Un
tratado para luchar contra los brujos
La brujería es, en su origen, una
sobrevivencia de las religiones paganas en las que los fieles creen poder
comunicarse con las fuerzas de la naturaleza. Al pasar el tiempo y a medida que
el Cristianismo gana terreno, se presenta al brujo como manteniendo relaciones
con el diablo; por eso es perseguido por la Iglesia Católica que es, de ahí en
adelante, todopoderosa.
Hacia el año 1483 aparece el Malleus
Maleficarum (El Martillo de los Brujos), manual para combatir a los demonios,
que se convierte rápidamente en el breviario de todos los inquisidores.
Una nueva forma de herejía
Según la tradición, el brujo es aquel
que sabe obtener, por medios mágicos e inconfesables, satisfacciones
espirituales y materiales. Personaje ambiguo, capaz de hacer el mal, pero
también de curar, es a la vez temido y respetado por las poblaciones
campesinas, las que suelen atribuir grandes virtudes a las pociones que éste
prepara. Pero desde el siglo X, la Iglesia Católica ve en él a un enemigo que
encarna la sobre-vivencia de las prácticas pre-cristianas y a un herético que
se ha convertido en el servidor del diablo. Ya por el año 900, la brujería es
denunciada por el monje Regimon de Prüm. Luego, en 1270, aparece el Summa de
Officio lnquisitionis (el Tratado del Oficio de la Inquisición) que dicta las
penas a los seguidores del demonio.
En 1535, en la ciudad de Tolosa, un
bullado proceso se lleva a cabo en el tribunal de la Inquisición. Sesenta y
tres hombres y mujeres acusados de herejía confiesan bajo tortura adorar al
diablo y asistir a aquelarres. Desde esa época los crímenes de herejía y de brujería
van unidos. Un demonólogo de la época, Juan Vinetti, en su Tractatus contra
demonum invocatores (Tratado contra los invocadores del demonio), de 1450,
incluye de manera explícita la brujería en la herejía.
Pero es sobre todo en el siglo XV cuando
se desarrolla una violenta represión contra la brujería. El mismo Papa
interviene: Inocencio VIII promulga, en 1484, una bula, Summis desiderantes que
condena la brujería, como ya lo habían hecho las autoridades de la época. La
publicación del Malleus Maleficarum se inscribe en este contexto. Por lo demás,
no es el único código destinado a guiar a los inquisidores, ya que se inspiran
también en otros manuales del mismo género: el Practica Officii Inquisitionis
(Práctica del Oficio de la Inquisición), escrito por el inquisidor Bernard Gui
(personaje que Umberto Eco hace aparecer en su novela El nombre de la rosa ) y
el Directorium Inquisitorum (Guía de los Inquisidores), redactado por Eymerich.
Inquisición
La Inquisición es un tribunal religioso
de excepción encargado de perseguir a los heréticos, que son entregados después
al poder civil para sufrir su condena.
Creado en el siglo XIII para luchar
contra los heréticos cátaros y valdenses, se extiende progresivamente a los
brujos y a los adivinos. Debe su nombre al procedimiento inquisitorio, el que
da al juez un papel preponderante en la conducción del juicio. Así, los
inquisidores buscaban ellos mismos a los sospechosos y podían citar a todos los
habitantes de un pueblo. Numerosos medios de fuerza son empleados para obtener
confesiones, incluyendo la tortura. Las penas más graves son el encarcelamiento
a perpetuidad, junto con la confiscación de los bienes y frecuentemente la
hoguera.
En Alemania y en España, la Inquisición
tiene un auge particularmente importante. Se hace notar por terribles
exacciones principalmente en España, donde el siniestro inquisidor general
Torquemada (1420-1498) recibió incluso la desaprobación del propio papa Sixto
IV.
Brujas,
más que brujos
El Malleus Maleficarum se debe a dos inquisidores
dominicos, uno de ellos Jakob Sprenger (1436-1505), superior de un monasterio.
Portada de la edición original del Malleus Maleficarum. La más grande de las virtudes, la piedad humana, reza la leyenda. |
El propósito de los autores es convencer
a la población de la realidad de la brujería y entregar a los inquisidores un
método para tratar lo que consideran una forma gravísima de herejía. El papel
que se deja a la delación es importante y el recurso de la tortura, llamada
“pregunta”, se utiliza si es necesario. Esta última aparece como un medio,
entre otros, para obtener confesiones, y los tribunales religiosos no son los
únicos en utilizarla. Los autores hacen notar que la brujería es un fenómeno
esencialmente femenino. Al respecto, sólo constatan un hecho: los juicios por
brujería afectan mayoritariamente a mujeres Las cifras de las cuales disponemos
muestran que un hombre por cada tres o cuatro mujeres es condenado por ese
crimen. Se hace manifiesto el antiguo sentimiento de misoginia o, en todo caso,
el recelo de la Iglesia hacia las mujeres; las hijas de Eva son, para la
Iglesia, un foco de eterna tentación. A esto se agrega un temor a la sexualidad
encamada por las mujeres. Las páginas del Malleus Maleficarum relativas a la
mujer dicen mucho sobre el temor y el desprecio que estos dominicos les
profesan.
El Malleus Maleficarum inspira a una
serie de textos similares que alimentan, a su vez, los veredictos de numerosos
procesos. Por toda Europa se extiende la lucha contra la herejía, variando su
visión en las distintas épocas. Las más conflictivas requirieron una mayor
represión. Alemania se caracterizó por ser la más sangrienta. La violencia de
los jueces era a veces tan extrema, que suscitaba sublevaciones. Ciertos
inquisidores fueron asesinados, como el fanático Conrado de Marburgo. En el
Nuevo Mundo también se practicaron juicios por brujería, como el muy famoso
celebrado en 1693 en Salem.
Después de alcanzar su apogeo a
principios del siglo XVI, esta represión comienza a declinar hacia el siglo
XVII. Pero fue tan intensa por mucho tiempo que la expresión “caza de
brujas" todavía permanece en nuestros días como sinónimo de persecuciones
arbitrarias e inicuas, Persecuciones vanas por lo demás, ya que brujos y brujas
siguen llevando a cabo sus misteriosas prácticas, o abusando de la credulidad
popular en varios lugares del mundo.
Pequeño
recorrido por el mundo de la brujería moderna
En Auvernia. En Saint-Anthème, alfileres
y luego piedras atacan la granja de Buriane. El hecho suscita tal conmoción
pública que la televisión llega al lugar en 1985. Sin embargo, no se encuentra
ninguna explicación. Varios videntes tratan de dilucidar el caso, hasta que un
mago deshace el maleficio y señala al culpable; una vecina que es bruja.
En China. Durante el Año nuevo lunar en
1980, la radio difunde un mensaje prohibiendo a todas las brujas salir de sus
casas. El mismo año un parlamentario, diputado de la provincia de Heilongjiang
(noreste del país es acusado de brujería y relevado de sus funciones.
En Tanzania. Monseñor Emmanuel Milingo,
obispo de Lusaka, comparece frente a otros religiosos acusado de brujería, por
practicar la imposición de las manos y jugar al curandero, poder reservado en
la cristiandad a los santos y a viertes reyes.
En Zimbabwe. El Ministro de Salud,
Ushewokune, anuncia en 1980 que está convencido del real poder de los brujos
curanderos. A tal punto, que piensa incluso pedirles a los médicos que ayuden
oficialmente y que tengan “un papel vital para restaurar la salud”.
En Estados Unidos. El país del
capitalismo triunfante hace honor a su reputación, probando que todo puede ser
vendido, incluso implementos de brujería. En 1980, una cadena de tiendas
llamada The Sorcerer (“El brujo) lanza al mercado artículos de este tipo, tomando
simplemente la precaución de indicar en el producto que su uso requiere cierto
grado de iniciación.
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