes partes del
cuerpo. Luego, utiliza la imposición de las manos y abandona los imanes. Pasa
así del “magnetismo mineral” al “magnetismo animal".
Controversias
y éxitos
La terapéutica de Mesmer consiste en una
imposición de las manos o “traspaso” localizada o general, dependiendo de la
enfermedad. Esta debe devolver la tonicidad nerviosa a los pacientes y eliminar
dolores y tics nerviosos. El primer relato sobre este tratamiento se refiere a
un tal Osterwald, miembro de la Academia de Baviera, a quien Mesmer habría
sanado casi milagrosamente de una parálisis y de una ceguera total. Pero el
hospital general de Viena rehúsa autentificar esta curación. Es la primera
confrontación entre Mesmer y la medicina oficial, la que negará siempre toda
legitimidad a sus prácticas.
Mesmer parece sin embargo, obtener
resultados. El gran duque de Baviera, Maximiliano José, le invita dos veces a
Munich para que exponga su método. Y se vuelve realmente famoso con la curación
del barón Horka, que sufría de espasmos en la faringe y a quien ningún médico
había podido sanar hasta entonces.
Pero en 1775, la Academia de Berlin
publica una carta en la que trata al magnetismo de mistificación. De todos
modos, Mesmer continúa con sus tratamientos. Sin embargo, después de muchos
fracasos y de la continua oposición de los médicos, abandona Viena en 1778 y se
instala en Paris. Al año siguiente la publicación de su Memoria sobre el
descubrimiento del magnetismo animal despierta una enorme curiosidad y le
asegura el éxito.
La
“cubeta” de Mesmer
Al observar que las propiedades del imán
pueden transmitirse a otros objetos, por ejemplo a la barras de fierro, Mesmer
piensa que el magnetismo animal podría también transmitirse, en particular al
agua. Es así que inventa su famosa “cubeta” y desarrolla experimentos de
“magnetismo colectivo”. Este magnetismo colectivo puede alternarse con el
“magnetismo individual” que puede practicarse en el domicilio del enfermo.
Entonces, Mesmer se lanza a practicar manipulaciones que se limitan al órgano
enfermo del paciente. En general, prescribe muy pocos medicamentos.
Entre los años 1783 y 1784, el
mesmerismo se transforma en la curación “de moda” y es entonces que la Facultad
de Medicina obtiene que se dicte una prohibición de las sesiones, lo que
despierta la cólera de los pacientes y de la opinión pública. Debido a este
asunto, Luis XVI decide crear dos comisiones para que se encarguen de estudiar
el fenómeno. Su veredicto no tiene apelación. Su conclusión es que el fluido
universal no existe e insisten sobre el papel que juega la imaginación en la
práctica del magnetismo. Un último informe señala que el mesmerismo puede ser
peligroso para las costumbres por sus connotaciones sexuales (debido al
contacto que se requiere para la imposición de las manos).
Del
magnetismo al hipnotismo
Desengañado y en vista de que la práctica
del magnetismo le estaba prohibida a pesar de las curaciones atestiguadas por
los enfermos, Mesmer se retira a Constancia donde vive apaciblemente hasta su
muerte, en 1815. Pero sus discípulos, entre ellos el marqués de Puysegur,
continúan con su obra. En 1784, Puysegur se sorprende al ver que sus pacientes
se duermen cuando les hace la imposición de las manos. Es así como descubre el
fenómeno del sonambulismo artificial , el que llama sueño espasmódico. El
cirujano inglés James Braid reemplaza en 1843 la palabra sonambulismo por
hipnotismo. Finalmente el profesor Charcot (1825-1893), un neurólogo que ejerce
en el Hospital de la Salpetriere, utiliza a su vez el hipnotismo en sus
terapias. El mesmerismo fuertemente atacado por los médicos durante la vida de
su creador, conoce entonces una larga descendencia en el seno de la medicina
oficial.
La
teoría del fluido universal
Mesmer postula la existencia de un
fluido universal. Según él, existe una influencia mutua entre les cuerpos
celestes, la Tierra y los cuerpos vivientes. Esta influencia se ejerce por
medio de un fluido que se extiende por el universo sin dejar vacío alguno.
En esta teoría se muestra heredero de
varios autores y filósofos como Platón, con sus ideas del alma del mundo y de
la materia prima; también de Aristóteles, con su doctrina del quinto elemento
llamado éter o “primer cuerpo”. Estas teorías, retomadas por el hermetismo, dan
origen a la noción alquimista de fluido.
Para los alquimistas, la materia prima
es un caos, una sustancia absoluta y omnipresente. La energía universal, al
unirse a ella, forma al mundo y a todos los seres que lo habitan y se
transforma en el principio vital único. El médico y alquimista suizo Paracelso
(1493-1541) estima de este modo que la luz tiene actividad y su acción se
ejerce sobre el caos primitivo y ve en el aura, desdoblamiento psíquico del
cuerpo humano, una manifestación del principio vital universal.
La doctrina espiritista otorga un lugar
importante a la noción de fluido, ya que éste llega a ser el agente
intermediario del que se sirven los espíritus para manifestarse al mundo
sensible. El espiritismo moderno le da un nombre más científico, utilizando el
término de onda o de radiación.
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