“¿Cómo
podría haber paz sobre la tierra si cada uno de nosotros lleva dentro los
«elementos» que producen guerras? ¿Cómo podría haber amor si dentro de cada uno
de nos existe el odio? ¿De dónde sacaríamos el altruismo, cuando en el fondo de
nuestra Conciencia llevamos desgraciadamente el egoísmo? ¿Cómo podría
resplandecer la castidad, si en lo hondo de cada cual hay lujuria?
Incuestionablemente, mis caros hermanos, sería imposible crear una Edad de Luz
en estas circunstancias; el Ego no puede jamás crear una Edad de Luz. Así,
pues, toda profecía en ese sentido me parece totalmente falsa”.
Samael Aun Weor: Conf.
“El Ego y la Catástrofe Final”
En nombre de la verdad debo decirles a ustedes que la Nueva Era de
Acuario comenzó, exactamente, el 4 de febrero del año 1962, entre las 2 y las 3
de la tarde. Entonces hubo un «embotellamiento» del tránsito celeste, en la
CONSTELACIÓN DEL AGUADOR.
Los observatorios de todos los países de la tierra, pudieron ver tal
evento. Fue algo que se conoció en los cuatro puntos cardinales, fue algo que
se vio desde todos los observatorios del mundo: en el de los Estados Unidos (en
el «Monte Palomar»), o en el de Manila, o en el de Londres, etc.
No se
trata, entonces de una afirmación «a priori», sin documentación de ninguna
especie. Sin embargo, existen muchas tesis sobre la fecha en que la Era de
Acuario habría de iniciarse.
Algunos suponen que fue algunos años antes, otros suponen que fue años
después, pero hechos son hechos, y ante los hechos debemos rendirnos.
Sí
amigos, en realidad de verdad, este evento fue un hecho concreto, rigurosamente
observado por la ciencia oficial: los planetas del Sistema solar se reunieron
en «supremo congreso», bajo la Constelación de Acuario. Desde entonces, como
consecuencia o corolario, empezó la Era del Acuarius, la Nueva Era.
Sin
embargo, es de saberse que los últimos tiempos de la anterior era de PISCIS
tratan de mezclarse con los primeros albores de ACUARIO.
Hay una
especie de mezcla entre las dos corrientes: la que agoniza y la que nace, entre
lo viejo y lo nuevo, entre lo que está caducando y lo que tiene sabor
revolucionario. A medida que vaya pasando el tiempo, la Era del Acuarius se irá
haciendo sentir cada vez más y más.
Obviamente, esta Era trae grandes acontecimientos. Si observamos
rigurosamente la Constelación de Acuario, veremos que está gobernada por dos planetas.
El primero de ellos es URANO (un planeta revolucionario, terrible, catastrófico
en un ciento por ciento, que controla, además, las glándulas sexuales).
El segundo es SATURNO; tal mundo está representado en la Alquimia por
el Cuervo Negro (la Muerte), y significa, de hecho, el regreso al «Caos
Original Primitivo» (esto lo saben bien los divinos y los humanos).
Frente
a la Constelación del Aguador, está la Constelación de Leo. Obviamente, el
signo de Leo es un signo zodiacal de Fuego. Incuestionablemente, el LEON DE LA
LEY sale al encuentro de una humanidad lo suficientemente madura (y vergonzosa,
dijéramos) como para el KARMA o CASTIGO FINAL.
Observen bien la posición de esas dos Constelaciones. En la una,
hallamos el AGUA, en la otra el FUEGO. Bien sabemos que a través del curso de
la historia, el Fuego y el Agua siempre se han disputado el destino de este
mundo...
Indubitablemente,
así como existe el AÑO TERRESTRE, también existe el AÑO SIDERAL. Nuestro
planeta gira alrededor del Sol en 365 días, algunos minutos y fracciones de
segundos; a esto se llama «Año Terrestre».
No
podríamos negar que existe también el «Año Sideral», el «Año Cósmico». Nuestro
Sistema Solar de «ORS», en el cual nos movemos y tenemos nuestro SER, viaja
alrededor del cinturón Zodiacal en 25.968 años, con fracciones de minutos y
segundos, y éste viaje del Sistema Solar alrededor del cinturón Zodiacal, es lo
que constituye un Año Sideral.
Nuestro Sistema Solar inició el presente viaje bajo la Constelación de
Acuario, y después del Gran Diluvio Universal, que no fue otra cosa que la
sumersión del Continente Atlante (entre las embravecidas olas del océano que
lleva su nombre), se inició la nueva Raza, que es la nuestra.
Así
pues, los Atlantes perecieron, pero surgió la RAZA ARIA. Y precisamente surgió,
como hemos dicho, desde el instante mismo en que el Sistema Solar, bajo la
Constelación de Acuario, iniciara su nuevo viaje alrededor del Zodiaco.
El
Sistema Solar ya está concluyendo su mencionado viaje alrededor del Zodiaco,
acaba de regresar a la Constelación de Acuario, y al final del viaje,
incuestionablemente, tiene que haber un gran cataclismo.
El pasado viaje fue maravilloso. En ese viaje surgió la Raza de los
Atlantes, pero concluyó, tal viaje (precisamente en la Constelación de Acuario)
con un gran cataclismo (el Diluvio Universal).
Ahora,
nuevamente, concluye el viaje del Sistema Solar en la mismísima Constelación de
Acuario; luego tiene que haber, indubitablemente, una gran catástrofe...
Hay
fenómenos cósmicos que son extraordinarios. Así como el Sistema Solar viaja
alrededor del Cinturón Zodiacal, hasta regresar al punto de partida original,
así también hay un mundo, un planeta gigantesco que hace juego con esta
mecánica sideral.
Quiero referirme, en forma enfática, al planeta «HERCOLUBUS», que es un
mundo gigantesco, seis veces más grande que el titán de nuestro Sistema Solar,
llamado Júpiter.
Hercólubus
tiene una órbita enorme y pertenece a otro Sistema Solar: el Sistema solar
TYLAR. Dicho Sistema se está acercando peligrosamente a nosotros: Hercólubus
viene viajando rumbo a la Tierra. Está a la vista de todos los telescopios del
mundo.
En
nuestra Asociación Gnóstica, allá en México, tenemos nosotros el mapa de su
trayectoria, encontrado en una hemeroteca del Distrito Federal.
No se trata, pues, de simples suposiciones, sino de algo que todos los
astrónomos conocen. No hay observatorio del mundo donde no se sepa, donde se
ignore la cuestión ésta de Hercólubus. Cuando aquél enorme y gigantesco planeta
se acerque demasiado, se procesarán en nuestro planeta Tierra acontecimientos
extraordinarios.
La enorme masa llamada Hercólubus, obviamente tiene un poder magnético
formidable y atraerá, por tal motivo, el fuego líquido que existe en el
interior de la Tierra. Entonces brotarán volcanes por todas partes, acompañados
de intensos terremotos.
Inútilmente tratarán los hombres de ciencia de bombardearlo
atómicamente, inútilmente tratarán de desviarlo de su rumbo; es demasiado
grande ese mundo y todo el esfuerzo será hecho en vano.
De
acuerdo con los cálculos matemáticos que los astrónomos han hecho, Hercólubus
afectará fundamentalmente a la Tierra, y en forma secundaria a Urano, a Júpiter
y a Marte. De manera que va a ser verdaderamente catastrófico. Pero repito que
la Tierra será la que recibirá el principal impulso, la que recibirá el mayor
daño.
Nuestros
antepasados de Anahuac dijeron lo siguiente: «Los Hijos del Quinto Sol
(refiriéndose a nosotros), perecerán por el fuego y los terremotos». Esto
vendrá a suceder con la llegada de Hercólubus; vendrá, obviamente, el GRAN
INCENDIO UNIVERSAL, profetizado por los mejores videntes: San Juan, el vidente
de Patmos; Jesús de Nazareth, el Gran Kabir; Daniel el Profeta; Miguel de
Nostradamus, etc., etc., etc.
La llegada de Hercólubus causará, verdaderamente, espanto en todas las
latitudes del mundo. Asegura Nostradamus, en forma enfática, que «ese gigante
de los cielos será visible en pleno mediodía», que «vendrá a interponerse entre
el Sol y la Tierra», lo que «provocará un gran eclipse, un eclipse total»...
Como
quiera que la masa planetaria de Hercólubus es demasiado gigantesca, es obvio
que tiene que atraer el fuego líquido del interior del mundo hacia la
superficie. Por tal motivo, tienen que brotar los volcanes por doquiera.
Lo más
grave es que cada volcán nuevo, surge en medio de espantosos y terribles
terremotos. No es nada extraño que en aquéllos días, las grandes ciudades del
mundo (Nueva York, París, Londres, buenos Aires, etc., etc., etc.,) caigan
hechas pedazos.
En el
máximo de acercamiento de Hercólubus hacia la órbita terrestre,
incuestionablemente tendrá que producirse una revolución de los ejes de la
Tierra. Entonces los mares cambiarán de lecho y los continentes actuales se
sumergirán entre los océanos. Por aquellos días, la Tierra toda, habrá
regresado al CAOS ORIGINAL PRIMITIVO, tal como se puede percibir cuando uno
observa la Constelación del Aguador.
Es necesario ese regreso al CAOS, para que del fondo de los océanos
surjan «tierra nuevas» y aparezcan «cielos nuevos», como dijera el Apóstol
Pedro.
Así
que, en realidad, nuestro Sistema Solar está concluyendo su viaje alrededor del
Zodiaco. Algo similar sucedió con la vida de los Atlantes: cuando terminó el
pasado viaje alrededor del Zodiaco, llegó Hercólubus; entonces se produjo una
revolución de los ejes de la Tierra, los mares cambiaron de lecho y desapareció
la Atlántida entre las embravecidas olas del océano que lleva su nombre.
Ahora,
finalizado el nuevo viaje (que se iniciara después del Diluvio), podemos
afirmar en forma enfática que una catástrofe similar se avecina. Si fue el agua
la que iniciara la gran catástrofe de los Atlantes, ahora será precisamente el
fuego el que iniciará la tragedia.
Todos ustedes sepan que, así como la Tierra en su viaje alrededor del
Sol pasa por cuatro estaciones, que son primavera, verano, otoño e invierno,
así también cada Raza, durante el viaje del Sistema Solar alrededor del
Zodiaco, pasa por cuatro estaciones: primavera, la Edad de Oro; verano, la Edad
de Plata; otoño, la Edad de Cobre; invierno, la Edad de Hierro.
Daniel,
el profeta, ve allá, en la lejanía, un enorme y gigantesco mar, un gran océano,
y cuatro Bestias que luchan y se disputan entre sí la supremacía. Luego, ante
su Clarividencia, surge la primera bestia, que parecía un león y que tenía alas
de Aguila, al que le fue dado corazón de hombre (es la Edad de Oro).
Luego
ve, ante sí, una segunda bestia que parecía un oso y que holla toda la Tierra
(es la Edad de Plata). Y luego ve una tercera, que más bien parecía un simio
(es la Edad de Cobre), y luego una cuarta que es completamente distinta a las
otras tres, porque es de hierro, sus uñas y sus pies son de hierro, sus dientes
son de acero (tritura todo lo que encuentra) y tiene poder para formar el
desorden en todas partes: para destruir la Naturaleza y aún para vencer a los
Santos del Altísimo.
Pero
luego, al fin, se le quitó su dominio y el Reino le fue entregado a los Santos
del Altísimo. Esta cuarta bestia es la Edad de Hierro, es la Edad en la que
estamos, y que terminará catastróficamente...
Recordemos también aquél sueño que tuviera Nabucodonosor-Rey. Veía él,
en su sueño, una gran estatua: su cabeza era de oro, sus pechos y sus brazos de
plata, su vientre era de cobre y sus pies eran en parte de hierro y en parte de
barro cocido. Entonces Nabucodonosor-Rey llamó a todos los sabios de Babilonia
para que le interpretasen el sueño. Cuando ellos le pedían que se los diese a
conocer, diciéndole: «Dinos tu sueño y lo interpretaremos», él guardaba
silencio y sólo se limitaba a responder: «Mi sueño no lo cuento, no lo digo,
porque se muy bien que vosotros ponéis dilaciones, en tanto se cambia el tiempo
y se mudan las circunstancias. Si sois tan sabios, decidme cuál fue mi sueño,
qué fue lo que soñé, y luego dadme la interpretación»...
Protestaban, naturalmente, todos los sabios y decían: «Jamás Rey ni
Príncipe alguno fue tan exigente». Enfurecido, el Monarca les hizo llevar a las
prisiones y a la muerte. Así estaban las cosas, hasta que apareció Daniel, el
Profeta, que entonces se llamaba Bebsafá en la tierra de Babilonia, y dijo:
«Yo diré el sueño al Rey y daré su interpretación». ¡Claro! Daniel se
había preparado con anticipación, había estudiado en el Mundo Astral el sueño
del Rey; había salido del cuerpo, había investigado ese sueño, de manera que ya
estaba listo...
El
Monarca dijo: «¿Eres tú capaz de saber cuál fue ese sueño?». «¡Sí mi Señor! Tu
soñaste con una gran estatua: su cabeza era de oro, su pecho y sus brazos eran
de plata, su vientre era de cobre y sus piernas y sus pies, en parte eran de
hierro y en parte de barro cocido. Eso significa cuatro reinos que se suceden
siempre en la historia del mundo»...
Claro, indubitablemente se refería a las cuatro Edades: la cabeza, a la
Edad de Oro; el pecho y los brazos, a la Edad de Plata; el vientre a la Edad de
Cobre, y las piernas y los pies (en parte de hierro y en parte de barro cocido)
a la Edad de Hierro, que es la que estamos nosotros: en parte fuerte y en parte
frágil.
Fuerte,
aparentemente, pero frágil porque vendrán los grandes terremotos, los grandes
maremotos y los espantosos cataclismos que acabarán con esta perversa
civilización de víboras. ¡Esa es la cruda realidad!...
Asombrado Nabucodonosor, ¿qué hizo? Pues hizo ponerle a Daniel un manto
púrpura y sujeto al cuello un collar precioso, y en su mano un anillo de
diamante, y lo nombró Gobernador de todo el Imperio.
Así
que, las cuatro Edades son un hecho. En la Edad de Oro de una Raza, no existe
ni «lo mío» ni «lo tuyo», todo es de todos y cada cual puede coger del árbol
del vecino sin temor alguno; sólo reina el amor, la fraternidad, todos adoran
conjuntamente al ETERNO DIOS VIVIENTE; por ello no existe el EGO en los seres
humanos, todos son inocentes, gozan de la belleza de la Naturaleza; no hay
fronteras, no hay ejércitos, no hay nada que pueda disminuir la felicidad; todo
es de todos y lo único que reina, soberano, es ESO que se llama «AMOR».
En la Edad de Plata, comienzan los seres humanos a querer conquistar la
tierra (por eso se la representa con un oso que holla la tierra), pero todavía
reina el esplendor primigenio, se le rinde culto a los Dioses, a los
COSMOCRATORES; se le canta al SOL DE LA MAÑANA, a los HERALDOS DE LA AURORA; se
puede todavía percibir a los Príncipes del Fuego, de los Aires, de las Aguas y
de la Tierra.
En la
Edad de Cobre, comienzan a surgir las guerras, comienzan a aparecer las
fronteras y desaparece el esplendor primigenio. Y en la Edad de Hierro, todo termina
con un pavoroso cataclismo...
En la
Edad de Hierro, la humanidad llega al estado actual en que se encuentra. La
cuarta bestia, realmente, ha sido espantosa (como dijo Daniel), distinta a las
otras bestias, mas tendrá su fin de la noche a la mañana...
Si
nosotros meditamos en esto, llegamos a la conclusión de que los tiempos del fin
han llegado y que estamos en ellos.
Incuestionablemente, nos encontramos en un momento crítico, terrible,
difícil: innumerables enfermedades aparecen por aquí, por allá y acullá; la
Tierra tiembla y se estremece por todos los ámbitos del mundo; los mares,
otrora limpios, se encuentran contaminados; las especies marinas están
desapareciendo; los océanos se han convertido en verdaderos basureros; los
desperdicios atómicos, ciertamente, no tienen lugar seguro donde puedan ser
inofensivos, y claro está que tarde o temprano, cualquier depósito atómico
fallará y vendrá una horrible catástrofe.
La tierra, tan necesaria para los cultivos, se está volviendo estéril,
y muchas serán las personas que perecerán por falta de alimentos; millones de
seres que pueblan este mundo, experimentarán, realmente, una gran desolación en
el futuro próximo...
Guerras
y rumores de guerra por todas partes, enfermedades nunca antes vistas, etc.,
etc., etc. La atmósfera se encuentra contaminada, y cuando uno sale de viaje a
los campos y mira, ve que el azul del cielo ya no brilla, le falta ese color
nítido, perfecto de otros tiempos. Ahora brilla con un color ligeramente
plomizo, verdoso, lo que indica que la atmósfera terrestre ha sido alterada.
No se necesita ser muy sabio para entender que la cámara superior de la
atmósfera es el filtro que descompone los rayos solares en luz, calor, color y
sonido. Desafortunadamente, ese filtro se ha descompuesto, debido a las
explosiones atómicas. Antes de poco, ese filtro no podrá descomponer las
vibraciones solares en luz, calor, color y sonido, y entonces el Sol se verá
negro como silicio y la Luna
roja como sangre...
Por otra parte, la INVOLUCIÓN ha llegado al máximo, ya no hay «padres
para los hijos», ni «hijos para los padres»; ¡es espantoso lo que sucede entre
padres e hijos en todos los rincones de la Tierra!
Se ha
perdido la vergüenza orgánica, el intelecto se ha degenerado, por doquiera sólo
se oye el llanto y el crujir de dientes, como dicen las Sagradas Escrituras.
Mas no quiero volverme lúgubre, ni lo hago con el deseo de espantar a nadie;
sólo quiero que reflexionemos, de verdad y muy juiciosamente...
¿Qué
fue de las buenas costumbres? ¿En qué quedó la vergüenza orgánica? ¿Por qué el
intelecto se puso al servicio del mal?
Miremos a nuestro alrededor, veamos todo lo que sucede...
Indubitablemente, la humanidad se encuentra gobernada por los intelectuales, en
todos los ámbitos de la Tierra, pero, ¿de qué ha servido? ¿En qué estado se
encuentra la humanidad? ¡Hay caos, hay anarquía, y esto nadie lo puede negar!
Así, pues, reflexionemos... ¿Somos nosotros acaso felices? ¿Quién
podría hablar de felicidad en estos tiempos?
Nos encontramos, entonces, frente a nosotros mismos, abocados a nuestro
propio destino, enfrentados al dilema del SER o del NO SER de la filosofía.
Ha llegado la hora de reflexionar profundamente... ¿Quiénes somos?
¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es el objeto de la existencia? ¿Por qué vivimos y
para qué?
Vivir así «porque sí», comiendo,
bebiendo, reproduciéndonos, resulta en el fondo bastante aburridor, hasta
insensato, diríamos...
Obviamente,
los tiempos apocalípticos, han llegado. La humanidad ha rasgado SEIS SELLOS del
Gran Libro de San Juan; cuando rasgue el SÉPTIMO SELLO, se producirá la
catástrofe.
Podría objetárseme que muchos otros, en el pasado, aguardaron el fin y
nada pasó;: yo quiero decirles a ustedes que esta vez hablamos de MECÁNICA
CELESTE. Si la mecánica celeste no existiera, todo el Cosmos terminaría en una
catástrofe.
Así
como en el continente Atlante hubo una Raza elegida que sirvió de base o núcleo
para la formación de esta Quinta Raza Aria, y que hoy habita perversamente
sobre los cinco continentes, así también diré que hoy se va a formar un núcleo
para la futura Gran Raza.
Así como los Atlantes no creyeron jamás al MANU VAIVASBATA que los
tiempos del fin habían llegado, y en vísperas de la gran catástrofe se
divertían, se daban en matrimonio, bebían y comían y al día siguiente eran
cadáveres, así también diré que lo que estoy afirmando ahora, en forma
enfática, no será creído por todos.
Obviamente
muchos se reirán, diciendo: «Sobre esto del fin del mundo se ha hablado mucho,
¿y qué?». Pedro, el Apóstol, se adelantó afirmando que «por estos días, muchas
gentes inicuas y perversas dirán: ¿dónde está el cumplimiento de tu profecía,
si todo permanece como en los primeros días de nuestros padres?».
Los
Atlantes, en su tiempo, también se rieron de la catástrofe, pero cuando la
revolución de los ejes de la Tierra hizo que los mares cambiaran de lecho, se
hundió la Atlántida con todos sus millones de habitantes.
Hoy, nuevamente, nos acercamos a otra gigantesca catástrofe. Yo, como
el Manú Vaivasbata, estoy advirtiendo, como en aquél tiempo se advirtió a los
Atlantes. La hora final se acerca; ¡ya viene ese monstruo planetario,
gigantesco, que ha de tragarse al mundo!
Así, pues, ¡preparémonos! La Tierra está sometida, en estos momentos, a
una gran agonía, y el fin de toda agonía se llama MUERTE. Cuando un enfermo
agoniza, cuando presenta síntomas inconfundibles de su muerte, bien sabemos que
lo que sigue es su defunción, su desenlace.
La Tierra, en estos momentos, está gimiendo, está agonizando; todo
indica DESASTRE, y a la larga terminará en un pavoroso cataclismo. Cuando
veamos que el Sol sale cada vez más hacia el septentrión, sabremos que el
tiempo del fin está más cerca y que vamos hacia la catástrofe. Empero, es de
saberse que el DEMIURGO ARQUITECTO DEL UNIVERSO todo lo tiene previsto. Como
quiera que habrán de surgir tierras nuevas para una nueva humanidad, tendrá que
formarse la siguiente, la penúltima Raza. Por tal motivo habrá de prepararse un
núcleo que sirva de basamento para la Era del Acuarius, para la «Edad de Oro»,
para la nueva Raza. Tal grupo será sacado secretamente de entre el fuego y el
humo, en la hora del terror.
Momentos
antes de la catástrofe, aquéllos que estén trabajando sincera y honradamente
sobre sí mismos, es decir, sobre la eliminación de los elementos inhumanos (Yoes)
que hay en su psiquis, serán seleccionados y llevados a un lugar seguro...
Después de la gran catástrofe, la Tierra quedará envuelta en fuego y
vapor de agua. A nosotros, los Hermanos, nos tocará sacar al pueblo selecto
hasta que la Tierra esté nuevamente en condiciones de ser habitada. Del fondo
de los mares surgirán nuevas tierras, y cuando un doble arco iris resplandezca
en el firmamento, señal de la nueva alianza entre Dios y los hombres, pasaremos
el pueblo selecto a habitar nuevas tierras y nuevos cielos . Habrán continentes
nuevos, donde vivirá una nueva humanidad, donde vivirá la SEXTA RAZA-RAIZ.
Nosotros somos gentes de la Quinta Raza; la Sexta Raza será muy
diferente. Antes de nosotros existió la Cuarta Raza, en la Atlántida; mucho
antes de los Atlantes existió la Tercera Raza, que fue la Lemúrica (en el
gigantesco Continente Lemur, que entonces cubría todo el océano Pacífico), y
antes de que los lemures pudieran surgir, existieron los Hiperbóreos alrededor
del Polo Norte, en la herradura que ese Continente formara alrededor del Polo
Norte.
Y antes de que los Hiperbóreos surgieran a la existencia, vivió la
Primera Raza, la Raza Protoplasmática, en el casquete Polar del Norte, que
otrora estuviera situado en la línea ecuatorial. Digo así, porque a través del
tiempo hay cambios geológicos extraordinarios. Los polos actuales, por ejemplo,
ahora se están desviando y un día estarán en la zona ecuatorial, y el actual
ecuador se convertirá en Polos en el futuro. Esto ya ha sido debidamente
estudiado por los mejores sabios (nos referimos a la revolución de los ejes de
la Tierra, a la verticalización de los polos).
Así
que, nos preparamos para la gigantesca catástrofe; eso es obvio. El Movimiento
Gnóstico, sólo tiene un objetivo: preparar el núcleo que ha de servir para la
futura Sexta Raza-Raíz...
Que se sepa de una vez y para siempre: ¡la RAZA ARIA, que hoy
perversamente puebla la superficie de la tierra, VA A SER DESTRUIDA; DE TODO
ESTO QUE SE VE, NO QUEDARAN NI LAS CENIZAS!
Todo
será quemado, todo será sepultado en el fondo de los mares!
Sabemos
que no toda la humanidad nos escuchará. Tampoco se escuchó al Manú Vaivasbata
ni a los paladines de aquélla época; se rieron de ellos. La gente nunca acepta
la cruda realidad de los hechos, hasta que los tiene encima; la gente siempre
busca escapatorias, busca evasivas, creen que pueden seguir como están, hasta
que viene el FRACASO.
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